Pensamiento crítico

Las ocultadas raíces de la gran crisis política actual

Hemos estado viendo desde hace años un creciente descrédito de las instituciones representativas del Estado español, que ya se hizo evidente con el surgimiento del movimiento de protesta 15M, cuyo lema "no nos representan" lo decía todo. El contraste entre lo que las clases populares del país (que constituyen la mayoría de la ciudadanía) deseaban y esperaban de su gobierno central y las políticas públicas (de austeridad y reformas laborales que dañaban su calidad de vida) que estos imponían (y digo imponían pues no estaban en sus programas electorales) era tan grande que originó una protesta popular que se extendió rápidamente a lo largo del territorio español.

La justificación dada por los gobiernos responsables de tales políticas era afirmar la necesidad de aplicar esas medidas al no haber otras posibles. La falsedad de tal argumentación, proveída por los partidos gobernantes (el PSOE dirigido por Zapatero primero, y el PP presidido por Rajoy después), era fácil de ver mirando la evidencia proveída por los datos, obtenidos sin gran dificultad aunque ignorados u ocultados por los mayores medios de información (ver Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, escrito por Juan Cruz, Alberto Garzón y Vicenç Navarro, Editorial Sequitur, 2011). El movimiento 15M inspiró toda una serie de partidos políticos basados en movimientos sociales de protesta (Podemos, En Comú Podem, En Marea, entre otros) que, junto y en alianza con la izquierda existente a la izquierda del PSOE (IU), establecieron Unidas Podemos, cuya principal exigencia era la democratización de la sociedad, empezando por la democratización del Estado, a fin de que este representara y defendiera los intereses de la mayoría de la población y no los intereses económicos y financieros que siempre habían dominado (y continúan dominando) al Estado español. Esta frase no es, como suelen responder las derechas, "retórica demagógica", sino que es una verdad como un templo. Y los datos así lo muestran. Es cierto que el sistema democrático existente en España permitió que tales nuevas fuerzas políticas llegaran a las instituciones, lo que llevó a la aparición de una nueva sensibilidad de izquierdas en las Cortes. Pero las enormes limitaciones de la democracia explican que no se les haya permitido gobernar, como siempre ha ocurrido en el período democrático con los partidos a la izquierda del PSOE.

Las causas estructurales de la crisis política actual

La desaprobación por parte de las clases populares hacia el establishment político-mediático del país se ha mostrado de nuevo con el aumento de la frustración de la población a causa del fracaso de la investidura del Sr. Sánchez como presidente del gobierno español. España ha sido gobernada durante varios años por gobiernos con prácticamente el mismo presupuesto del Estado (que ha mantenido las mismas políticas de austeridad), sin variaciones sustanciales. El índice de rechazo a los "políticos" ha ido creciendo hasta niveles alarmantes para la propia legitimidad de las instituciones representativas. Ni que decir tiene que la respuesta del establishment político-mediático frente a tal crisis ha sido siempre negar la crisis de dichas instituciones (creadas durante el proceso definido como la "modélica Transición"), atribuyendo la crisis política a los partidos y no a las instituciones (véase el editorial de El País "Irresponsabilidad consumada. El fracaso de la legislatura es de los partidos, no de las instituciones", 18.09.2019). La realidad muestra, sin embargo, que la causa de la crisis política actual es primordialmente estructural y afecta a las instituciones. El hecho de que las instituciones representativas del régimen del 78 estén en una crisis enorme se debe primordialmente a una causa enraizada en la manera en que se hizo aquella transición de la dictadura a la democracia.

Las consecuencias de la Transición inmodélica: la escasa representatividad de las instituciones representativas

 Hay que ser conscientes de que la Transición no significó una ruptura con el Estado dictatorial anterior, sino una apertura y transformación profunda que permitieron que permitieron que el sistema resultante fuera definido como democracia, aun cuando el enorme desequilibrio de fuerzas en aquel proceso de transición (con gran dominio de las fuerzas conservadoras en los aparatos del Estado y en la mayoría de los medios de comunicación) determinó que tal democracia tuviera enormes limitaciones. Y una de ellas fue la limitada representatividad de las instituciones llamadas representativas, con una clara discriminación en contra del partido que había liderado la resistencia frente a la dictadura y que estaba a la izquierda del PSOE (el cual cambió significativamente en la Transición, diluyendo su compromiso transformador y convirtiéndose en uno de los dos pilares que sostuvieron el régimen del 1978). El PP, heredero de las fuerzas que dominaron el Estado dictatorial, y el PSOE, supuestamente el mayor heredero de las fuerzas democráticas derrotadas por el golpe militar que estableció la dictadura, pasaron a constituir el bipartidismo dominante que caracterizó el nuevo régimen que siguió al régimen dictatorial anterior. El partido a la izquierda del PSOE, el PCE, fue discriminado, tanto con su escasísimo número de representantes en las Cortes, como con su marginación del gobierno. Ni que decir tiene que esta discriminación debilitó enormemente a las izquierdas en el país y su capacidad de transformación del sistema.

Sin minimizar la importancia de los avances que la deficiente democracia trajo a España (cuya joya de la corona incluyó el establecimiento del Servicio Nacional de Salud), el hecho es que las enormes limitaciones del Estado del bienestar (que he documentado extensamente en mi libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias, Editorial Anagrama, 2006) se deben precisamente a este dominio de las derechas, la escasa influencia de las izquierdas, y el deterioro de la vocación transformadora del PSOE (cuyos ministros de economía siempre fueron próximos al capital financiero y a la gran patronal, nombramientos hechos a fin de tranquilizar a los establishments financieros y económicos del país). La diferencia entre el PP y el PSOE fue primordialmente en las áreas sociales, culturales e identitarias, y no tanto en el área económica. Tal dilución de su vocación transformadora también se reflejó en el abandono de la visión plurinacional del Estado español que había tenido durante la clandestinidad, y en la reproducción de la visión uninacional, convirtiéndose en el máximo defensor (junto con el PP) del régimen borbónico del 78.

Los intentos de redefinición del Estado en una dirección plurinacional (promovidos por las izquierdas catalanas durante el tripartito) fueron reprimidos por el Tribunal Constitucional y por las derechas, causando la radicalización del nacionalismo catalán, comprometido ahora con la secesión. En definitiva, y como resultado del sesgo conservador de las instituciones representativas y del Estado, España siempre mantuvo durante el período democrático un gran subdesarrollo social y una orientación uninacional. La joya de la corona, el Servicio Nacional de Salud, siempre estuvo subfinanciado, y el sistema de transportes del Estado siempre fue predominantemente radial, centrado en la capital del reino, y nunca fue poliédrico.

El dominio del neoliberalismo en el área económica explica el subdesarrollo social

La adopción explícita del neoliberalismo dominante en las instituciones europeas por parte del gobierno Zapatero, que inició las políticas de austeridad y bajada de impuestos, así como las reformas laborales que causaron un gran daño a las clases populares, creó como respuesta una protesta general (el 15M) acusando, con razón, a los gobiernos y al Parlamento de falta de legitimidad por haberlas llevado a cabo sin ningún mandato para ello. Como indiqué antes, su "no nos representan" movilizó a millones de personas. Esta movilización (un tsunami político) determinó el primer paso del fin del régimen del 78, exigiendo que se completara la transición mediante la democratización de la sociedad, comenzando con el Estado. Y el primer paso fue la irrupción de nuevas fuerzas políticas como Podemos y sus confluencias, que supusieron el fin del bipartidismo. Los partidos tradicionales (el PSOE y el PP) perdieron mucha fuerza, causando la rebelión de sus bases, rebelión bien utilizada por Pedro Sánchez, que consiguió así revertir el descenso electoral de los socialistas; dicha rebelión fue estimulada por la fuerza política enraizada en el 15M, Podemos, y por su posterior alianza con IU. El movimiento a la izquierda del PSOE fue determinante para su recuperación electoral.

Este movimiento, sin embargo, se ha visto interrumpido al negarse a establecer una coalición con un espacio político situado a su izquierda. El gobierno de coalición hubiera podido significar el fin de la discriminación que las izquierdas a la izquierda del PSOE han sufrido durante todo el período democrático, rompiendo con ello una de las mayores características del régimen del 78, permitiendo así corregir el gran retraso social de España, y también la redefinición de España como un Estado plurinacional.

Los obstáculos para el cambio necesario: la no resolución del mal llamado "problema catalán"

Para tal redefinición, sin embargo, era fundamental el cambio de las izquierdas catalanas, incluyendo el partido de izquierdas del gobierno catalán, ERC. Los cambios más importantes que han ocurrido en Catalunya durante el período democrático, tanto en las áreas sociales como en las áreas nacionales, los han iniciado las izquierdas. El gasto público social aumentó durante el período del tripartito, y el Estatuto salido del Parlamento catalán, propuesto por el tripartito, había sido aprobado por todas las izquierdas en Catalunya.

El gran problema para España y para Catalunya fue que no fueron las izquierdas sino las derechas nacionalistas catalanas las que lideraron a posteriori el gobierno catalán y utilizaron el tema nacional para ocultar las políticas altamente regresivas en el tema social (además de ocultar su enorme corrupción). El gran error de ERC (y de la CUP) fue apoyar tal gobierno, liderado por la sección más reaccionaria, excluyente y antipática del independentismo, representada por el presidente Torra, uno de los políticos menos populares hoy en Catalunya.

Y el otro gran error de ERC fue precisamente no aprobar el presupuesto pactado entre PSOE y UP, origen de la crisis política actual. El hecho de que el PSOE no se fíe de ERC (en un momento de gran incertidumbre, que se acentuará con el fallo del Tribunal Supremo sobre los presos políticos) ha contribuido en gran medida a que no quisiera la coalición con UP, pues muchos de los cambios de España en dirección progresista (que beneficiarían a Catalunya) necesitarían el apoyo también de ERC, que no ha tenido en situaciones anteriores como en el caso del presupuesto mencionado. Por otra parte, la limitada vocación de diálogo del PSOE con las fuerzas independentistas y su temor (casi terror) a que las derechas, profundamente uninacionalistas, lo acusen de "traidor a la patria" explican (pero no justifican) que la alianza con UP, que como he dicho necesitaría también el apoyo de ERC, no dejara dormir a Sánchez. El gran error de Sánchez es no atreverse a redefinir el significado de "patriotismo", identificando como tal el amor y el compromiso con el bienestar y calidad de vida de la mayoría de la ciudadanía que son las clases populares. En su lugar, aceptó la visión reaccionaria que de este patriotismo tienen las derechas. Definir a las derechas españolistas como patriotas es una tergiversación del significado de patriotismo, pues históricamente estas derechas supuestamente patrióticas han sido (y continúan siendo) las máximas responsables del retraso social y económico del país. Y los datos lo documentan claramente (ver el citado libro El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias, Editorial Anagrama, 2006). En España el tema social y el tema nacional están muy relacionados, pues las derechas (incluyendo las catalanas) siempre han utilizado las banderas para esconder sus políticas públicas reaccionarias, así como su corrupción. De nuevo, los datos están ahí para los que quieran verlo.

Los auténticos patriotas en este país son los que perdieron la mal llamada Guerra Civil (que fue un golpe militar fascista frente a las necesarias reformas propuestas por un gobierno de coalición de izquierdas) y sus herederos. El abandono de la memoria histórica, liderado en España por las derechas, y, de una manera incomprensible, con la complicidad de las izquierdas gobernantes, está teniendo un enorme coste para entender lo que hoy está pasando en España. El amor hacia España no se mide por el tamaño de la bandera borbónica, sino por la corrección de la enorme subfinanciación del Estado del Bienestar, que siempre se ha dado durante el periodo democrático. La unidad de España no se defenderá a base de imposición y represión, sino a base de diálogo, comprensión y reconocimiento de la diversidad como una riqueza del país, diversidad que no tiene por qué romper la solidaridad entre las distintas naciones y pueblos de España, tal y como defendían las izquierdas (tanto el PSOE como el PCE) durante la clandestinidad. El abandono de aquel sueño nos ha llevado a la pesadilla actual.

¿Qué ha estado pasando en el PSOE?

Los pasos para atrás del nuevo PSOE liderado por Sánchez eran previsibles, tal como indiqué en artículos recientes. Sánchez quiere convertir al PSOE en el gran partido del centro (y transformarse en el Macron francés), atrayendo al votante de centro (la derecha civilizada) que está en desacuerdo con el movimiento a la ultraderecha de Ciudadanos, estimulado por la aparición de Vox. La reivindicación de la que más ha hecho bandera Ciudadanos ha sido un nacionalismo españolista exacerbado profundamente, carente de una visión plurinacional, y un neoliberalismo muy acentuado, junto con un rechazo al conservadurismo cultural y reaccionario representado por el PP. Es sorprendente que el intelectual orgánico de tal partido, Francisco de Carreras, haya descubierto hace solo unas semanas que este partido es profundamente nacionalista españolista, con una visión uninacional y jacobina extrema. Tal ignorancia es una buena muestra de la falta de entendimiento de tal autor en lo que se refiere a su país.

Los conflictos y estrategias duales de Sánchez

Ahora bien, el mayor problema de Sánchez son las bases del partido, que le apoyaron y que deseaban (y continúan deseando) un movimiento hacia la izquierda del PSOE. Y de ahí su deseo de jugar a dos bandas: una, conseguir el apoyo de UP en las áreas sociales, y otra, el de C’s en las áreas económicas. Tal estrategia, la supeditación de lo social a lo económico, ha sido siempre la característica principal del PSOE. La exclusión de las áreas económicas del gobierno en la brevísima propuesta (de solo 24 horas) del gobierno de coalición era consecuencia de ello.

Por otra parte, Sánchez salió elegido presidente del gobierno de España como resultado de la alianza de las fuerzas progresistas herederas de aquellos sectores democráticos que habían luchado en contra de la dictadura (y que incluían a los nacionalistas "periféricos"). De ahí su incomodidad con aquella alianza que le había permitido ser presidente. Su ruptura con el plurinacionalismo, después de haberlo defendido durante las primarias del PSOE, creó tal incomodidad. Ni que decir tiene que la radicalización secesionista de los nacionalistas y su probable agitación antiestatal a raíz de la muy probable sentencia condenatoria a sus líderes por parte del Tribunal Supremo, haría tal alianza poco estable, por no decir imposible, lo cual explica su preferencia por Ciudadanos, ya no solo por afinidad política, sino también para dar mayor estabilidad y salvar el régimen del 78, perpetuando con ello el gran subdesarrollo social de España, que solo se conseguirá revertir con un amplio gobierno de izquierdas.

Mientras, las izquierdas a la izquierda del PSOE necesitan una amplia coalición entre ellas, incluyendo la integración orgánica entre Podemos e IU, pues sus culturas políticas complementarias se enriquecen uniéndose, ofreciendo a la vez una coalición abierta a la colaboración de otros partidos y confluencias en un proyecto común. Las divisiones (y luchas partidistas entre ellas) han sido lo que las ha debilitado siempre. Fue un indicador muy positivo que, a pesar de las notables diferencias en la estrategia a seguir frente a las propuestas de Sánchez (diferencias muy legítimas y necesarias), las distintas sensibilidades, con gran sentido de compromiso y sacrificio, aceptaran un proyecto y una estrategia común a pesar de los desacuerdos. Ello ha abierto toda una serie de posibilidades. Y en Catalunya (y también en el resto de España) es esencial que el eje derechas–izquierdas vuelva a tener la centralidad en la vida política del país, para lo cual se requiere poner el tema social en el centro de las demandas de las izquierdas, además de establecer alianzas con el resto de las izquierdas españolas para redefinir la naturaleza del Estado y recuperar su plurinacionalidad.

Una última observación. El surgimiento de nuevas formaciones políticas dentro del espacio político de izquierdas no tendría que ser un obstáculo para el proyecto transformador, siempre y cuando se establecieran amplias alianzas electorales en un proyecto común. La historia de este país, incluyendo la más reciente, muestra que la división y atomización de las izquierdas han sido unas de las mayores causas de su debilidad y escasa influencia política. En realidad, la mayoría de votos en este país en la mayoría de elecciones a las Cortes Españolas han sido de izquierdas. En las últimas elecciones de abril fueron más de un millón de votos por encima del número de votos de las derechas. Es más, altos porcentajes de votantes del PP y de Ciudadanos están a favor de propuestas de izquierdas (como regular el precio del alquiler), lo que explica que la gran mayoría de la población esté más a la izquierda que los gobiernos de izquierdas que el país ha tenido durante su periodo democrático. En realidad, la lista de lo que la mayoría de la población desea que los gobiernos (tanto de derechas como de izquierdas) hicieran, y lo que estos no hacen, es enorme. Esta es la causa de la pérdida de legitimidad de las instituciones, causa mayo de la enorme frustración creciente hoy en España.

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