Pensamiento crítico

Nunca ha habido una crisis económica como la actual

Un hombre con mascarilla parado en el conocido cruce de calles de Tokio frente a la estación de Shinjuku, prácticamente desértico por las medidas de emergencia decretadas por el gobierno japonés frente a la pandemia del coronavirus. REUTERS/Kim Kyung-Hoon
Un hombre con mascarilla parado en el conocido cruce de calles de Tokio frente a la estación de Shinjuku, prácticamente desértico por las medidas de emergencia decretadas por el gobierno japonés frente a la pandemia del coronavirus. REUTERS/Kim Kyung-Hoon

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, Universitat Pompeu Fabra, y Director del JHU-UPF Public Policy Center

Existe un gran debate en los círculos económicos a los dos lados del Atlántico Norte sobre la naturaleza de la crisis económica actual causada por la pandemia, crisis que ya ha empezado y que se asume tendrá características similares a las que tuvo la Gran Recesión, que ocurrió durante el período 2007-2015. De esa semejanza se derivan las distintas propuestas que se están realizando para intentar minimizar y resolver el daño causado por esta crisis, asumiendo que las políticas públicas aplicadas para mitigar el daño causado en aquella recesión serán válidas también para esta. Tal supuesto es profundamente erróneo, pues las causas y las características de la Gran Recesión fueron muy distintas a las causas y a las características de esta crisis causada por la pandemia. En realidad, nunca ha habido una crisis económica que tenga las características de la de ahora. Ni siquiera la Gran Depresión es una crisis semejante a la actual. Es importante y urgente que se entienda esta realidad, pues la ignorancia de ello puede tener unas consecuencias catastróficas para la pervivencia de las sociedades a los dos lados del Atlántico Norte.

Veamos las características de la crisis actual:

  • Esta crisis económica está causada por la necesidad de salvar a la población (evitar que enferme y que muera), predominantemente del mundo del trabajo, pues sin ella no hay ni producción ni distribución de los bienes y servicios consumidos por la población. Es una crisis inmediata, sin ser resultado de ningún proceso evolutivo anterior. No se debe al colapso del capital financiero como en la Gran Recesión ni a la supuesta necesidad de corregir la elevada inflación (como ocurrió en la recesión provocada en 1981 o en 1993), ni a una falta de demanda como en la Gran Depresión.
  • Tal parálisis de la mayoría de sectores de la actividad económica conlleva una crisis rápida con un gran descenso (sin precedentes) del crecimiento del PIB y un aumento del desempleo. La economía estadounidense, la mayor economía del Atlántico Norte, vio (en el primer trimestre de este año) descender el PIB un 12% según la oficina del presupuesto del Congreso de EEUU (Congressional Budget Office - CBO), un 10% según Goldman Sachs o un 12% según J.P. Morgan. Es el descenso más acentuado desde la Gran Depresión (-13%) y el peor desde la II Guerra Mundial. Este descenso producirá un aumento, también sin precedentes, del desempleo. Según la CBO, se alcanzará un nivel del 16%, el mayor desde el final de la II Guerra Mundial. En el caso de España, el PIB ha caído un 5,2% este primer trimestre de 2020, y se espera que caiga hasta un 9,2% a lo largo del año en curso, según el gobierno. Respecto a la afectación sobre los puestos de trabajo, la tasa de desempleo acumula una tasa variación trimestral del 3,79%, situándose al 14,41% en el mes de abril. El gobierno, por su parte, prevé que la tasa de desempleo llegue al 19% a finales de 2020 (es probable que estas cifras sean mayores). Y para el conjunto de la UE, la caída del PIB este primer trimestre ha sido del 3,5% (3,8% en la Zona Euro). Según las previsiones del FMI, esta caída se prolongará durante todo el 2020, acumulando una caída interanual del 7,1% (7,5% en la Zona Euro). Al mismo tiempo, según las mismas previsiones del FMI, la Zona Euro alcanzaría el 10,4% este 2020 (no ofrece datos para el conjunto de la UE).
  • Otra característica es la rapidez (casi inmediatez) de los efectos de la paralización de la mayoría de sectores laborales. En EEUU, un período de solo un mes (del 15 de marzo al 18 de abril) 30 millones de trabajadores (de un total de 150 millones) han pasado a estar en paro, según los datos de trabajadores que han pedido acogerse al subsidio de desempleo (que es muy limitado en EEUU). Esta inmediatez, intensidad y gravedad es la mayor de cualquier crisis habida en los siglos XX y XXI en EEUU. Como punto de comparación, la mayor pérdida de puestos de trabajo fue de 4 millones en cinco semanas durante la Gran Depresión. En el caso español, en solo dos meses prácticamente 3,4 millones de personas se han visto afectadas por expedientes de regulación temporal de empleo (ERTEs), y solo en el mes de abril el paro registrado creció en casi 300.000 personas, cifra nunca alcanzada anteriormente en un solo mes.
  • La evolución de la crisis económica está predominantemente influenciada por el impacto de la pandemia en la mortalidad y morbilidad (enfermedad) de la población trabajadora, así como en el efecto de las medidas tomadas para controlar la pandemia (como el distanciamiento social o el cierre de escuelas) en el tamaño de la población ocupada. Un ejemplo de lo primero es que muchas empresas han tenido que interrumpir parcialmente, o en su totalidad, su actividad económica como resultado de la muerte y/o enfermedad de sus trabajadores. Y un ejemplo de lo segundo es que el cierre de las escuelas por parte de las autoridades públicas crea un grave problema que obstaculiza la conciliación de la vida laboral con la vida familiar de los padres y, sobre todo, de las madres, provocando problemas graves en la continuidad de la fuerza del trabajo, sobre todo de las mujeres, que son la mayoría en los servicios esenciales (servicios sanitarios y sociales, así como comercio, claves para la continuidad del sistema económico). En realidad, una de las causas de que los impactos de la crisis sean mayores en unos países que en otros se debe a limitaciones de los servicios sanitarios, sociales y personales, así como a la escasez de los servicios de apoyo a la población, tanto a nivel laboral como familiar. La falta de protección social y laboral que ha caracterizado a EEUU, Italia y España es una de las causas de que la crisis económica vaya a ser mayor en estos países (ver mis dos últimos artículos en Público: Alternativas económicas frente a la pandemia, 30.04.20, y La falsa dicotomía entre mantener la salud o salvar la economía, 16.04.20).

La viabilidad y supervivencia del sistema económico depende primordialmente del sector más afectado: el ámbito social de los sectores esenciales

  • Otra especificidad de esta crisis económica es que ha afectado más al sector servicios que al sector industrial o al de la construcción. Esto se debe a varios factores. Uno es que el sector económico más afectado ha sido, precisamente, el sector de los servicios esenciales, que incluye los servicios sanitarios y sociales, el servicio de transporte, los servicios comerciales, los servicios de limpieza y servicios personales, entre otros. Todos ellos tienen en común no haber tenido la opción de confinarse, estando por lo tanto más expuestos al contagio, a la enfermedad y/o a la muerte. Entre ellos, destacan los servicios que están, como parte de su trabajo, directamente en contacto con los enfermos de coronavirus, a los que cuidan (unos trabajadores que están siendo objeto del merecido homenaje de la ciudadanía). La gran mayoría de los trabajadores de estos sectores son mujeres, en condiciones de empleo precarias, sujetas a escasez de material protector y a situaciones enormemente estresantes y mal retribuidas.

Este sector de trabajadores y trabajadoras esenciales, que representa aproximadamente un 35% de la población ocupada, juega un papel clave en la economía y sostiene a toda la sociedad, con una función primordial para la seguridad del sistema. La pandemia ha mostrado claramente que la viabilidad del sistema económico depende en gran medida de este sector. No hay ningún otro sector que sea tan fundamental para la mera existencia de la sociedad. Como bien dicen las feministas, la economía de los cuidados es el pilar de todo el sistema. E, insisto, es el sector más feminizado, peor retribuido y más maltratado de la economía. No es, por lo tanto, una casualidad que sea el más afectado (a nivel de contagios, enfermos y muertos) por la pandemia, lo que muestra su enorme vulnerabilidad y riesgo.

La orientación comunitaria de tales servicios esenciales

  • Es también una característica de este sector social que la mayor parte de su actividad se realice en la comunidad, siendo un componente esencial de la misma, vital para la calidad de vida y bienestar de la población. Tales servicios están gestionados por las autoridades locales o por los Estados, regiones o autonomías. Son también una de las áreas económicas con mayor potencial de expansión en ocupación. El caso más claro es el cuarto pilar del bienestar (esto es, los servicios de ayuda a las familias: escuelas de infancia y servicios domiciliarios a los ancianos y otras personas dependientes), una de las áreas de mayor empleo en los países nórdicos, que explica que mientras uno de cada cinco adultos trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar en Suecia, en España es solo uno de cada diez. Ello es causa de la elevada integración de la mujer en el mercado de trabajo de aquel país nórdico, y de su baja integración en España.

Políticas públicas para salir de la crisis económica: la gran expansión en el sector social (los servicios y transferencias que garantizan la viabilidad y la seguridad de la población y de la economía)

De estas características definidas en los puntos anteriores se derivan las líneas estratégicas de intervención para salir de la crisis que, debido a las causas que la crearon, puede ser revertida también con gran rapidez, con el objetivo de que sea una crisis en forma de U y no en forma de L.  Ahora bien, para que ello ocurra es fundamental que no se repitan los grandes errores que se cometieron para salir de la Gran Recesión.  No pueden priorizarse (como se hizo entonces) los intereses particulares de poderes económicos y financieros (que habían, precisamente, causado la Gran Recesión) frente al bien común, representado por los servicios sanitarios y sociales, que fueron recortados y desabastecidos de forma dramática, con las consecuencias que hemos vistos estos días con la pandemia.

Hay que cambiar radicalmente las prioridades de la recuperación, expandiendo la inversión social, que, repito, favorece el bien común, con una gran expansión del empleo en estos servicios del Estado del Bienestar, es decir, los servicios y transferencias del Estado social (como sanidad, servicios sociales, vivienda social y los servicios del 4º pilar del bienestar), convirtiéndose en la inversión más importante del Estado a fin de garantizar la viabilidad y la seguridad de todo el sistema. Repito que ello debería incluir el establecimiento de los servicios a las familias (escuelas de infancia y servicios a la dependencia) que ayuden a integrar a la mujer en el mercado de trabajo. Se necesita, por lo tanto, un New Deal Social que refuerce la calidad de vida, bienestar y seguridad de la población; una seguridad que sería un profundo error definir como un concepto militar o policial (la pandemia en EEUU ha causado muchas más muertes que la guerra de Vietnam). La primera condición para la existencia de una sociedad es la seguridad del bienestar, siendo este el primer objetivo que debería tener cualquier política pública.

Otra gran urgencia: la necesaria reconversión industrial, el New Deal Social y el New Deal Verde

Otras políticas públicas que se deberían implementar deberían ser invertir en la reconversión del sector industrial para orientarlo hacia las necesidades del bien común, y muy en particular las necesidades del sector social, a fin de garantizar la existencia del material necesario para proteger y mejorar el bienestar de la población, estableciendo unas prioridades que pueden ser distintas a las definidas por el mercado, el cual siempre prioriza la capacidad adquisitiva del consumidor, pero no dicho bien común. Según el mismo principio, la reconversión industrial (incluyendo la construcción) tendría también que priorizar las medidas para proteger a la población de los cambios climáticos, que podrían causar posibles crisis, tanto o más severas que las pandemias. Se requiere, junto al New Deal Social, un New Deal Verde, a fin de garantizar tal bien común, tema a expandir en próximos artículos.

En este sentido, fue preocupante ver la reacción negativa que algunos sectores influyentes de la sociedad (incluyendo algunas opciones de las izquierdas) tuvieron hacia las reflexiones de la teniente de alcalde del ayuntamiento de Barcelona, Janet Sanz, que indicó la necesidad de hacer cambios en el sector automovilístico del país en lo que era, en realidad, una llamada al sentido común, que pedía poner el bien común sobre el bien particular. España es uno de los países que producen más automóviles, un producto del cual hay muy poca escasez y excesiva abundancia. Hubiera sido mucho más necesario que tal industria fabricara respiradores, de los cuales ha habido una escasez enorme, lo que ha causado la muerte a miles de personas. Y, además de respiradores, hay muchísimos productos manufacturados que deberían fabricarse para mejorar la calidad de vida de la población; lo mismo aplica a la reconversión verde que debe darse como consecuencia de ese otro New Deal que debería conllevar una redefinición del sector industrial en base a nuevas formas de energía. Y lo mismo con la construcción, que debería especializarse mucho menos en el turismo y mucho más en la reconversión de los edificios para ser más eficientes energéticamente, así como también en desarrollar un urbanismo que construya comunidades que unan y no separen a la población. En este sentido, uno de los avances en los países escandinavos ha sido intentar terminar con la soledad de los ancianos, creando comunidades y edificios con gran diversidad social y etaria, que unan y no separen a los grupos sociales (ya sea por razones de edad o de tipología familiar). El hecho de que hubiera protestas contra Janet Sanz muestra lo mucho que queda por hacer para priorizar el bien común en este país.

Las condiciones políticas para salir de la crisis económica

Para salir de la crisis es fundamental que haya una mayoría de progreso que apoye o, al menos, simpatice con los puntos subrayados en este artículo. En realidad, cada una de las propuestas en él podrían ser aceptadas incluso por parte de fuerzas conservadoras que son conscientes de la gravedad de los tiempos que vivimos y que perciben que volver al pasado no es la solución a la enorme crisis económica actual. Sin embargo, el mayor problema es que las direcciones de los partidos conservadores y liberales españoles han mostrado una falta de cultura democrática que los ha diferenciado de sus homólogos políticos en muchos otros países europeos. Subrayo el término direcciones (y no incluyo a gran parte de sus votantes) porque varias encuestas creíbles muestran que la mayoría de estas propuestas gozan de una amplia aprobación por parte de la población española, incluyendo votantes conservadores y liberales. Pero para desgracia del país, hoy hay dirigentes políticos que, por meros objetivos partidistas, están obstaculizando la continuidad del estado de alarma, hecho que tendría resultados enormemente negativos, incluso catastróficos.

La otra medida necesaria ha sido la de establecer una dirección política única para responder a la pandemia, al menos en las líneas generales de actuación, aun cuando la aplicación de las medidas debería estar adaptada a las peculiaridades de cada parte del país. El problema en España es que, de nuevo, como consecuencia del escaso desarrollo democrático, algunos de los dirigentes de las comunidades autónomas, controladas por los partidos de la oposición, se resisten a ello, obstaculizando tal dirección. Esto ha ocurrido también en Italia, donde hubo grandes problemas debido a la descentralización del sistema sanitario, lo que también ha sucedido en Bélgica, donde la diversidad nacional ha obstaculizado una acción unitaria, hecho que ha sido responsable de su elevada mortalidad. Estos casos contrastan con Alemania, donde, a pesar de la descentralización de su sistema federal, ha habido una dirección central única encabezada por la Sra. Merkel, resultado de lo cual el país ha tenido una muy baja mortalidad.

¿Cómo se paga todo esto? ¿Puede el país conseguir los recursos para salir de la crisis?

En primer lugar, hay que entender que los argumento que los economistas conservadores y liberales continuamente utilizan de que no se puede pagar o de que es injusto defender la deuda pública porque la tendrán que pagar nuestros hijos y nietos, son falaces y carecen de credibilidad. Y los datos así lo muestran, como mostré en mi libro Ataque a la democracia y al bienestar, crítica al pensamiento económico dominante. Hoy, todos los países a los dos lados del Atlántico Norte disponen de los recursos necesarios para salir de la crisis siguiendo una vía opuesta a la que se siguió en la Gran Recesión. El problema de los recursos no es un problema económico: es, en realidad, político. Lo documentamos extensamente cuando Juan Torres, Alberto Garzón y yo publicamos el libro HAY ALTERNATIVAS. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, en el que mostramos con datos que sí que había recursos alternativos a los recortes. Tales recursos ya existen en el país. Lo que se requiere es una redistribución de tales recursos, revirtiendo el enorme crecimiento de las desigualdades, que es uno de los factores que obstaculizan más alcanzar no solo el bienestar de la mayoría de la ciudadanía, sino también la eficiencia económica. Se está llegando a un nivel de absurdidad tal que en el mundo occidental se invierte una enorme cantidad de recursos públicos en el sector militar para expandir la industria del armamento y de la muerte, para defendernos de un enemigo (que ahora se considera China) del que dependemos para conseguir materiales que permitan proteger a la ciudadanía, como mascarillas y respiradores. La seguridad no se basa en poder militar, sino en el poder social. Es más, no es la muerte, sino la vida, lo que une a la población mundial. Y la corriente de solidaridad que se ha generado durante la crisis debe verse reflejada en un sistema económico nuevo pospandemia que se base en esa solidaridad y en el bien común. Fue absurdo que, en España, por ejemplo, se destinaran 60.000 millones de euros públicos para salvar a la banca privada (que había sido, en gran parte, responsable de la crisis financiera en España) o que se gastaran 1.200 millones de dólares públicos en EEUU para financiar investigaciones farmacéuticas que no responden a las necesidades de la ciudadanía, sino que fueron fruto de decisiones que siguieron un criterio meramente mercantil para definir las prioridades de tal industria. La población ha hecho y continúa haciendo un enorme sacrificio y no debería tolerar la concentración de tantos despropósitos, que favorecen, como siempre, a unos intereses muy minoritarios frente a los intereses de la mayoría de la población. La solución a la pandemia no es volver al pasado, sino construir un nuevo futuro.

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