Pensamiento crítico

El pésimo consejo de 'El País' al Gobierno de coalición de España

Nadia Calviño y Yolanda Díaz, en el Congreso. / Juan Carlos Hidalgo (EFE)
Nadia Calviño y Yolanda Díaz, en el Congreso. / Juan Carlos Hidalgo (EFE)

El País acaba de publicar un extenso informe de lo que titula "La resurrección de la socialdemocracia europea" (publicado en la primera página del rotativo y con gran promoción), que resume el amplio sentir del establishment político mediático español (incluyendo el catalán), sobre el presente y futuro de la socialdemocracia, que merece ser respondido y criticado, pues sostiene  la tesis de que su futuro (y el de cualquier formula transformadora) dependerá de su moderación. Vale la pena leer la conclusión de los autores del informe, Andrés Ritzy y Marc Bassett, "El hallazgo de caminos intermedios es la historia de la socialdemocracia: su búsqueda de progreso a través de un reformismo moderado es parte central de la construcción europea. Es ahí donde ganó Scholtz, y  donde al otro lado del Atlántico, ganó Biden. Quien ocupa el centro, gana elecciones y no los extremos, pues la mayoría de la gente no es radical." Con este consejo de que no se radicalicen, terminan su informe sobre la supuesta resurrección de la Socialdemocracia, después de su muerte, que según los autores ocurrió durante  los últimos diez años.

Por qué el declive de la socialdemocracia y el redescubrimiento de la clase obrera

Un aspecto positivo del informe es que reconoce que el descenso del apoyo electoral a la Socialdemocracia tiene mucho que ver con el gran desencanto, decepción y enfado de la clase obrera hacia los que habían visto como sus representantes.  La adopción de las medidas liberales (como la promoción de la globalización de la actividad económica con hincapié en el desarrollo del proceso productivo a nivel mundial, o el abandono de las políticas públicas de carácter universal -garantizando derechos a toda la población- sustituyéndolas por medidas asistenciales, orientadas únicamente a sectores de la  población minoritarios, como por ejemplo los pobres o las reformas laborales antisindicales o las intervenciones fiscales regresivas que beneficiaron a las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo) claramente antagonizó a la clase obrera de cada país donde se dio el gran bajón del apoyo electoral a la socialdemocracia. También es positivo y sorprendente de que hablen específicamente de la clase obrera, termino prácticamente olvidado y no citado en los establishments político-mediáticos del país al asumir que tal clase ha desaparecido al transformarse en clase media. Es positivo, pues, que reconozcan que la clase obrera existe y que ha sido un factor determinante en el declive de la socialdemocracia al transformarse esta en la versión light del liberalismo frente a la versión heavy promovida por las fuerzas conservadoras y liberales. Por cierto, los autores no citan que las páginas económicas de El País jugaron un papel muy importante en la promoción de estas políticas liberales causantes del descenso y muerte de la socialdemocracia en muchos países.

¿Se tienen que moderar tales partidos para tener futuro?

Vayamos por partes y analicemos los tres países citados en el informe: EEUU, Alemania y España. Veamos si lo que están sugiriendo como MODERACIÓN es lo que se necesita para que continúen "resucitando". Verán que los datos muestran que precisamente la realidad es lo contrario, necesitando cambios mucho más radicales para recuperar el apoyo de la clase obrera y de la mayoría de las clases populares y para ello tenemos que entender que las causas del declive se remontan a mucho antes que los diez años que los autores citan. Analicemos caso por caso.

Estados Unidos: el abandono del New Deal y sus consecuencias políticas

Como he detallado extensamente Clinton fue el inspirador de la Tercera Vía (importada a la Gran Bretaña por Tony Blair, a Alemania por Schroeder, a Francia por Hollande y a España por Zapatero segundo mandato). La clase obrera estadounidense estaba en contra de las políticas económicas y sociales llevadas a cabo por Clinton, tales como la globalización de la actividad económica y el abandono de las políticas universalistas (que beneficiaban a toda la ciudadanía) por parte del Gobierno federal. Tal Gobierno pasó a ser  percibido como instrumentalizado por los grupos vulnerables beneficiados por las políticas sociales asistenciales y por las medidas antidiscriminatorias que habían sustituido a las políticas redistributivas de carácter universal, características del presidente Roosevelt, del presidente Truman y del presidente Johnson. En 2016 y en 2020 el voto a Trump era el voto antiglobalización y anti-política asistencial llevada a cabo por el Gobierno federal que no beneficiaba a la mayoría de la clase trabajadora (que era blanca) a la cual Trump dedicó su discurso.

El candidato Biden entendió este mensaje y su propuesta fue recuperar la herencia del New Deal, proponiendo programas universales basados en un aumento del gasto público muy notable, financiado no con aumento de la deuda pública, sino con medidas fiscales progresistas sobre las rentas del capital y de las rentas superiores afectando a toda persona que ingresara más de 400.000 dólares al año.  Ni que decir tiene que el establishment político-mediático del país lanzó el grito al cielo diciendo que era comunismo y socialismo inspirado por Cuba y Venezuela y ridiculeces semejantes a las que se utilizan en España frente al Gobierno de coalición de izquierdas por parte de las derechas.

Ni que decir tiene que los mundos empresariales y financieros se movilizaron y a través de sus instrumentos políticos y mediáticos, intentando diluir y parar tales reformas. Y es probable que lo consigan. Tal dilución aparece en la transformación de los programas y propuestas universales, como la extensión de la cobertura de los servicios sanitarios para cubrir los servicios dentales, los servicios farmacéuticos, y otros, a todos los ancianos (en el programa Medicare), limitándolo solo a los pobres, dejando a los Estados que definan pobreza, convirtiendo el programa de popular a impopular, pues todos los programas asistenciales carecen de popularidad debido a la manera muy regresiva de su financiación. Son las clases populares las que proporcionalmente aportan más impuestos para financiar tales programas que no les benefician. De ahí que un programa universal, aunque sea más ambicioso y radical, sea mucho más popular que un programa asistencial. Y entre tales medidas populares las que aumentan la carga impositiva de las grandes empresas y fortunas son altamente populares.

Los problemas que encuentra Biden

El aparato del Partido Demócrata es diverso, pero contiene un elemento clintoniano muy fuerte. Es el estamento de clase media de educación superior con un número creciente de negros y mujeres que tienen escasa relación con los instrumentos representativos y asociaciones sindicales del movimiento obrero. Suelen tener relaciones, en cambio, con el mundo empresarial, predominantemente financiero y con los establishments culturales y académicos. Representa ampliamente una base electoral basada en barrios de clase media de renta media superior cuyos valores y culturas son distintos a los de la mayoría de la clase trabajadora que en general no tiene estudios superiores (el college degree equivalente al bachillerato). Estos últimos son percibidos por los primeros como gente con escasa educación, más sensibles al racismo y sexismo, causas según ellos de su apoyo a Trump. Esta visión es parte de la "demonización" del votante a Trump, que refleja una enorme ignorancia que conlleva un desprecio y falta de respeto a tal sector de la población. En realidad, grandes sectores de tal clase supuestamente racista (de la cual la mayoría es blanca) votaron a Obama esperanzados con su mensaje de "sí se puede", que era el grito del sindicato de los trabajadores agrícolas en su campaña exitosa de conseguir su sindicalización. Más tarde muchos cambiaron y ya no apoyaron a la candidata Hilary Clinton, la cual, conocedora de la actitud de apoyo de gran aumento de votantes trabajadores a Trump, les había definido como "basura blanca". La señora Clinton había promovido activamente, cuando era Ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno Obama, la globalización económica que dañó a grandes sectores de la clase trabajadora, sobre todo del sector industrial.

Las políticas liberales dañaron así a la clase trabajadora, cuyo nivel de vida, resultado de las reformas llevadas a cabo por los partidos gobernantes, descendió creando gran inseguridad e inestabilidad. Durante la pandemia, gran parte de esta clase, los trabajadores esenciales, no pudieron confinarse, y estaban muy temerosos de la parálisis económica debido a la gran pobreza de la protección social acentuada todavía más por las políticas liberales. De ahí que, en grandes números, estos trabajadores esenciales votaran a Trump, que era el que favorecía la continuación de las actividades económicas por encima de todo, pues el único sustento era su bajo salario. Es también por esta razón que el incremento de la inflación qué está ocurriendo en Estados Unidos les afecta a ellos especialmente, siendo este incremento el punto más flaco de la administración Biden,  pues gran parte de los medios y sus opositores (incluyendo miembros del Partido Demócrata) atribuyen errónea y manipuladamente la inflación al gran incremento del consumo debido al estímulo económico y gasto público expansivo del Gobierno federal.

El presidente Biden es consciente de que la dilución del New Deal, siguiendo el consejo de moderación, que le dan los conservadores y los liberales (siendo también acusado de radicalismo, comunismo, socialismo o lo que fuera), le estaría dañando, pues hay la probabilidad alta de que los republicanos, como protesta, recogieran el voto de castigo, ganando las elecciones al Congreso del 2022 y de la Presidencia del 2024, lo cual significaría el inicio de una época enormemente regresiva y represiva a nivel nacional e internacional.

Alemania: las consecuencias políticas de la Tercera Vía

La victoria de la socialdemocracia hace unos días fue muy justa, con uno de los votos más bajos de su historia. El declive fue consecuencia de las políticas del Gerhard Schroeder, que abandonó a la clase trabajadora, tal como lo definió el New York Times. Sus políticas liberales de austeridad y de desregulación del mercado de trabajo disminuyeron dramáticamente el nivel de vida de grandes sectores de la clase trabajadora, con gran aumento de la pobreza en grandes sectores de tal clase, iniciándose a partir de entonces el desapego hacia el Partido Socialdemócrata y el incremento del voto a la ultraderecha (Alternative for Germany) y a la izquierda (Link). Tal partido perdió casi medio millón de votos de clase trabajadora. El descenso del nivel de vida de la clase trabajadora continuó, creándose una crisis social que se acentuó durante la pandemia. Fue precisamente durante este periodo que se vio claramente que todo el sistema económico dependía de esta clase, proveyendo los servicios esenciales tales como los servicios del Estado de Bienestar (sanidad y servicios sociales, así como los servicios de comercio y transporte fundamental para la sobrevivencia del sistema). La mayoría de estos trabajadores sociales eran mujeres (como también ocurre en la mayoría de los países de la Europa Occidental y Norteamérica).

La pandemia mostro también la necesidad del gasto público y liderazgo del Estado tanto a nivel central como autonómico y municipal para controlar y salir de la crisis. La moderación de las propuestas conservadoras y muy en particular del Partido Cristianodemócrata explica su derrota y la victoria del Partido Socialdemócrata. Su claro compromiso de aumentar el salario mínimo de 9.60 a 13.50 euros por hora (que afectarán directamente a 10 millones de trabajadoras), con activa inversión pública en muchos sectores como la vivienda (propuesta de construir casi medio millón de vivienda pública por año), así como su compromiso de mantener la capacidad adquisitiva de las pensiones, son pruebas de un compromiso de cambio significativo en las políticas sociales del país.

La necesidad de cambios profundos en los programas de reconversión energética

Una de las frases más utilizadas estos días en los centros del establishment político-mediático europeos es la necesidad de hacer cambios sustanciales para disminuir el peligro de la crisis climática, lo cual requiere transformar la economía de los países para pasar de depender de energías no renovables (gas, petróleo y carbón) a renovables, cambio que se supone en periodos de tiempo muy cortos.  Esta frase crea gran inquietud en amplios sectores de la clase trabajadora, predominantemente de los sectores industriales que viven con mayor contacto con los sistemas productivos y distributivos de la economía, y que son plenamente conscientes que ello requiere una transformación de enormes dimensiones que debido a la gran dependencia del sistema actual en fuentes no renovables puede significar la desaparición de millones de empleos. Y puesto que estos puestos de trabajo son un elemento clave para grandes sectores de la clase trabajadora, existe un gran recelo de que ello pueda pasar.

La única manera que estos temores podrían desaparecer es que hubiera un plan radical y ambicioso de crear empleo que sustituya al que se pierde. Y ahí está el problema: que muy poco se está haciendo en esa dirección. Es positivo que el programa socialdemócrata tenga un programa muy ambicioso en la construcción de vivienda. Pero es insuficiente y preocupante porque no hay un claro compromiso de sustituir los empleos suprimidos con nuevos. En EEUU la administración Biden ha ido mas lejos al proponer un programa extenso de inversiones para crear empleo, y muy en especial en las áreas sociales que permita la participación muy activa, sobre todo de las mujeres, en el mercado de trabajo. En realidad, la aplicación de esta sustitución no puede ser moderada sino casi revolucionaria. De ahí la enorme resistencia por parte de las fuerzas conservadoras y liberales, que están pidiendo moderación, esperando que el cambio necesario se haga a costa de las clases populares. El reto todavía no resuelto es que no habrá revolución verde sin que no haya una revolución social.

España: la lentitud de los cambios

El nuevo Gobierno de coalición de izquierdas ha iniciado cambios muy sustanciales, en dirección opuesta  a las políticas de austeridad que han sido dominantes durante el periodo pre-pandemia. En realidad, parece sorprendente que siendo un Gobierno con propuestas de cambio que claramente reflejan una sensibilidad social, no haya despertado un mayor entusiasmo electoral.  Antes, al contrario, las encuestas muestran que el PSOE ha ido perdiendo, aunque el UP permanece estable.  Ello se debe, en parte, a la lentitud, y en cierta manera a la moderación, de las propuestas del Gobierno debido sobre todo a que el partido mayoritario en el Gobierno de coalición, el PSOE, continúa frenando las propuestas más adelantadas del otro socio, Izquierda Unida, retrasándolas en una situación de crisis muy profunda en un país en que la mayoría de las clases populares están haciendo unos esfuerzos enormes que exigen respuestas rápidas. Estas tensiones están reflejadas simbólicamente en las tensiones entre la vicepresidenta Calviño y la vicepresidenta Díaz, que reflejan de cierta manera los conflictos entre el establishment económico y empresarial dominante entre las instituciones de la Unión Europea (que continúa estancado en el modelo liberal, y que  no es plenamente consciente de la profundidad de la crisis actual y del peligro real de resurgimiento del fascismo de nuevo), y la urgente necesidad de cambios mucho más profundos para ser sensibles a las necesidades de la mayoría de la ciudadanía, que está experimentando un enfado, al cual hay que responder. Hablar de moderación, como hace el informe y la mayoría de editoriales en El País, es no entender lo que está pasando en España. Hoy la mayoría de la juventud no vivirá mejor que sus progenitores. ¿Cómo se puede ser moderado frente a esta realidad?

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