Dietética Digital para salir del confinamiento

Vuelve por dónde viniste: ¿españoles migrantes por el mundo?

Por Víctor Sampedro / Pedro F. de Castro

¿Emitiría RTVE un reality sobre la migración así? ¿Metería a seis españoles en una patera dando imágenes en directo de como se hunden en el Estrecho? ¿Y en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) mostrando las inhumanas condiciones en las que dejan morir a los reclusos? ¿Abordaría el debate sobre el enorme negocio que esconde el control de la migración? ¿Ofrecería en paralelo RTVE una web para contrastar datos y testimonios reales en las aulas, en los bares... en los Parlamentos?

Reprogramémonos ante la falsa telerrealidad y las guerras culturales. Empecemos desarmando y civilizando las pantallas. Y, luego, hagamos telerrealidad de verdad. Volvamos todos por dónde vinimos y encontrémonos. Todos somos migrantes.

Este sábado de Dietética Digital para salir del confinamiento proponemos un reality (de servicio) público. Sirve al público: plantea que la ciudadanía es un proceso abierto e inclusivo, no un estatus cerrado o una condición exclusiva de quienes ya gozan de ella. Ofrecemos un ejemplo ideal de reprogramación. Consiste en reinventar la programación televisiva y los formatos digitales más populares y populistas; usando, además, la Red para debate público y el bien común.

Los peores políticos se refieren a la covid-19 con un absurdo lenguaje bélico. También mantienen abiertos los conflictos bélicos clásicos: la "vieja normalidad" de las guerras imperialistas, disfrazadas de conflictos civiles y golpes de estado no declarados. Asolan Oriente Medio y África por el control de recursos como el petróleo y coltán (mineral clave para fabricar móviles y ordenadores) y son responsables de las migraciones forzosas en busca de refugio. La población civil también es la principal víctima de las guerras comerciales, entre las que destaca la guerra tecnológica, librada entre EE.UU. y China con una nueva "Guerra Fría" por dominar el 5G y la Inteligencia Artificial. Ahí entra en juego la ciberguerra: ejércitos mercenarios de informáticos o crackers atacan los sistemas de información del enemigo. Y, en paralelo, libran una guerra informativa con propaganda y pseudoinformación viralizadas digitalmente.

Las fronteras y los muros (físicos, legales y tecnológicos) no cesan de aumentar en número y altura. Se solapan y superponen. Concentran los frentes de todas las guerras mencionadas. De modo que el mapa geopolítico guarda un inquietante parecido al imaginado por G. Orwell en 1984, dominado por tres superpotencias: Oceanía (E.E.UU); Esteasia (China) y Eurasia (Rusia). Dentro y fuera de sus fronteras, se libra otra contienda: la guerra cultural para imponer una serie de valores como dominantes. Se enfrentan dos élites: progresistas ("progres") y conservadores ("fachas"). Mientras, la ciudadanía cava trincheras ajenas. Y se entierra en ellas sin disputar un frente propio.

Progres vs Fachas

Desde la década de los 90, el dogma neoliberal ensalza sin oposición el individualismo, la competencia y el crecimiento infinito. Los progres, sin un proyecto socioeconómico diferente, se centraron en los aspectos culturales e identitarios de colectivos oprimidos por su raza, género o sexualidad. La progresía se instaló, entonces, en un discurso políticamente correcto pero ajeno a amplios sectores de la población. De hecho, cada vez estaban más precarizados por una política económica que los progres no cuestionaban y de la que, encima, se beneficiaban.

Los fachas decretaron, entonces, una guerra contracultural. Señalaron como chivos expiatorios a migrantes, racializados, mujeres y LGTBIQ, que habrían acaparado privilegios que ahora querrían aumentar. Relegaban así a la población blanca, masculina y heterosexual más desfavorecida. Esta no solo veía peligrar su economía sino su universo de valores. Su manera de ver el mundo y su propio mundo estaban en cuestión.

Los realities y las redes, la tele e Internet fueron (y continúan siendo) el principal campo de batalla de las guerras culturales. Forjan nuestra subjetividad: cómo nos pensamos y qué valores nos definen. La televisión de "prestigio", producida y galardonada por la élite progresista, comulga con lo políticamente correcto. Ridiculiza a quienes disienten calificándoles de paletos, anticuados y fachas. La progresía, alejada de la realidad social y ensimismada en "su" ficción, consume y presume de gustarle la "televisión de calidad". Es, sobre todo, un signo de distinción (que diría Bourdieu).

Mientras, la élite conservadora produce otra televisión, mal llamada telerrealidad. Está guionizada, manipula a los concursantes y las "votaciones", pero para amplios sectores sociales representa su trayectoria vital: la lucha a muerte por la supervivencia en la que el ganador se lo lleva todo. Además, "participan", "deciden" y "ganan" en programas de "gente corriente", como ellos. Mejor dicho, como nosotros (nos confesamos progres viejóvenes, uno añejo y el otro en ciernes).

Vuelve por dónde viniste: ¿españoles migrantes por el mundo?
A la izquierda Buenafuente en Late Motiv (Movistar TV); a la derecha el equipo de Sálvame (Mediaset).

Comparen Movistar TV (de pago) frente a A3Media/Mediaset (gratuitas). El sesgo de clase entre sus programaciones salta a la vista. Lógico, las empresas privadas (como estas tres) dan más y mejor oferta a quien más recursos tiene. ¿No hay una tercera opción, pública y ciudadana? ¿Quién representa valores abiertos e inclusivos? ¿Quién propone una sociedad, una economía y una cultura donde quepan muchos mundos? ¿Las ONG del "efecto llamada" que "trafican con migrantes"? ¿Los pijos con uniforme de perroflautas y los comunistas de urbanización privada? Esto son algunos de los monigotes progres de la cruzada cultural del facherío. De igual modo, que a este le cuelgan el sambenito de insolidario y cayetano. Unos u otros son adversarios ficticios del reality migratorio, programado tanto en espacios "informativos" como "de entretenimiento".

Necesitamos una telerrealidad que haga honor a su nombre: que desvele realidades ocultas y lejanas, que ocurren a distancia (del griego, telos) física o social. Reconozcámonos como cuerpos y personas divididos por muros, concertinas, barreras legales y la explotación económica. Pero también por códigos culturales e identitarios: religiones, etnias y afectos proscritos con textos sagrados y cárceles. Desarmemos las guerras culturales con empatía, sin el esquema ganador/perdedor; con solidaridad, en vez de individualismo, y cooperación, en lugar de competencia. Para que nadie nos tache de buenistas (y atraer de paso a los malotes) reivindicamos un título políticamente incorrecto, como hacen los fachas.

¿Migrantes españoles indocumentados por el mundo?

Go Back to Where You Came From (Go Back, en adelante; en español, Vuelve por dónde viniste) es un programa de la Special Broadcasting Service (SBS), la televisión pública de australiana. Con el formato de un reality aborda uno de los retos más importantes y urgentes en la actualidad, las migraciones. Es la punta de lanza de los reaccionarios que extienden el discurso del odio y de los conservadores que lo legitiman. Juntos y sin complejos, aplican una agenda común de políticas abiertamente xenófobas.

Vuelve por dónde viniste: ¿españoles migrantes por el mundo?
Cartel promocional de Go Back.

Frente a quienes segregan al diferente que desconocen, los participantes de Go Back viajan a los lugares más conflictivos y peligrosos del planeta. Se encuentran con refugiados y solicitantes de asilo que llegaron a su país. Recorren el camino inverso en condiciones parecidas. Conocen a los familiares y amigos que dejaron atrás. Los "nacionales" viven (por unas semanas y por decisión propia) como migrantes indocumentados.

En la segunda de las cuatro temporadas (2011, 2012, 2015 y 2018), llamada Celebrity Go Back, participó hasta un ex ministro de Defensa. Nada que ver con las ediciones "VIP" de los realities que aquí protagoniza el faranduleo más rancio. La tercera temporada (2015) se produjo en respuesta a una polémica ley de fronteras aprobada por el gobierno conservador en 2013. Go Back está diseñado para que los participantes sostengan posturas sobre la migración que van de un extremo a otro. En la tercera temporada una alertadora destapa las violaciones de derechos humanos cometidas en los CIEs, una "trumpiana" hace campaña en Facebook para cerrar las fronteras, un profesor se declara "políticamente incorrecto", un migrante llegó siendo un niño y ahora rechaza a los nuevos migrantes, y dos hermanas mantienen posiciones totalmente opuestas.

Go Back es un trabajo de profesionales reconocidos en sus campos. Dirige Ivan O’Mahoney, un abogado, periodista y mediador de la ONU. Presenta David Corlett, un investigador especializado en migraciones. Y narra Colin Friels, un premiado actor. No por casualidad, el programa ha recibido multitud de galardones nacionales e internacionales. Y en la primera temporada fue el espacio con más audiencia de la SBS. Go Back demuestra que el público valora la calidad televisiva cuando puede elegir. Desmiente que la industria del espectáculo "le da al público lo que quiere".

Este reality reúne todos los elementos del formato, pero con objetivos diferentes. Es tele popular y alternativa. Los participantes experimentan conflictos interiores y entre sí. Permiten que el espectador se identifique y exigen que se posicione. El viaje pone a prueba sus creencias. La experiencia personal modifica y modera las opiniones, conduciendo a un (mínimo) consenso. No falta el sentimentalismo explícito ante situaciones dramáticas en los campos de refugiados y de guerra. Pero en el "confesionario" los participantes en vez de dirigirse al "Súper", nos hablan a todos y todas.

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Participantes de la tercera temporada de Go Back.

Lo que nos entretiene nos educa. Y Go Back es la antítesis de Gran Hermano. El reality por antonomasia ha normalizado un estado de conflicto y conspiración permanentes. Presenta como normal la vigilancia perpetua y la sumisión al Súper(ior). Premia y castiga desde tan arriba que ni se le ve. Igual que los amos de las redes digitales, que quisieran confinarnos digitalmente y teledirigirnos desde "la nube".

Concursos para empatar

En lugar de encerrarse en una casa, los participantes de Go Back salen al mundo y ponen su cuerpo en el terreno. Descolocan al espectador de las desventuras ajenas y desafían a quien las consume como pasatiempo. Nos colocan a todos y todas en un mismo plano.

Go Back no termina con un/a vencedor/a. No plantea competición ni concurso alguno. En vez de ganar, propone empatar. Según la RAE, consiste en obtener igual número de votos o puntos. Y, si dos equipos empatan, se los reparten. Pero, empatar también significa juntar o unir. Y dos cables empatados permiten que fluya la corriente entre polos opuestos. ¿Alguien dijo polarización digital?

Necesitamos romper la división infranqueable que se establece entre verdugos y víctimas. Figuras en alza, porque representan los extremos del ganador y el perdedor en un enfrentamiento sin reglas ni compasión. La verdadera telerrealidad nos representa a todos afectados, los unos por/con los otros. Juntarnos y afectarnos es la única manera de ponernos en el lugar de los demás y sentir por/con ellos. ¿No lo ha dejado suficientemente claro la covid-19?

Estando los participantes (y los espectadores) al mismo nivel, de igual a igual, fluye la reciprocidad y los puntos de vista tienden a ser más constructivos, sean cuales sean. Go Back aplica a la televisión las comunicaciones digitales entre iguales (peer to peer o P2P). Emplea protocolos y códigos que permiten cooperar en pie de igualdad hacia un objetivo, a la vez, individual y común. La empatía a escala social se llama solidaridad. No es una marca ni una etiqueta progre, sino la conciencia de pertenecer a una causa común. Sin ella, no hay sociedad.

Debatir sin querer ganar genera espacio compartido, una puesta en común. No importa tanto el resultado como el proceso. Intentaron aplicarlo las movilizaciones de la segunda década del siglo XXI, como el 15M. Se critica a "los indignados" no haber logrado ninguna de sus demandas, porque se les exigen ganancias a corto plazo. El 15M intentaba generar un mismo espacio (empatar a los ciudadanos que estaban separados) compartiendo experiencias y tejiendo solidaridad (demostrando empatía con la mayoría social). Estas movilizaciones aprovecharon el potencial de las redes digitales comerciales para organizarse y difundir información. Hacían un uso imprevisto para una herramienta que no estaba pensada para eso.

A nueve años vista, ahora los usos digitales "imprevistos" los hacen los trolls que se alojan en la Casa Blanca, Downing Street, el Kremlin y Zhongnanhai, en Beijing. Sus inquilinos son en gran parte responsables de la infodemia de la covid-19 denunciada por la OMS. Han propagado los bulos xenófobos del virus chino – en el caso de Occidente – o del arma biológica estadounidense y la transmisión por comida importada - en el caso de los dirigentes chinos -.

Vuelve por dónde viniste: ¿españoles migrantes por el mundo?
Portada de la revista The Economist de febrero de 2020.

La pseudoinformación digital coloca la capacidad de acción fuera del alcance la ciudadanía. Pero durante la pandemia las TIC digitales también han servido para movilizar el tejido social de barrios y asociaciones cívicas. Desplegaron una red de cuidados y ayuda mutua que palió la insuficiente respuesta institucional. Exhibieron un nivel de autorganización y autonomía que enraiza con el quincemayismo y encarna uno de sus legados. Estas iniciativas sociales merecen y exigen apoyo institucional que no merme sino que aumente su autonomía.

Los actuales medios de comunicación públicos no garantizan una vacuna eficaz contra la infodemia de las redes comerciales. Esto exige revitalizar la radiotelevisión pública y complementarla con infraestructuras y redes digitales también públicas. Garantizan la soberanía de la ciudadanía y preservan sus datos. Considerémoslos un bien común: el aire, el agua y los nutrientes de una conversación social democrática.

Con una plataforma digital pública (muy avanzada en la vecina Nueva Zelanda) la SBS completa la emisión de Go Back con encuentros físicos y virtuales para reflexionar sobre los refugiados y los solicitantes de asilo. Asisten expertos y los participantes del programa, que aportan sus experiencias. La web oficial también ofrece material educativo para que el profesorado lo lleve al aula. Ya no le reprochará al alumnado que solo ve realities y está enganchado a las redes. Con ejemplos como Go Back, exigirán programas y redes digitales que, pagados con nuestros impuestos, nos representen.


El programa no está disponible en España, aunque los tres episodios de la tercera temporada pueden verse en Youtube (en inglés): primero, segundo y tercero. Si estáis interesados en utilizar este recurso así como los materiales educativos, contactadnos: info@dieteticadigital.net

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