Voces de la precariedad

Cuatro lazos negros: Luto en Correos

Los crespones parecen haberse afincado en la empresa pública más grande de nuestro país. Las recientes muertes de dos compañeros eventuales -Manuela en Ourense y la de Jaime en Barcelona- han supuesto otra "semana trágica" para la clase trabajadora, cuando nos acercamos al primer aniversario del fallecimiento de la motocartera Irene en Vitoria el 28 de agosto del pasado año. Si bien es cierto que el compañero Jaime padecía ciertas enfermedades como epilepsia y diabetes y en otros contratos había sufrido algún desmayo (desconocemos el resultado de la autopsia), lo que no es discutible es que la muerte se produce en horario laboral y que, con dichos antecedentes, tenerle repartiendo a las 16.30 horas bajo altas temperaturas resulta irresponsable.

Difícil e ingenuo sería argumentar que son hechos aislados o sucesos causa del infortunio. Quienes trabajamos en Correos (y sobre todo los que lo hacemos desde hace tiempo) sabemos que la actividad que realizamos a diario se ha convertido en peligrosa para nuestra salud y también para nuestra vida.

Mientras que 2017 se cerró con 2837 accidentes en la empresa, 2018 lo hizo con 3328. Es decir, con casi 500 accidentes más. Como señalaba CGT, recientemente, sólo en Madrid se han producido 532 accidentes laborales en los primeros cinco meses del presente año.

La directiva de Correos pretende aparentar que cuenta con una gran política de prevención de riesgos laborales, gracias a la cual habría hecho descender el índice de siniestralidad laboral. Sin embargo, cuando metes la cuchara en este bonito relato, te encuentras con una realidad bien distinta.

Los demoledores ritmos de trabajo y el aumento exponencial de las cargas que diariamente asumimos la plantilla generan, de por sí, la posibilidad (o el riesgo) de que suframos accidentes en el centro de trabajo o en la calle durante el reparto. Las campañas de Prevención se convierten así en papel mojado, en acciones de cara a la galería, puro marketing empresarial. Son innumerables las irregularidades y violaciones que cotidianamente se producen en Correos y que atentan contra la normativa laboral vigente.

Por si no fuera suficiente, existe una complicidad entre las Mutuas y los servicios médicos internos con Correos que los convierte en herramientas para hacer pasar las enfermedades laborales por contingencias comunes. Así es como maquillan los datos, así es como pretenden mostrarse ante la opinión pública con una imagen de empresa segura y responsable, mintiendo y falseando una dolorosa realidad: nuestros centros de trabajo no son lugares seguros, enfermamos en ellos y luego Correos no quiere reconocerlo.

Pero cuatro fallecidos (Irene, Felipe, Manuela y Jaime) en menos de un año es algo no puede pasarse por alto. El modelo laboral que Correos está aplicando para convertirse en un operador logístico multinacional conlleva una tremenda degradación de las condiciones de trabajo. Que los compañeros que han perdido la vida sean, precisamente, eventuales no es ninguna sorpresa. La plantilla temporal (1 de cada 3 en Correos) es la más desprotegida y vulnerable, a quienes los mandos intermedios aprietan con mayor intensidad –por regla general- siempre bajo la amenaza de ser expulsados de las bolsas de empleo a causa de una evaluación negativa.

Los largos y duros años de crisis han generado un miedo casi patológico entre la clase trabajadora a perder el empleo y verse en una situación de máximo desamparo. Sobre todo, jóvenes sin perspectivas laborales esperanzadoras o gente en edad adulta avanzada temen no encontrar otro trabajo y se agarran a lo que tienen con todas sus fuerzas. La precariedad es la fórmula que Correos (y la mayor parte de las empresas) utiliza de forma mezquina para exprimir al máximo a los empleados imponiendo unos ritmos y unas cargas del todo inasumibles, aumentando así la explotación sobre la plantilla.

Es justamente ahí donde se genera el riesgo de accidente y de perjuicio para nuestra salud. Y es ese riesgo donde debemos poner el acento a la hora de luchar por unas mejores condiciones laborales, pues blindar nuestra seguridad supone garantizar que nuestra salud y nuestra integridad física y mental no se vean afectadas por el trabajo que realizamos.

Por tanto, es necesario no clamar únicamente contra las muertes de nuestros compañeros, sino ir al fondo del asunto y dirigir nuestros esfuerzos a poner fin a un modelo laboral basado en la competencia extrema y la obtención de la máxima productividad. Ante ello hay que exigir que se refuerce cuanto sea necesario la contratación, que se haga una evaluación de todos los puestos base en la empresa, que se abandone inmediatamente la tendencia a imponer el trabajo a destajo para que los beneficios de unos pocos no primen por encima de las necesidades y las condiciones de la mayoría de la plantilla.

La directiva tiene clara su hoja de ruta. Ser una multinacional de paquetería y logística y se ha marcado 2023 como fecha para haber consumado el plan estratégico actual. Lo dijo el Presidente Juan Manuel Serrano: "he venido a gestionar y tomar decisiones para conseguir nuestro principal objetivo: que el Grupo sea rentable económicamente en el menor tiempo posible".

Y ya estamos comprobando que esas palabras se cristalizan en la destrucción de otro servicio público que pagamos entre todas y todos, en la sustitución de empleo estable y de calidad por trabajo precario (ya sea por ser contratos temporales o jornadas parciales), en la exclusión de más de 1600 personas de las últimas bolsas de empleo y en la imposición de una dinámica laboral frenética e insostenible para la plantilla. Tal es la obsesión por la productividad que incluso delegados sindicales (especialmente de CGT) están viendo obstruida y atropellada su actividad en las visitas a centros de trabajo por algunos Jefes de Zona y mandos intermedios que pretenden coartar la libertad sindical, el derecho a la difusión de información y la vigilancia del cumplimiento de la normativa laboral y de prevención de riesgos.

Para reconvertirse en una multinacional competitiva y rentable, Correos ha entonado el "todo vale". Que estas muertes durante el desempeño del trabajo no hayan provocado la más mínima reacción en forma de actuación decidida y responsable para salvaguardar la integridad de la plantilla, demuestran el nivel de desprecio que siente la directiva por quienes nos partimos la espalda cada día en el puesto de trabajo.

Somos nosotras y nosotros quienes intentamos sostener un servicio público de calidad a pesar de todas las trabas empresariales, a pesar de una Junta de Administración que ha puesto Correos al servicio de gigantes como Amazon relegando las necesidades de la ciudadanía, que sólo piensa en cuántas mercancías puede mover por el mundo al día y en lo ricos que se están haciendo mientras nosotros enfermamos y perdemos la vida dónde jamás habríamos de perderla.

Mario Murillo (@MarioMurilloPTD), trabajador de Correos y sindicalista

 

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