Voces del mediterráneo

El viejo rostro del apartheid: el lobby israelí en España

Poca gente sabe que Nelson Mandela, considerado un referente mundial de la lucha contra el racismo desde los años sesenta, estuvo incluido en la lista de presuntos terroristas de Estados Unidos hasta el año 2008. Fue excluido de ella por una iniciativa del senador John Kerry, que pretendía así ayudar a "borrar por fin la enorme vergüenza de haber deshonrado a este gran líder al haberle incluido en la lista de terroristas de nuestro Gobierno". La calculada diplomacia de las palabras de Kerry escondían una vergüenza aún mayor, una realidad a la que era mejor no aludir: las grandes potencias del autodenominado "mundo libre" habían estado apoyando durante más de seis décadas al brutal régimen racista sudafricano. Desde mitad del siglo XX, el apoyo a la Sudáfrica del apartheid sirvió a diversos intereses geoestratégicos de los países occidentales en África.

A partir de los años sesenta, parte de la sociedad civil occidental comenzó a responder a la llamada de la población negra sudafricana a boicotear al gobierno que le oprimía. Activistas y políticos como Peter Hain o Jeremy Corbyn iniciaron acciones directas no violentas que pusieron el foco sobre una injusticia que hasta entonces había sido aceptada, ignorada en el mejor de los casos, por la prensa y la opinión pública occidental. La respuesta de los gobiernos que apoyaban a la Sudáfrica racista fue la esperada: detenciones y acciones judiciales contra el activismo antirracista. El gobierno sudafricano contaba además con un poderoso lobby en Europa que difundía propaganda contra el Congreso Nacional Sudafricano, el partido de Mandela, acusándolo de terrorismo e incluso de racismo; tratando, en definitiva, de hacer pasar a las víctimas por agresores. Este lobby estaba en perfecta conexión con políticos conservadores y gobiernos de muchos países europeos.

La criminalización de quienes se oponían al apartheid pretendía crear un ambiente de miedo que tuvo éxito durante mucho tiempo. Solo la perseverancia de la sociedad civil en su lucha contra el racismo logró, tras décadas de lucha, aislar internacionalmente al gobierno sudafricano y obligarle a abolir el apartheid. El argumentario contra el boicot al apartheid era muy sencillo: el activismo antirracista era "en realidad" una forma de racismo "antiblanco", un apoyo al "terrorismo negro" y al comunismo, el gran enemigo de Occidente en plena guerra Fría.

Hoy en día, semejante argumentario repugna a cualquier persona con un mínimo de conocimiento histórico y de conciencia ética; en aquel momento, aquella lógica funcionó. Hoy, la historia se repite. El "mundo libre", nuestros gobiernos occidentales, apoyan en pleno siglo XXI al régimen de apartheid de Israel.

El apartheid israelí

Israel fue fundado sobre una limpieza étnica masiva de la población palestina nativa en 1947-48. Más de 400 pueblos y ciudades palestinas fueron borradas del mapa. El 80% de la población palestina fue masacrada o expulsada de sus casas a punta de fusil. En 1967, Israel conquistó el resto del territorio de la Palestina histórica (Cisjordania y  Gaza), y comenzó inmediatamente a colonizar los nuevos territorios conquistados mediante la transferencia de población civil judía israelí, un hecho prohibido por la IV Convención de Ginebra, desplazando de nuevo por la fuerza a la población palestina. Hoy hay más de cinco millones de palestinos, repartidos principalmente en Cisjordania, Gaza, Siria, Líbano y Jordania, viviendo en campos de refugiados.

En Gaza, más de dos millones de personas viven bajo el bloqueo israelí en condiciones infrahumanas, en la mayor cárcel al aire libre del mundo. Los palestinos de Cisjordania viven encerrados en pequeñas zonas aisladas entre sí, al modo de los bantustanes sudafricanos, sometidos a la jurisdicción militar israelí. Sus "vecinos" israelíes, los colonos ilegales, gozan como ciudadanos de pleno derecho de la jurisdicción civil israelí. En muchas zonas de Cisjordania, los palestinos no pueden usar las mismas calles, las mismas carreteras o los mismos medios de transporte que los colonos israelíes. Un mismo territorio, distintas leyes según la procedencia étnica, cultural o religiosa.

Los palestinos han ganado muchas batallas diplomáticas en las instituciones del derecho internacional: las resoluciones 194 y 242 de las Naciones Unidas reconocen el derecho de retorno de todos los refugiados palestinos y exige a Israel la retirada de los Territorios Ocupados. Hay, de hecho, más de 100 resoluciones la ONU condenando a Israel por su trato a los palestinos. Israel no ha cumplido ninguna.

De momento, las victorias diplomáticas palestinas no han servido de nada en la práctica. Como sucedió con la Sudáfrica racista, la práctica totalidad de los países occidentales, incluyendo a España, tiene acuerdos comerciales preferentes con Israel y un suculento negocio de compraventa de armas con ese país. Los palestinos son, en 2018, los negros sudafricanos del siglo XX. Como entonces, existe un llamamiento de la sociedad civil palestina al boicotear de forma pacífica a Israel para acabar con el régimen de apartheid: el movimiento internacional no violento de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS). Como entonces, miles de ciudadanos occidentales, incluyendo a numerosas asociaciones judías, han respondido a esa llamada. Y como entonces, existe un lobby israelí que trata de criminalizar al Pueblo Palestino y a los activistas por los Derechos Humanos del BDS. Ese lobby, en España, tiene siglas, nombres y apellidos.

El lobby de Israel en España

La Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), asociación que se arroga la representación oficial de los judíos en España, ignora la existencia de  asociaciones judías que, como IJAN o Junts, nos oponemos frontalmente a las políticas racistas de Israel. Su presidente, Isaac Querub, tildó de defensiva la masacre de Gaza de 2014, en la que la aviación  israelí arrasó barriadas enteras y bombardeó deliberadamente hospitales y escuelas de la ONU habilitadas como refugios. Más de 2000 palestinos murieron bajo las bombas y los escombros, la mayoría civiles, entre ellos más de 500 niños.

Incansable  portavoz del mensaje de que el movimiento BDS es racista (antisemita), es Querub quien se posiciona a favor de prácticas racistas de Israel: hace solo tres meses declaró que Jerusalén es la capital de Israel porque así lo ha votado el parlamento israelí, y porque aparece mencionada 800 veces en la Torah. La legislación israelí y los textos sagrados judíos de hace 3000 años parecen ser más relevantes para Querub que la legislación internacional vigente, que considera ilegal la ocupación y la colonización israelí de Cisjordania y  de la parte palestina de Jerusalén.

La misión declarada de la asociación Acción y Comunicación sobre Oriente Medio (ACOM) es "reforzar la relación entre España e Israel a través del trabajo conjunto con el gobierno, los partidos políticos y la sociedad civil". Constituye la línea dura más visible del lobby de Israel en España justificando las políticas racistas de ocupación y colonización israelíes. De hecho, para ACOM ni siquiera existe la ocupación; los Territorios Ocupados Palestinos son "territorios en disputa". Llegan a poner en duda la propia existencia de la identidad palestina basándose en que "ni una sola tribu palestina identifica sus raíces en Canaán". De nuevo, la mitología bíblica prevalece sobre la legislación internacional y sobre la realidad de que la mayoría de israelíes proviene de países como EEUU, Polonia, Rusia, Francia, Argentina o España. ACOM se sitúa así en la línea del gobierno supremacista israelí: mientras cualquier judío sionista tiene derecho a emigrar a Israel o a instalarse como colono ilegal en los Territorios Ocupados, la población palestina desplazada a la fuerza de la tierra en la que ha vivido durante decenas de generaciones son "árabes" que nacieron en el lugar equivocado.

Su estrategia de comunicación es particularmente agresiva, basada en tratar de vincular cualquier crítica al apartheid israelí con el antisemitismo y el terrorismo. En su  web nos informan de que que grupos como CáritasONGs como  Médicos del Mundo, Save the Children, Médicos sin Fronteras o Intermon Oxfam son antisemitas.

ACOM tiene especial fijación en criminalizar a los partidos españoles de izquierda, especialmente a Unidos Podemos, vinculándolos tanto al antisemitismo de inspiración nazi como al "terrorismo genocida de Irán". Uno de sus fundadores, David Hatchwell, aprovechó su cargo de presidente de la Comunidad Judía de Madrid (CJM) para afirmar, en el acto de conmemoración de las Víctimas del Holocausto de 2017, que el antisemitismo brota "sobre todo ahora, de una izquierda radical, ignorante". El acto estaba organizado precisamente por el Ayuntamiento de Madrid, presidido por Unidos Podemos.

El lobby debió pensar que no era pertinente que una figura judía tan relevante como Hatchwell insultase en la cara a quienes le habían invitado a un acto por las víctimas del Holocausto. ACOM organizó una charla de concienciación contra el "antisemitismo de izquierdas" y contra el BDS, a la que asistieron los portavoces en el Congreso de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, y del Partido Popular, Pablo Casado. No sabemos si se lo echaron a suertes, pero en 2018 Casado fue el encargado de relacionar el Holocausto con los ayuntamientos del cambio, en una clara alusión a Unidos Podemos. Tras la lluvia de críticas que recibió en la prensa y en las redes sociales, una de las cuentas de Twitter de la  embajada de Israel en España se apresuró a salir en su defensa. Una embajada que se dedica a hacer campaña electoral contra políticos de Unidos Podemos, aunque de vez en cuando les toque borrar algún tweet. Una embajada que ejerce suficiente presión sobre la política y los medios de comunicación españoles como para lograr, por ejemplo, que RTVE retirase a la periodista Yolanda Álvarez como corresponsal en Gaza mientras cubría el ataque israelí de 2014.

La criminalización de la izquierda por parte del lobby israelí español, y su instrumentalización del Holocausto con fines políticos, está en perfecta sintonía con la propaganda del gobierno racista de Israel. Un botón: su primer ministro, Benjamin Netanyahu, no tuvo ningún reparo en afirmar en 2015 que los palestinos incitaron a Hitler a cometer el Holocausto. El propio gobierno alemán salió escandalizado en defensa del Pueblo Palestino, asumiendo plenamente la responsabilidad del Holocausto y pidiendo a Netanyahu que no cambiase la historia.

El papel del judaismo contra el apartheid israelí

Aunque Israel, y en España la FCJE, trate de arrogarse la representación oficial de los judíos, numerosas asociaciones y personalidades judías se posicionan contra las políticas racistas de Israel. De forma creciente, muchos judíos apoyan o se suman al movimiento BDS. Los dirigentes de la organización judía estadounidense Jewish Voice for Peace (JVP) tienen prohibida la entrada a Israel desde enero de 2018. Se demuestra así que Israel no es, como pretende, el país de los judíos, es solo el país de aquellos judíos que no critiquen sus políticas racistas hacia los palestinos. Es el propio Israel quien ha decidido que existen judíos aceptables y judíos no aceptables.

En movimientos de solidaridad como el BDS, no se hacen distinciones entre judíos o no judíos. Por el contrario, respetamos la diversidad; estamos unidos en la lucha por los Derechos Humanos contra el antisemitismo, islamofobia, gitanofobia o cualquier otra forma de racismo o segregación.

Cerramos con una cita de Jewhish Voice for Peace sobre el uso tergiversado de la palabra antisemitismo que hacen tanto Israel como sus lobbys en todo el mundo:

Quienes buscan mantener el status quo en Palestina/Israel usan de modo rutinario falsas acusaciones de antisemitismo y definiciones inexactas y perjudiciales del antisemitismo en un intento de silenciar las voces críticas de las políticas de Israel contra los palestinos. Nadie debería subestimar el poder de una acusación de antisemitismo, y cuando las falsas acusaciones de antisemitismo son usadas para soslayar la responsabilidad de Israel por la desposesión de los palestinos, estas acusaciones deben ser reconocidas como censura. [...] Desde JVP hemos visto cómo las falsas acusaciones de antisemitismo han enturbiado el concepto de antisemitismo en todas las áreas de nuestro trabajo. Esperamos que esta declaración fortalezca el movimiento por la justicia para Palestina en los Estados Unidos clarificando la diferencia entre las expresiones de antisemitismo y el apoyo a los derechos humanos de los palestinos.

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