El óxido

Mi bisabuelo y Eurovegas

Hace algún tiempo, cuando me presentaban a alguien, generalmente por la noche y con una copa de más, solía contar la historia de que mi bisabuelo había fundado la ciudad de Las Vegas. El relato era tan disparatado que, junto con la coincidencia del apellido, un porcentaje muy mayoritario de ingenuos caían en la trampa y escuchaban asombrados las peripecias de mi pariente y su empeño por abrir el primer casino en pleno desierto de Nevada. La mayor parte de las veces acababa contando la verdad, ya fuera por mala conciencia o por incapacidad para soportar la risa. Pero cuando alguien me caía mal dejaba que la historia siguiese su curso y el crédulo se marchaba pensando que había conocido efectivamente al bisnieto del fundador de la primera mesa de blackjack de Las Vegas.

Ahora Sheldon Adelson, quien sabe si un pariente lejano de quien firma este artículo, pretende fundar en plena Comunidad de Madrid una nueva ciudad del vicio. Llevará el nombre de Eurovegas, una denominación de mal agüero en vista de las horas aciagas por las que atraviesa la moneda común. Pero ya se sabe que todo lo que lleva el prefijo euro- tiene una pátina de continentalidad que viene muy bien para los asuntos crematísticos y al magnate americano no se le escapa una en lo que a la pecunia se refiere.

Vaya por delante que no me escandaliza el negocio del juego. No se trata de moralizar sobre una actividad que, por más nociva que sea y por poco que me guste, entra dentro de los límites de la libertad individual. No es ahí donde le veo problemas al proyecto de Eurovegas. Tampoco la prostitución me provoca ningún conflicto moral, siempre que sea ejercida por propia decisión y no bajo el yugo de las mafias o de la miseria más absoluta. El proyecto, en vista de su pariente americano, me parece sobre todo hortera. Pero no me merece más que una consideración estética que en todo caso es irrelevante y en nada original, habida cuenta del mal gusto que suele reinar en los grandes complejos de ocio de nuestra costa mediterránea.

Lo que me provoca rechazo de Eurovegas es, en primer lugar, su principal artífice. Sheldon Adelson es un personaje oscuro, vinculado con el crimen organizado y la ultraderecha norteamericana y al que se le ha acusado de nada menos que de extorsión y sobornos. Y no parece que ese sea el modelo empresarial que España debería importar. Tampoco parece razonable que, toda vez que en los últimos tiempos se ha venido cuestionando nuestro modelo productivo basado en el ladrillo, ahora sea la construcción de grandes complejos hoteleros lo que vaya a solucionar el problema del desempleo en España. Y este argumento sirve tanto para Eurovegas como para Barcelona World, la contrapogramación del Govern de la Generalitat de Catalunya, basado en la construcción de seis parques temáticos (a cada cual, seguramente, más hortera) y apadrinado por Enrique Bañuelos, otro empresario de dudosa catadura moral.

Lejos de impulsar las inversiones en I+D+i, de las que España está tan necesitada, nuestras autoridades apuestan por un modelo proclive a la temporalidad laboral, a la creación de burbujas inmobiliarias y a la corrupción urbanística. En el caso de Adelson además es bien conocido su desprecio por los más elementales derechos laborales, empezando por el de sindicación, lo cual debiera ser motivo más que suficiente para poner tierra de por medio con un personaje tan oscuro.

Pero quizás lo más grave de este asunto son los cambios legislativos y las ventajas fiscales que Adelson pretende conseguir en nuestro país y que algunos de nuestros políticos, empezando por Esperanza Aguirre, han saludado con entusiasmo. Porque una transformación ad hoc de las normas supone horadar los principios de seguridad jurídica y de igualdad ante la ley. Un asunto por cierto el de la seguridad jurídica por el que se ha criticado en nuestro país, no sin parte de razón, al gobierno argentino ante la expropiación de YPF.

Para quienes defienden Eurovegas, todos los motivos expuestos anteriormente pierden valor por la cantidad de puestos de trabajo que generaría el complejo de ocio en unos tiempos donde el paro habita en cada hogar. Se habla de 200.000 empleos entre directos e indirectos, lo cual es tan absurdo que no soportaría un mínimo examen de veracidad, máxime teniendo en cuenta que el magnate norteamericano tiene 40.000 empleados en todo el mundo. Incluso si nos creyésemos que Adelson va a crear otros 40.000 puestos de trabajo en España, algo sencillamente impensable, habría que confiar en que la ratio empleo directo-indirecto fuera de 1:5, o lo que es lo mismo, cinco trabajadores indirectos por cada empleo directo. Una auténtica barbaridad que, se mire por donde se mire, no se sostiene. Hay quien cuestiona incluso la verdadera viabilidad del proyecto, toda vez que Sheldon Adelson solo tiene pensado aportar una cuarta parte de la financiación, que deberá ser completada por entidades bancarias e instituciones públicas.

En definitiva, el proyecto de Eurovegas parece más bien una gran estafa que vamos a tener que pagar todos más tarde o más temprano. Un engaño de un señor que se ha marcado un farol en un país que se vende a precio de saldo. Si mi bisabuelo levantara la cabeza...

Eurovegas

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