El óxido

Sobre la independencia de Catalunya

Tras el éxito de la manifestación por la independencia en la pasada Diada de Catalunya, creo que es necesario hacer un ejercicio de reflexión colectiva para afrontar el futuro a corto y medio plazo en lo que a la cuestión territorial se refiere. Ahí van algunas consideraciones al respecto:

a) La situación creada tras la multitudinaria manifestación de Barcelona supone un punto de inflexión en las relaciones entre Catalunya y el Estado. Casi con toda seguridad se ha llegado a una zona de no retorno.

b) Esta situación debería ser abordada sin dramatismos, con voluntad democrática y de entendimiento por todas las partes en juego. Sería sano desterrar las amenazas, los envites, los maximalismos, el revanchismo y las posturas intransigentes. Los medios de comunicación tienen una especial responsabilidad en la construcción de un clima de respeto mutuo.

c) La voluntad de independizarse de España de una parte muy importante de la sociedad catalana –quién sabe si mayoritaria- es manifiesta. No se puede minimizar, caricaturizar o despreciar ese planteamiento.

d) Dicho lo anterior, es también un hecho que una parte de la sociedad catalana no es independentista y que su voluntad deberá ser valorada igualmente en cualquier proceso que pudiera iniciarse.

e) Esta expresión de una voluntad soberanista amplia en Catalunya se da en un momento muy delicado de la historia de España, con una crisis económica que afecta de manera muy significativa a los ciudadanos y que alimenta movimientos tanto centrífugos como centrípetos en sus versiones más extremas. Está por ver que el aumento exponencial de la voluntad independentista que reflejan las encuestas en los últimos dos años sea algo más que un fenómeno coyuntural.

f) Parece razonable plantear la necesidad de que se inicie un proceso de reflexión sobre la realidad territorial española donde participen representantes políticos y sociales, expertos, intelectuales, etc... Es un hecho que el actual Estado de las Autonomías no colma las aspiraciones de los ciudadanos de algunas comunidades autónomas y sería deseable buscar caminos intermedios basados en la negociación que no acaben convirtiéndose en un juego de suma cero.

g) Sería deseable evitar en la medida de lo posible las asimetrías que pudieran generar un futuro malestar en algunos territorios que hoy conforman España. En ese sentido un proceso federalizante podría atenuar el conflicto, aunque no solucionaría los problemas planteados por las posiciones más extremas.

h) Es necesario evitar todo tipo de victimismo y neutralizar los discursos populistas, etnicistas o mitológicos que se dan tanto en Catalunya como en España.

i) El independentismo catalán debería desterrar de su relato cualquier referencia a otras comunidades autónomas. Eso solo puede alimentar el agravio comparativo en uno u otro sentido y fomenta la falta de empatía entre Catalunya y el resto de España.

j) Hay que reconocer que el déficit fiscal catalán es un asunto mal resuelto que provoca malestar social y que urge abordarlo. Pero la sociedad catalana debería valorar también los privilegios políticos, económicos, competenciales y de infraestructuras que ha tenido Catalunya con respecto a otras comunidades autónomas.

k) Si bien es cierto que el modelo de financiación ha situado a Catalunya en una situación económica muy delicada, no lo es menos que ha sido el gobierno de Artur Mas quien ha emprendido los recortes más duros y antisociales de todas las comunidades autónomas. No es descartable que la bandera de la independencia sea una huida hacia delante de CiU con la intención de descargar parte de su responsabilidad en España.

l) Cualquier proyecto político para Catalunya, ya sea unionista o secesionista, debería integrar a la parte contraria en un modelo basado en la convivencia de distintas sensibilidades. Debería evitarse la política de frentes nacionales.

m) No se puede utilizar la Constitución de 1978 como escudo contra un proceso secesionista. Eso supondría de facto enfrentar dos poderes constituyentes de distinto signo. Ya va siendo hora de reformar una Constitución que una parte muy importante de la sociedad española no ha votado. Solo puede blandir la Constitución como excusa quien no tiene ninguna voluntad de que ésta sea reformada para adaptarla a la actual realidad española.

n) Dicho lo anterior, parece poco razonable la exigencia de que el Estado establezca mecanismos para su propia desintegración. Pero al mismo tiempo es una obligación para el Estado buscar las fórmulas menos conflictivas para solucionar los problemas de integración territorial, incluso aunque puedan abrir la vía a la independencia.

o) La inviabilidad económica de una Catalunya independiente es un argumento torticero y sin fundamento científico alguno.

p) El instrumento del referéndum sobre la independencia debería ser un recurso último en una situación donde el consenso se encuentre bloqueado y se hayan explorado todas las vías intermedias.

q) Si bien es la sociedad catalana la que tiene la última palabra a través del referéndum, la sociedad española no puede ser dejada al margen en un proceso en el que también es parte interesada. Los mecanismos de la consulta (censo, preguntas, procedimientos electorales, plazos...) deberían ser negociados entre los representantes políticos de la sociedad catalana y la española.

r) Una mayoría simple no parece el mejor método para decidir en un proceso tan importante como este. Debería establecerse algún mecanismo de mayoría cualificada que garantizara la expresión de la voluntad inequívoca de la mayoría social catalana.

s) No se puede blandir un presunto derecho de autodeterminación de los pueblos ilimitado que tan solo ha existido en procesos de descolonización. Habría que matizar sus límites y su alcance o de lo contrario estaríamos legitimando la capacidad de cualquier grupo humano para crear Estados en un ejercicio puramente voluntarista, lo cual sería sencillamente absurdo.

t) Los argumentos etnicistas no parecen razonables en un mundo donde las realidades culturales son cada vez más permeables y mestizas. Los sentimientos nacionales, por su carácter prerracional, deberían quedar al margen del debate público y la clase política debería asumir que tan legítimo es sentirse catalán como español.

u) La independencia solo debería ser planteada como un ejercicio para resolver un problema que no pueda ser resuelto de otro modo. Parece dudosa la pertinencia de crear nuevos Estados que no sirvan para evitar una conflictividad territorial mayor.

v) La voluntad de independencia de Catalunya tendría que lidiar con su propia territorialidad de un modo tan democrático como el que se exige para su ejercicio de soberanía. Habrá que atender a la peculiaridad de territorios como el Val d’Aran, la franja de Aragón u otros pertenecientes a los llamados Països Catalans. En un eventual proceso de independencia ese asunto debería quedar lo suficientemente claro como para que no se diesen disputas territoriales entre España y Catalunya que no atendieran a la voluntad de los habitantes de esas zonas.

w) Por último, un proceso de independencia de Catalunya como el descrito en el que se den todas las garantías democráticas y de respeto al pluralismo debería ser motivo suficiente como para que España avalara la participación catalana en los diferentes organismos supranacionales. Al mismo tiempo los lazos históricos, sociales, culturales y económicos entre Catalunya y España harían necesario establecer unas relaciones privilegiadas entre ambos Estados, ya sea en forma de confederación, de libre asociación o cualquier otro modelo posible que además impida la desnaturalización de la minoría catalana no nacionalista.

Senyera

Más Noticias