El óxido

Hijos devorando a sus padres

Que un periódico publique un escándalo de corrupción que afecta a los máximos dirigentes de Covergència Democràtica de Catalunya no debería sorprender a nadie mínimamente informado. Es bien sabido que existen más que sospechas que permiten establecer una relación peculiar entre los líderes catalanistas y las comisiones ilegales. Ya lo dijo en su día Pascual Maragall en sede parlamentaria y, a pesar de que se retractó de sus palabras, todo el mundo recuerda aquello de que "su problema se llama 3%". El caso Millet ha salpicado incluso a Pujol Jr, Secretario General de la formación catalanista . Ya se sabe que cuando un partido ocupa durante tanto años el poder, a pesar incluso del intersticio que supuso el tripartito, se generan unos hábitos malsanos, máxime cuando el sistema democrático no establece los suficientes contrapesos y mecanismos de control que permitan fiscalizar la labor del gobernante.

Pero que el caso de corrupción se publique a una semana de las elecciones catalanas y en un periódico afín al PP despierta algo más que sospechas. Un diario, por otro lado, que tiene por costumbre realizar ese "periodismo creativo" que permite confundir al Grupo Mondragón con la Orquesta Mondragón y llenar titulares amarillos y conspiranoicos con ello. Un diario que nunca se ha caracterizado precisamente por hacer gala de una ética periodística ejemplar.

Si lo que pretendía El Mundo es influir con medias verdades en las elecciones catalanas, parece muy probable que lo hayan conseguido, solo que en sentido contrario al deseado. Todo indica que la publicación de ese pseudoinforme policial, desconocido incluso por el Ministro del Interior, lejos de animar a un castigo electoral hacia CiU, va a alimentar el victimismo de los sectores más conservadores del catalanismo político. Justo lo que se necesitaba en un momento en el que las relaciones entre Catalunya y España no pasan por su mejor momento.

Uno de los obstáculos más difíciles de sortear para abordar la cuestión catalana es el discurso mediático de un españolismo periodístico beligerante, incapaz de entender que España solo puede existir si respeta la diversidad y si tolera proyectos políticos de autogobierno tan legítimos como sus opuestos. Se trata de un monstruo alimentado por el PP y que ahora los dirigentes conservadores desearían que desapareciese para no alimentar el conflicto territorial en tiempos donde el Estado central se encuentra en una situación de especial debilidad. Algo parecido a lo que le puede ocurrir a Artur Mas alimentando un soberanismo que nadie garantiza que pueda dar satisfacción en un futuro próximo. Eso es lo que pasa cuando a uno se le escapa de las manos su propio engendro. Como hijos devorando a sus padres.

El Mundo

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