El óxido

¡Por Dios, que vuelva!

Llevo días deseándolo. Si fuese creyente rezaría para que Aznar volviese a la política. Sería lo mejor que le podría ocurrir a este país. ¿Por qué? Es sencillo. Son muchos los españoles que piensan que Aznar ha sido el mejor presidente del gobierno de la democracia. Que situó a España en la primera fila de la política internacional y fue el artífice del "milagro económico" español. Que no dejó que los nacionalistas se le subieran a las barbas o, mejor dicho, al bigote. Que combatió el terrorismo etarra como ningún otro presidente y no claudicó ante las exigencias de la banda como hiciera más tarde el pusilánime de Zapatero, dispuesto a vender Navarra a cambio de unas migajas de paz en Euskadi. Que bajó los impuestos, privatizó empresas públicas para fomentar la competencia y liberalizó el suelo permitiendo a millones de españoles conseguir una vivienda en propiedad gracias a un mercado hipotecario saneado y sostenible. Que puso coto a la inmigración descontrolada que empezaba a ser un problema de seguridad en nuestras ciudades.

Media España piensa todo eso, si. Pero la otra media, entre los que me incluyo, pensamos que Aznar fue de lejos el peor presidente de gobierno de la democracia. Que con sus modos de dictadorzuelo de medio pelo dejó claro su talante autoritario y su desprecio por las más elementales formas democráticas de diálogo y transparencia. Que metió a España en una guerra injusta e ilegal en la que murieron miles de seres humanos en base a una mentira construida sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein. Que despreció el clamor popular que exigía no embarcarse en la aventura de Iraq. Que su acento tejano y sus botas sobre la mesa en la Casa Blanca fueron el hazmerreir de la política internacional española en la primera década del milenio. Que utilizó la mayoría absoluta de su segunda legislatura como un arma arrojadiza contra el más elemental pluralismo político. Que hizo de Radiotelevisión Española una herramienta de manipulación y propaganda ultraconservadora con personajes tan lamentables como Alfredo Urdaci. Que provocó, con su nefasta gestión, la catástrofe del Prestige que llenó las playas del Norte de España con aquellos "hilillos de plastilina" (Rajoy dixit). Que denominó a la banda terrorista ETA como "Movimiento de Liberación Nacional Vasco" al mismo tiempo que se jactaba de sus políticas antiterroristas de tolerancia cero. Que utilizó a las víctimas del terrorismo como arma electoral contra el principal partido de la oposición. Que en un ejercicio de irresponsabilidad vergonzosa frivolizó sobre la ingesta de bebidas alcohólicas y la conducción mientras cientos de personas perdían la vida todos los años en la carretera. Que provocó la burbuja inmobiliaria y la corrupción urbanística con sus políticas de liberalización del suelo. Que ha sido el mayor responsable de la crisis económica española, por más que el PP presuma de los años del "milagro económico español". Que permitió y se benefició de la financiación ilegal y de los sobresueldos que se pagaban en la calle Génova de mano de Bárcenas. Que se rodeó de algunos de los personajes más corruptos de la historia reciente de España, muchos de los cuales fueron invitados a la boda de su hija en El Escorial. Que enfocó la inmigración como un problema de seguridad ciudadana mientras buena parte de las prestaciones sociales se pagaban gracias a las cotizaciones de los trabajadores extranjeros. Que pretendió engañar a la sociedad española en un vomitivo ejercicio antidemocrático de manipulación sobre la autoría del peor atentado que ha sufrido España con el único objetivo de ganar las elecciones de 2004. Que diseñó y alimentó la teoría de la conspiración sobre el 11-M, mil veces desmentida, tratando de restar legitimidad a la victoria electoral de Zapatero y despreciando a las víctimas de aquella tragedia. Y que por último dispara contra el líder de su propio partido, escogido por él mismo, en una muestra de deslealtad y revanchismo muy poco propia de la responsabilidad que se le debería exigir a un ex presidente de gobierno.

Por todo ello y por muchas más cosas, Aznar ha sido de lejos el peor presidente de la democracia. Y eso que los ha habido muy malos. Ahora amenaza con regresar y yo, personalmente, estoy deseando que vuelva. Le estaremos esperando con los brazos abiertos... ...y las armas cargadas.

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