La derechización de los hombres

Alvise Pérez, candidato de Se Acabó la Fiesta a las elecciones europeas. / EFE
Alvise Pérez, candidato de Se Acabó la Fiesta a las elecciones europeas. / EFE

Sabíamos que los hombres son más de derechas que nunca. Es evidente que cuanto más a la derecha nos vamos, más hombres hay. Ahí tienen los datos de los votantes del ultra Alvise: 800.000 votos entre los que apenas hay mujeres, como tampoco las hay en sus canales de desinformación. Son los hombres los más propensos a los discursos de odio, y particularmente a los discursos antifeministas. El caso de Alvise nos recuerda que un Trump no solo puede ocurrir en Estados Unidos y un Milei no solo puede ocurrir en Argentina. 800.000 votos son muchos votos para un chaval de 30 y pocos años cuyo único oficio ha sido el de intentar medrar en partidos políticos: primero en UPyD, luego en Ciudadanos y después en Vox. Su éxito no radica en haber aparecido en los medios tradicionales, no los ha necesitado. Ha tirado de redes sociales, una muy buena financiación (les toca el turno a los medios de comunicación de destapar quiénes están detrás) y, sobre todo, muchos bulos. Muchos. Principalmente acerca de personas del PSOE, pero no solo.

Por ejemplo, difundió, sin pruebas, que Álvaro Prieto, el chico cordobés al que se le perdió la pista en una estación del AVE, habría sido asesinado por "un grupo de gitanos". Sin un programa electoral concreto, Alvise ha utilizado promesas absurdas para atraer votos, como la construcción de una cárcel gigante para meter a Pedro Sánchez o señalar con rostro y nombre completo a un ciudadano —que no estaba ni en el país— como implicado en el asesinato de los guardias civiles de Barbate. En realidad, la única intención de Alvise al presentarse a estas elecciones, confesada por él mismo, es la de aforarse y dificultar que puedan prosperar más denuncias por bulos y calumnias.

Alvise es la encarnación de la derechización de los hombres que volcaba el CIS, sobre todo la de los más jóvenes. Hombres a los que se les prometió el oro y el moro por ser varones y el auge del feminismo, entre otros, les jodió los planes. Hombres que añoran un pasado que solo han visto en películas bélicas o en memes. Abascal se les quedó pequeño, o boomer, o quizás a la izquierda. Alvise encarna lo que ellos de verdad admiran: te dicen de él que es un tío sin pelos en la lengua, que dice las verdades incómodas, que se enfrenta al sistema, etc. Para sus seguidores, Alvise es como un héroe de Marvel: ha venido a salvarlos a todos, a darles a cada uno muchísimo dinero con empleos increíbles y un harén de mujeres para cada uno.

Parecen no preguntarse, quizás para que no se les caiga el castillo de naipes, cómo es que Alvise, que no ha doblado el lomo en su vida, siempre vaya de punta en blanco, con carillas en los dientes y mucha pasta encima. (En la última ocasión que tuvimos de verlo hacer esfuerzo físico acabó por los suelos tras una carrerita). Alvise no es el superhéroe que necesitaban, solo es un trol difundiendo bulos que ellos desean que sean verdad, y cuando resultan no ser verdad, pues que se joda quien sea, los superhéroes también se equivocan. Tanto se equivoca el suyo, que ha tenido que aforarse para que sea un laberinto jurídico ir a por él. El flujo de bulos ahora será mucho mayor: si antes no se cortaba, imaginen ahora que está blindado.

Alvise y sus (como los llamó El Mundo) "asesores desconocidos" han conseguido engañar a sus seguidores y dar la campanada europea. Ahora ha dicho que su sueldo como eurodiputado lo sorteará entre los suscritos a su newsletter, y realmente el nivel es tan bajo que hay gente apuntándose, porque piensa que este tipo de verdad le va a regalar dinero, cuando precisamente pide donaciones constantemente. Echen cuentas, entre lo que viste, lo que viaja, lo que tiene que pagar en condenas a quienes lo demandan por difamación... es mucha pasta, y él dice sacarla —exclusivamente— de los hombres que le donan. Esos mismos hombres piensan que el dinero que le dan, de repente, se puede convertir en un retorno con un beneficio del millón por ciento. 

No creo que la fe en Alvise tenga que ver con la idiotez o el no haber abierto nunca un libro, más bien creo que es solo eso, fe. Fe ciega, que siempre se desarrolla cuando uno está muy necesitado o muy rabioso o muy impotente. La disonancia cognitiva te hace discriminar las evidencias y hasta tu propio raciocinio para que todo cuadre. Y la necesidad de estos varones más jóvenes es la que el individualismo, el capitalismo y el machismo les han metido en vena: todos merecen una casoplón, un cochazo, una rubia y una empresa con muchos beneficios. Si no lo consiguen, no me jodas, debe de ser cosa de Pedro Sánchez, de las feministas o de Catalunya. Con Alvise, todos esos van a sufrir la gota gorda, y eso es un deseo casi mayor que el del cochazo, el casoplón, la rubia y la empresa. El voto de la derecha siempre es así: yo lo que quiero es que se joda el vecino, que es gilipollas, y ya si me dejas otro deseo te pido para mí.  

En estas mismas elecciones se ha presentado un partido llamado Partido Feministas al Congreso. El único que se ha posicionado como progresista, feminista y abolicionista de la explotación de las mujeres. Es jodido, pero sí, el único de todos los partidos. Y de izquierdas no había pocos precisamente. El PFAC fue ignorado por la prensa (especialmente la de izquierdas) cuando se fundó, más tarde cuando no se pudo presentar a las elecciones debido al adelanto de las mismas y ahora ha vuelto a ser ignorado en estas elecciones. Aún así, sin ninguna cobertura de ningún tipo, sin ninguna financiación y siendo las miembras en su mayoría mujeres que superan los 60 años (y que piden amablemente que las renueven), han conseguido 30.000 votos. Son muchos votos cuando nadie sabe que existes. Son exactamente 29.996 mujeres más de las 4 que cabían en un taxi (que contabilizó Echenique). Pero del trato que las feministas hemos recibido de los partidos de izquierdas en los últimos años hablaremos en otro artículo. Si da tiempo, porque lo mismo para el próximo ya no queda ninguno, se desangran a la misma velocidad que la ultraderecha se reinventa.

Decía la politóloga argentina Flor Freijo el otro día que la izquierda argentina primero subestimó el poder de Milei. Es cierto, según los sondeos. Luego, una vez en la Casa Rosada, subestimaron lo que podría hacerle al país. Hoy, seis meses después, hay seis millones de nuevos pobres en Argentina y hambre, un hambre que no está ni cerca de calmarse. Argentina, cuando se dio cuenta, ya tenía a un demente con motosierra a los mandos. 

Aquí, la izquierda, la única que puede parar a una derecha y ultraderecha encantadas de conocerse, parece no querer saber nada de sus propias votantes, de las necesidades, reclamaciones y manifestaciones de las que depositaron toda su confianza y esperanza en dichos partidos. Recordemos que PSOE y Sumar lo primero que pactaron (antes que cualquier otra cosa) fue no tocar la explotación reproductiva y sexual de las mujeres. De Podemos ni hablamos, que estuvieron cuatro años en el poder y, aunque lo llevaban en programa, no hicieron absolutamente nada, muy al contrario, atacaron a las que reclamábamos que cumplieran. El PSOE es el PSOE... desde que tengo uso de razón es socialdemocracia, así que siempre ha tenido a alguien a su izquierda, porque es fácil tenerlo, claro, pero desde la disolución de IU, esa izquierda cada vez se entendía menos, y sus discursos y políticas cada vez eran más nicho y más alejadas de la calle, de las asociaciones, de las mujeres, de las más precarias. Una izquierda alejada de las mujeres que malviven en la calle —como dijo Carol, superviviente de la prostitución—, mujeres a las que "para qué van a poner un trozo de pan en la boca cuando ya se comprarán ellas un bocata con el dinero del putero". Es una izquierda extraña, deluxe, con la que cuesta enganchar cuando eres una currita; una izquierda que te deja fría en el mejor casos. Es una izquierda que ya una no reconoce, por pija y por estrategias y formas de comunicarse con la ciudadanía que nada tienen que envidiar a la vieja política. Muchas veces, parecen intercambiables con el PSOE. Una izquierda que parece más preocupada en conseguir sillones que en el bien común, una izquierda que ha convertido la lucha por el bien común en hacer del deseo individual un derecho. 

El abstencionismo del que nadie habla, ese que ha vuelto a ganar las elecciones, es su legado y también su ruina. Porque la derecha vota, vota siempre en su inmensa mayoría. La autocrítica que debe hacer la izquierda a la izquierda del PSOE es tan profunda que no se salda con un par de dimisiones, un quita tú para ponerme yo.

Está claro que la derecha ataca al feminismo para ganar adeptos entre "los hombres que tienen miedo de las mujeres sin miedo", Freijo dixit, pero atacar a las feministas siendo de izquierdas es el movimiento más estúpido que se ha hecho en muchísimo tiempo. Y los partidos que se dicen de izquierdas lo han hecho de forma constante, y lo siguen haciendo. 

Escuchen a las feministas. Como han podido comprobar, no nos quieren enfrente.