Este martes Italia denegaba el acceso a sus puertos al carguero mercante Vos Thalassa, que llevaba a bordo a 66 inmigrantes recogidos en una embarcación a punto de naufragar en aguas mediterráneas. La semana pasada se confirmaba el cierre de puertos en Italia y Malta a embarcaciones de onegés de rescate en el Mediterráneo. El vicepresidente italiano, Matteo Salvini, daba inmediatamente unas declaraciones tajantes: "Mientras siga habiendo gente que ayude a los traficantes a hacer su trabajo, los viajes seguirán y con ellos las muertes. Y estoy harto de ver a gente inocente morir. Hay que dejar que las autoridades libias, reconocidas internacionalmente, hagan su trabajo."
Salvini tiene razón. Las oenegés se empeñan en solicitar que se cumpla la obligación de socorro en el mar y otras hablan de ayuda humanitaria. Pero la respuesta oficial siempre es la misma: no se trata de omisión de socorro, se trata de que esa ayuda la brinden nuestros compañeros libios, que para eso les pagamos.
Salvini tiene razón. Es cierto que los viajes en patera los organizan mafias que se lucran metiendo a centenares de personas en barquitos que apenas tienen capacidad para albergar a unas decenas. Es cierto que las autoridades libias, que forman parte de un gobierno fallido, cuentan con el reconocimiento y el apoyo internacional liderado por la Unión Europea. Es cierto que si el total de las barquitas se hundieran o fueran rescatadas por los guardacostas libios, llegaría un momento en que dejarían de salir.
Las oenegés se empeñan en solicitar que se cumpla la obligación de socorro en el mar y otras hablan de ayuda humanitaria. Pero la respuesta oficial siempre es la misma: no se trata de omisión de socorro, se trata de que esa ayuda la brinden nuestros compañeros libios, que para eso les pagamos. Y les pagamos mucho dinero. El pasado viernes la Comisión Europea aprobó una inversión adicional en Libia de 29 millones de euros para "la protección de los refugiados y los migrantes en los puntos de desembarco, los centros de internamiento, las zonas desérticas del sur y las ciudades."
No existe duda alguna de que en Libia se está torturando, esclavizando, asesinando a los inmigrantes que llegan, de modo que, siguiendo una sencilla regla de tres, no debería existir ninguna duda de que la Unión Europea está pagando para ello.
Efectivamente Libia tendrá más dinero para controlar sus costas y para hacer más campos, de esos que Macron, Pedro Sánchez y Salvini consideran indispensables para gestionar los flujos migratorios que tanto asustan al desinformado electorado, y al resto del tejido social de nuestro continente. Y así la Union Europea está financiando ayuda humanitaria delegada a un país que está siendo estudiado en el marco de una posible declaración de crímenes de lesa humanidad. No existe duda alguna de que en Libia se está torturando, esclavizando, asesinando a los inmigrantes que llegan, de modo que, siguiendo una sencilla regla de tres, no debería existir ninguna duda de que la Unión Europea está pagando para que se torture, se esclavice y se asesine a los inmigrantes que llegan a Libia.
La única forma real de acabar con estas muertes es plantear políticas migratorias que gestionen los flujos de personas desde el respeto más profundo de los derechos humanos
En realidad los gobiernos de la Unión Europea lo tienen muy claro. Los 29 millones de euros para Libia forman parte de los recién aprobados 90,5 millones que vienen a añadirse a los millones ya invertidos hasta la fecha para que Libia, Túnez y Marruecos eviten los movimientos de inmigrantes. Ese dinero sale de las arcas públicas que alimentamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos. Paradójicamente, muchos de esos ciudadanos también invierten grandes cantidades de su dinero en financiar a terceros, organizaciones cuya finalidad es socorrer a los que lo necesitan y/o defender los derechos más básicos de aquellos más débiles, que son los afectados directos de estas políticas inhumanas de gestión migratoria. Pero las organizaciones subcontratadas para hacer el bien solo tienen capacidad para poner parches. La única forma real de acabar con estas muertes, sufrimientos e injusticias es aceptar que las personas hemos migrado siempre y lo seguiremos haciendo, aceptar que la migración forma parte de la esencia misma del desarrollo y la evolución de nuestra raza humana y, sobre esta base, plantear políticas migratorias que gestionen los flujos de personas desde el respeto más profundo de los derechos humanos. Amén.
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