Jorge Moruno
Sociólogo
En 1975, el informe elaborado por la Comisión Trilateral titulado La crisis de la democracia, llegaba a la conclusión de que la gobernabilidad de las sociedades se había complicado, debido a la excesiva implicación de los gobernados en los negocios públicos. La democracia de esta manera, se presenta como un obstáculo ante la necesidad que tiene el capital de valorizarse. Frente a este empacho de implicación del pueblo, en la cosa del pueblo, los autores del informe reivindicaban la introducción de un mayor grado de apatía y desmotivación política por parte de la sociedad.
Ese protagonismo popular sobre sus propias vidas, tenía como consecuencia, un abanico de derechos y condiciones que entorpecían la acumulación de capital. Despolitizar la economía, significa darle una nueva orientación al intervencionismo estatal bajo otra racionalidad, la neoliberal. Había que articular la economía como una modalidad ajena a la discusión, hacer de ella algo que queda fuera de todo debate, lo que implicaba minar las posiciones que sostenían a la fuerza del trabajo en el reparto de la riqueza. Si se desvincula la relación entre economía y democracia, la noción de libertad se separa de la capacidad real de ponerla en práctica. Cuando todo parece poder elegirse hay un tipo de elección que no puede hacerse, la razón del resto de razones, el qué del cómo.
El vicesecretario general del Fondo Monetario Internacional, Min Zhu, alertaba en el último Foro de Davos, que es urgente avanzar en las reformas estructurales en Europa, pero es difícil por los procesos electorales. Zhu, está poniendo en cuestión el último bastión de la democracia europea; el voto de la ciudadanía. Para que funcione aquello que es independiente del resto de cosas, la economía, todo lo demás, la vida y la democracia, debe quedar sometido a esa necesidad trascendental que determina al resto.
En el decurso de los acontecimientos europeos más actuales, presenciamos una vez más, que la economía no es esa pretendida reducción ideológica explicada como un conjunto de gestos técnicos, o como simple aritmética. Desde que la economía cubre el mundo de la vida al completo, hablar de economía significa hablar directamente de las condiciones de vida y hablar de las condiciones de vida, es hablar de cómo se ejerce el poder político y ejercer ese poder, se traduce en cómo se distribuyen los elementos y recursos que comparte una misma comunidad.
La economía recupera su definición nítidamente política, desde el momento que el conflicto vuelve a poner de relieve la discusión en torno al estado de la democracia. Decía Foucault, que gobernar tiene que ver con delimitar el campo de acción de los demás. En gran parte, eso pasa por ordenar el campo de lo pensable dentro de un determinado discurso. Cuando uno construye un relato también construye realidad, la corta y confecciona, no se reduce a expresarla. El poder constituido cuenta con todo armazón de saber y una red de instituciones que dan sentido y legitimidad a la palabra, dentro de una precisa forma de articular la relación entre saber y el poder. Un discurso excluye unas cosas e incluye a otras, pone el acento en algunos aspectos y omite otros. El discurso no es aquello que traduce algo, es aquello a través del cual se consigue ese algo.
La economía entonces, también ordena la realidad con un discurso que separa la dominación de la explotación y la democracia de la libertad. ¿Qué tendrá que ver la democracia con los parados o los precarios? ¿Qué tendrá que ver la corrupción con la desigualdad? Todo. Corrupción por definición etimológica, significa romper el lazo compartido de una comunidad. La política tiene que ver con todo lo que se relaciona con cualquier forma de ejercer poder, y cuando las políticas económicas de la austeridad que se imponen no se pueden cambiar, es la democracia la que borra su rastro. Democracia no es una foto fija, ni un conjunto de lugares comunes vacío de contenido, democracia es siempre una tensión, es democratizar la decisión sobre la cosa pública y ampliar el campo de quién gobierna sobre los asuntos públicos.
Lo cual supone, poder contar con las posibilidades reales para ejercer la decisión y la libertad, o lo que es lo mismo, incluir a la economía en el campo de la decisión democrática como forma de hacer efectiva el ejercicio de la igualdad y la libertad. La libertad debe estar en manos de quienes no tienen intención de hurtarla, esto es, el pueblo, dado que son quienes tienen como única ambición no ser dominados. Si como decía Maquiavelo, son "la pobreza y las riquezas las que nos hacen desiguales", ahí donde existe menos desigualdad hay menos corrupción y por lo tanto, menos posibilidad de actuar a espaldas del interés común y más democracia.
Comentarios
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