Nadie duda de que estamos en un momento excepcional, en un verdadero cambio de época marcado por la crisis económica y en el que se entrelazan crisis ambientales, sociales, de convivencia y de derechos humanos. Las cesiones de la socialdemocracia ante los dogmas conservadores han permitido una ofensiva sin precedentes para la aplicación de medidas profundamente injustas para la mayoría de la población, las clases trabajadoras y los sectores más vulnerables. Se presentan –además– como inevitables y han afectado al conjunto de la izquierda impidiendo alianzas fuertes para luchar contra las imposiciones de los poderes financieros y las máximas neoliberales.
Después de la huelga general, las movilizaciones y la previsión de nuevos ajustes, es imprescindible agitar un proceso para el futuro de la izquierda con sindicatos, fuerzas políticas, colectivos, sectores críticos, activistas y todos aquellos que compartan la voluntad de resistencia y consideren urgente una potente alternativa.
Este proceso es especialmente importante para Madrid y en Madrid. El Gobierno de Esperanza Aguirre había marcado –ya con anterioridad al estallido de la crisis– una hoja de ruta devastadora con un ataque frontal a los servicios públicos, una apuesta sin precedentes por las privatizaciones y una política fiscal profundamente injusta, todo ello atravesado por la corrupción y el despilfarro. Las medidas adoptadas desde el Gobierno central ante la crisis le han servido de coartada para profundizar en sus políticas y para eludir con un descaro descomunal sus propias responsabilidades de Gobierno.
Seguramente por ello han ido surgiendo movimientos que llaman al activismo, que luchan para que en 2011 no se consoliden las políticas conservadoras de la derecha madrileña. Han impulsado plataformas en defensa de los servicios públicos o redes para exigir cambios desde la regeneración política y el control ciudadano, se han movilizado contra la impunidad y en apoyo a las víctimas del franquismo. Han reaccionado al llamamiento de los sindicatos contra las políticas de ajuste y la reforma laboral. Voces que reclaman que toda la ebullición en el espacio de la izquierda sirva para afrontar sin claudicaciones los compromisos que deberíamos aprender a compartir y construir.
Por eso ante las próximas elecciones no hay espacio para el pesimismo ni debería haberlo para las inercias: la crispación y la descalificación son el caldo de cultivo para la indiferencia y la desilusión ante la política. Son el escenario en el que el PP consigue sus mejores resultados, ante la desmovilización de la mayoría que cree imposible una alternativa. Hay que salir de este modelo construyendo una agenda propia desde la izquierda. Cualquier partido que se juegue sobre las mismas bases, con la misma dialéctica y con el mismo formato, nos conducirá a los mismos resultados.
Para pensar en el cambio de verdad en Madrid hay que generar la capacidad para movilizar desde abajo, con todas las voces críticas que se mueven en asociaciones, colectivos, grupos, redes y por múltiples causas. Esa lucha es la que puede conseguir que la mayoría social resignada sea una mayoría de cambio. Es imprescindible alentar una verdadera corriente cívica capaz de actuar desde los ámbitos académicos, científicos, profesionales, sindicales, ecologistas, de la cultura, con los inmigrantes, precarios, estudiantes, dependientes, parados, etc., como expresión de lucha frente a la impotencia que nos conduce al desastre.
Las iniciativas por sí solas y de modo aislado no son motor suficiente de cambio: es preciso trabajar a favor del cambio, crear un movimiento que permita plantear un discurso de regeneración política y de alternativa para Madrid. Un compromiso con un Madrid libre de sospecha, frente a los grupos de presión y al servicio de los ciudadanos y sus derechos, con un desarrollo territorial y económico sostenible. Superador de la confrontación sistemática con el resto de las comunidades, e integrador de aquellos que, viniendo de otros lugares, encuentran en esta comunidad un lugar donde vivir. Es posible construir alianzas con colectivos y ciudadanos que sean capaces de tejer un movimiento plural y representativo de la izquierda social. Con quienes han reaccionado o pueden reaccionar contra las medidas de ajuste de Gobierno pero no se resignan a que la única alternativa signifique la consolidación de la derecha. Es posible trabajar desde valores compartidos para que en Madrid no se consolide una derecha libre de todo complejo y que amenaza con perpetuarse.
Se pueden cambiar las predicciones para mayo de 2011 –en las que, según encuestas, nada parece cambiar sustancialmente– y construir el cambio madrileño por la izquierda. Pero será necesario dar pasos desde los que van a concurrir a las elecciones para entender la excepcionalidad de esta convocatoria, compartiendo las exigencias de estos sectores críticos, a los que se debe alentar. Se debe hacer superando la mera invitación a la participación con un compromiso más amplio de cooperación y aspirar así a adquirir la representación política de un amplio espacio crítico, lo que exige a los partidos del ámbito de la izquierda firmeza en las políticas y apertura en los métodos. Hay condiciones para cambiar Madrid, pero requiere una apuesta creíble para tejer todo lo que se mueve y confluir –sin exclusiones– en frentes amplios de alianzas sociales y políticas con diferentes expresiones, así como objetivos claros y comunes. Intentarlo para Madrid es una responsabilidad que nadie debería eludir.
Inés Sabanés es diputada de Izquierda Unida
Ilustración Jordi Duró
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