BENJAMÍN FORCANO
Los humanos podremos parecernos a un rebaño, pero no somos un rebaño. Que lo seamos es lo que buscan los mastines de la cosa pública. Ellos conocen muy bien las leyes de los comportamientos gregarios; las claves para dominar con el menor costo posible.
El hombre tiene el privilegio de ser libre, aun cuando infinitud de veces ignore que es esclavo de sí mismo y de la sociedad. Y es que llegar al ejercicio de una libertad personal no es nada fácil. En toda sociedad la realidad se interpone entre nuestro yo y el poder informativo. Lo que pasa es que a nadie se le ofrece directa la cara de la realidad; cuando creemos apresarla, hay otros que ya lo han hecho –los dueños del poder mediático–, y nos la muestran modificada con colores del propio interés e ideología.
La vida política, especialmente ahora en nuestro país, es un escenario-reflejo de lo dicho. Lo ha mostrado hasta la saciedad el PP.
El atentado del 11-M es un hecho superclaro del terrorismo islámico. Las elecciones de marzo de 2003, ganadas por el PSOE mediante decisión soberana y mayoritaria del pueblo, es un hecho superclaro. La ilegal, injusta e inmoral participación de España en la guerra de Irak autorizada por el presidente y Gobierno de entonces es un hecho superclaro. La frustración, el rencor y la voluntad del PP, con Aznar a la cabeza, de no aceptar de facto la derrota de las elecciones, es un hecho superclaro.
El acierto de Zapatero de sacar las tropas españolas de Irak es un hecho superclaro. El carácter democrático y moral de las leyes promulgadas por el actual Gobierno: LOE, Matrimonios Homosexuales, Igualdad entre Hombres y Mujeres, Inmigración y Políticas de Normalización, Dependencia y Estado de Bienestar, etc. son hechos superclaros.
Son hechos superclaros el aumento de las pensiones, el descenso progresivo del desempleo, el crecimiento de la economía, la consensuada imparcialidad de la televisión pública, la superaumentada participación de la mujer en puestos de la vida política, etc. Hecho superclaro es la voluntad del Gobierno, debatida y aprobada en su momento por el Parlamento, de abrir negociación con ETA para erradicar para siempre toda amenaza, extorsión, agresión, secuestro y muerte en el País Vasco.
Pues bien, aún siendo así, hay que seguir negando y deformando los hechos y reafirmar que en el presidente del Gobierno sólo ha habido desaciertos.
Es mentira, pero no se ha dejado de repetir, que Zapatero era un débil, un insustancial, un ignorante, un descerebrado en política, un rompedor de España, un juguete de los terroristas etarras, un vendido, un enemigo declarado de la religión católica y de los valores del matrimonio y de la familia, un urdidor de leyes inmorales, un desastre para la imagen de España en su política exterior, un colmo de desaciertos. Zapatero es el responsable de todo, el tirano democratizado, el tonto elegido por más de doce millones de españoles engañados, hay que acabar con él, destruirlo, es el anti-cristo.
Y llegó el lunes el debate más esperado. No fue una sorpresa. El sr. Rajoy volvió con su obsesiva negatividad: Vd., sr. Zapatero, no ha hecho nada en economía, no tiene ninguna idea sobre España, ha hecho de la inmigración un coladero, no le han importado los problemas reales de la gente, no ha hecho sino dividir y crispar, ha negociado con ETA, ha agredido a las víctimas, ha mentido y engañado... Ya podía el presidente desgranarle con datos comparativos la distancia abrumadora entre lo que el PP hizo en sus dos legislaturas y lo hecho por el PSOE en la actual. El sr. Rajoy cero vista y cero oídos. Saltaba a la vista la mejora en todos los campos, cero percepción; ningún reconocimiento, ni una mínima aprobación. No le interesaba el bien de España, sino negar y negar, descalificar, arreglárselas para volver al poder. ¡Qué horror de nihilismo!
Quienes desde fuera contemplan lo que ocurre en nuestro país se quedan pasmados ante las barbaridades que se profieren contra Zapatero.
Los hechos son superclaros. Es obvio que el presidente Zapatero ejerce políticamente un estilo respetuoso, dialogante, humilde y a la vez firme, que aplica desde un Gobierno representado y apoyado por la mayoría. Y es mérito suyo el aguante que ha demostrado ante tanta y tan zafia agresividad.
Si buscamos una explicación a lo descrito, encontraremos que viene de atrás. Los pueblos tienen su historia y el pasado cuenta en el presente. Lo explica en parte un hecho histórico fundamental: en la vida política de España, la Iglesia de la cristiandad o del nacionalcatolicismo siempre anduvo de mano del capitalismo y de la derecha. Se habló de la herejía de cristianos por el socialismo, pero nunca de la herejía de cristianos por el capitalismo. Al socialismo se lo tenía bien marcado por ateo, anticlerical, laicista, perseguidor de la Iglesia y marginador de la Religión. Tras él se esconde –se vuelve a afirmar hoy– el enemigo que pretende arrinconar a la Iglesia y borrar toda huella de Dios en la sociedad. Su meta es sustituir a la Iglesia con una nueva doctrina, unas nuevas leyes, unos nuevos valores y un nuevo credo.
Este es el leitmotiv de ciertos eclesiásticos actuales. El Vaticano II reconoció que la Iglesia, atrincherada en la Edad Media, resultó en buena parte antimoderna, anacrónica, incompatible con la libertad y el progreso, obstaculizadora de la democracia y de los derechos humanos.
Desgraciadamente, los fantasmas reviven y siguen asustando: "el socialismo es un peligro para la Iglesia, una degradación ética, una claudicación de la unidad de España".
Hoy, sin embargo, estamos en tiempos nuevos. Creyentes y no creyentes estamos destinados a entendernos como personas y ciudadanos. Todos compartimos una fe común en el ser humano, y unos y otros asumimos una perspectiva política laica, sea cual sea el partido que esté en el Gobierno. Esa perspectiva se hace operativa estableciendo leyes que regulen la convivencia de todos, aplicando una ética y leyes comunes, vinculantes para todos.
Sin privilegios ni discriminaciones, caminamos hacia la casa común de la dignidad humana, de la razón, de la libertad, de la ética natural, del respeto y confianza mutuas. Las religiones, hechos naturales y legítimos, se erigen sobre esa base y están en su derecho de ofrecer valores, promesas y horizontes específicos que consideren importantes para la felicidad del hombre. Pero libremente.
Benjamín Forcano es sacerdote y teólogo
Ilustración de José Luis Merino
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