Víctor Sampedro
Catedrático de comunicación política. URJC
Los derechos asociados a la libertad de expresión pasarán a ser concedidos por las corporaciones mediáticas y las universidades. Se tramita en EE.UU. una ley que niega su libertad de expresión en internet. Quieren impedir que usted sea la próxima Chelsea Manning o el siguiente Edward Snowden. Quieren acosarle, incluso si usted es solo el novio de un periodista cañero y colabora con él, como le ocurrió a David Miranda. Decretan la guerra eterna contra todos nosotros. Ya se la aplicaron a José Couso. Ahora apuntan contra la ciudadanía que ha demostrado ser capaz de ejercer como sujeto comunicativo de pleno derecho.
La protección de los derechos constitucionales ligados a la libertad de expresión va a ser limitada solo a quienes cobren de los medios y/o estén matriculados en las facultades de comunicación. Aquí tienen la redacción completa de la propuesta. Pueden constatar que donde ponía "person" ahora quieren que ponga "journalist", para que este último (a quien ellos reconozcan como tal) sea titular único del derecho a denunciar al poder. Le darán las credenciales los mismos que le paguen el salario y expidan su título.
La iniciativa demuestra responder al desafío planteado por WikiLeaks, al contener la ya conocida como "cláusula Assange". Lo que ahora llaman un "covered journalist" (periodista cubierto) excluye explícitamente a "toda persona o entidad (...) cuya función principal (...) sea la de publicar documentos de fuentes originales que le hayan sido reveladas sin autorización". Es decir, solo blinda a los gabinetes de prensa y de relaciones públicas, que es en lo que se han convertido la mayoría de medios convencionales. Va directo contra el cuarto poder en ciernes que inauguraba WikiLeaks.
El "embedded journalist" que el Pentágono "empotraba" (o, literalmente, encamaba) entre sus tropas en el frente se completa ahora con el periodista "cubierto". El que cobre o pague una matrícula para ser periodista será su compañero sin uniforme en la retaguardia. Quieren que las redacciones sean sus batallones de reserva. Y las facultades, sus academias militares, especializadas en desinformación y guerra psicológica.
Después de Vietnam el Pentágono empezó a autorizar a los periodistas más dóciles para ser testigos, (más bien propagandistas) de sus hazañas bélicas. Entonces, los excluidos, como Couso y tantos otros, pasaron a ser daños colaterales del fuego amigo, objetivos a abatir por las tropas "humanitarias". Ahora, la guerra eterna se extiende a casa. La retaguardia civil que se alza contra sus guerras somos el próximo objetivo.
*Publicado originariamente en Propolis-colmena
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