¿Aliados feministas?

Pixabay.
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El otro día una compañera preguntaba qué nombre deberían recibir los hombres "feministas". ¿Así tal cual? ¿Quizás "aliados" o "aliados feministas"?

Habría que empezar recordando que el feminismo es (y ha sido así desde su mismo origen), un movimiento de y para las mujeres. Es una lucha histórica y sin descanso contra la opresión y discriminación que nos ha subyugado durante siglos en favor de los hombres. No ha sido hasta esta cuarta ola, con un auge nunca visto de los postulados feministas, que los hombres han querido incluirse como sea. Los tenemos desde esos que se pelean en tuiter con mujeres porque les afean que se denominen como "hombre feminista" hasta tipos que quitaban a mujeres de las cabeceras de las manis para ponerse ellos, pasando por abusadores, maltratadores y violadores que postean contenido feminista porque los malos son los demás, no ellos. Hay algunos que han hecho incluso el agosto escribiendo libros y artículos sobre feminismo con una mano mientras con la otra violentaban a sus compañeras. Personalmente, no puedo esperar por ese #MeToo de aliados. Ninguna de las lectoras de este artículo se va a sorprender, también cabe decir.

Han sido tan pesados durante tanto tiempo con la necesidad de nombrarse, han negociado tanto y tan duro por poder ser considerados "hombres feministas" (ya solo por esto es fácil darse cuenta de la catadura moral de estos feministos) que perdimos la mitad de la batalla: el feminismo no aceptó el "hombre feminista" porque feministas somos las mujeres, pero les dejamos el premio de consolación del "aliado feminista". No sé si hicimos mal o bien, la verdad, porque quizás pecamos de buenistas, de "venga, sí, cariño, tú puedes ser lo que tú quieras ser", pero por otra parte, en pleno 2024 pocas feministas quedan que no vean una bandera roja en un tipo que se dice a sí mismo "soy aliado". Hay tantas compañeras que han sido víctimas de "aliados" que rara vez veo que se use sin ser de forma irónica. La última vez que lo vi fue en la bio de Twitter de un comprador de dos bebés. No sé si hacen falta más datos.

Y es que, ¿qué es ser aliado?

Ninguno tuvo que contestar a esta pregunta, pero en el imaginario colectivo de las feministas estos aliados quedaron algo así como "hombres que no te insultan cuando hablas de feminismo". Hombres que podrían incluso hacerte un retuit, fíjate la entrega. Ser aliado era, básicamente, hacer tu tuit diario sobre estos asuntos de las mujeres, quedarse con varios conceptos de artículos de feministas (si los escribían hombres incluso se los leían hasta el final) y darle la razón a tu amiga cuando te decía que Fulanito era un cabrón y un machista. Eso no significaba, ni mucho menos, que tú fueras a retirarle la palabra a Fulanito por haber violentado a tu amiga, no nos volvamos locos tampoco. El papel del aliado era, como ven, vital en la emancipación de las mujeres. Y solo hablamos de los que no usan el feminismo para meterse en las bragas de esta o aquella, ojo, esos abusadores merecen su artículo aparte.

Hemos necesitado unos añitos de escarmientos para vernos legitimadas al decir que NO, que los hombres no tienen cabida en el feminismo de ninguna manera. Su papel nada tiene que ver con nosotras, con nuestras reclamaciones, con nuestra lucha ni con cómo hemos de llevarla a cabo. Cuando un hombre quiere traicionar a un sistema, el que sea, que lo beneficia, no necesita nombrarse delante de aquellas que son pisoteadas por ese sistema. Esos hombres, que son traidores del sistema patriarcal (he conocido a tres en toda mi vida), no se lucran generando contenido "feminista". Su traición al sistema patriarcal no les reporta ningún beneficio, sino muy al contrario, sólo obtienen problemas, conflictos. Si tu forma de apoyar la causa feminista te está viniendo genial en la vida, Paco, tú no estás apoyando la causa feminista. De la misma forma que si tú eres una mujer feminista y la vida te sonríe, llenas estadios y tienes la agenda llena hasta 2027, lo siento, pero eso es inviable en un sistema patriarcal. Algo estás haciendo muy mal. O muy bien, claro, depende de dónde quieras llegar realmente.

Vivimos en un sistema milenario que puebla las mentes de la inmensa mayoría de la ciudadanía global, que ha construido en torno a cada cosa, a cada persona, unas cadenas invisibles e inamovibles, que ha generado normas no escritas y escritas a fuego y que no para de generar más y más cada día... pelearte contra este sistema jamás puede estar reportándote felicidad. Puedes encontrar la felicidad en otra parte, podrás recargarte las pilas en otros sitios y con gente afín, pero sin ninguna duda, es imposible que estés contra el sistema y sientas que es la fiesta de tu vida. Y muchos hombres, y cada una tiene en mente en este punto a varios así de pronto, están viviendo la fiesta de su vida. O la han vivido pero ya se les acabó el chollo.

Un traidor del sistema sufre, no se crece. Un traidor del sistema ha empezado el camino por sí mismo, y no se ha dejado tranquilo nunca, porque sabe que hay que autovigilarse y seguir aprendiendo. Sabe que el machismo no muere en un sistema patriarcal, el suyo tampoco. Un traidor del sistema, como le contesté a la compañera que hizo la pregunta en primer lugar, es un chivato, una rata y una sabandija con el resto de hombres cuando pretenden sacar tajada de su condición de hombre. Un traidor del sistema pierde amigos, se planta, dice "Si va Fulanito, paso de ir, me violenta muchísimo que mire culo tras culo", "A mí no me llames más", "Otro chiste de suegras o putas y no me ves más el pelo". Un traidor del sistema no se calla, actúa, aun cuando no se siente cómodo ni feliz haciéndolo y preferiría mil veces que nadie lo pusiera en ninguna tesitura. Un traidor del sistema educa a sus amigos y no tiene como amigos a violadores de burdel. Un traidor del sistema no solo ha dejado el porno, sino que convence a sus amigos de que no lo consuman. Un traidor del sistema, además, no busca luego la galletita feminista por lo bien que lo ha hecho. Porque el feminismo no es un espacio para que los hombres expíen sus culpas o busquen validación.

La experiencia de las mujeres es inaccesible para los hombres

Los hombres no pueden experimentar el mundo desde la perspectiva de una mujer. Esto es una obviedad. Al revés, tampoco. A ninguna de nosotras se nos ocurriría explicarle a cualquier hombre cómo se siente un dolor de huevos, ¿verdad? Y, sin embargo, nosotras sí tenemos siempre a hombres explicándonos desde cómo son nuestros cambios hormonales hasta qué es realmente ser mujer. El chiste se cuenta solo.

Huelga decir que, de la misma forma que hace unos años dieron una increíble lata con el ser feminista ("y más feministas que muchas mujeres", como se dijo tantas veces, incluso por TV) y tenían apoyo entre muchas mujeres bienintencionadas, ahora son los adalides de explicarnos el género. Ellos. A nosotras. Y esto ya es más peliagudo. Por suerte, esta tendencia está teniendo el mismo recorrido que la anterior vez: cada vez más mujeres se revuelven y protestan contra la más que obvia luz de gas que nos están haciendo. Y vamos lentas, porque al final el género intenta no soltarnos, y nos sentimos amordazadas con la culpa, el remordimiento, la empatía, etc. Vamos lentas, pero vamos. Y nos peleamos con los mandatos de nuestro género, impuesto en base a nuestro sexo, y decimos NO. Y decimos BASTA. Y protestamos por los podios robados en todas las categorías deportivas de forma sistemática a niñas, adolescentes y mujeres, protestamos por las y los menores hormonados, protestamos por la pérdida de los espacios seguros, protestamos por la seguridad que tanto nos costó conseguir, protestamos por la presas, por las niñas y niños, protestamos por nosotras y por las demás. Protestamos y protestamos, cada vez con menos paciencia y más seguridad. Y en esa carrera por no dejarnos mangonearnos más, nos vamos desprendiendo del género casi sin darnos cuenta.

Y no solo nos vamos deshaciendo de los mandatos imposibles que nos impone el género, sino que nos vamos deshaciendo de la mirada masculina, del qué dirán, del qué pensarán, del cómo me veo haciendo esto o diciendo lo otro, somos más conscientes que nunca del velo pesado, viejo y con olor a rancio del patriarcado. Desvelarse es poder respirar aire puro, y es un placer compartirlo con tantas compañeras que también se han atrevido y se atreven a ir tirando de ese velo que nadie debió ponernos jamás.