La ciencia es la única noticia

Seis niños en Marte

EL JUEGO DE LA CIENCIA // CARLO FRABETTI

* Escritor y matemático

En más de una ocasión he lamentado la escasa presencia de la ciencia en la literatura, y muy especialmente en la literatura infantil. En estos tiempos en que los niños y niñas son sometidos a continuos estímulos y mensajes embrutecedores (en los países más industrializados podemos llegar a sufrir unos mil impactos publicitarios diarios, por no hablar de la intoxicación informativa), el fomento de la reflexión y del racionalismo entre los más jóvenes es una tarea prioritaria. Y, para ello, nada mejor que estimular su interés por la ciencia; lo cual, en principio, no debería ser muy difícil, dada la insaciable curiosidad de los niños y niñas, su afición a preguntarse –y preguntarnos a los adultos– el porqué de las cosas. Y una pregunta que podrían –que podríamos– hacernos es, precisamente, por qué no hay más libros como Seis niños en Marte.

Pues lo primero que llama la atención de este estupendo libro infantil es su excepcionalidad en un panorama editorial donde la ciencia es la gran ausente (cuando no la gran maltratada). Escrito por el astrofísico Luis Ruiz de Gopegui (que fue director del programa de la NASA en España), y con unas magníficas ilustraciones de Juan Miguel Aguilera, realizadas a partir de imágenes de la NASA y de fotografías de los seis niños astronautas tomadas especialmente para la ocasión, el libro narra con total verismo una hipotética expedición a Marte. Un verismo minucioso que no sólo no resta amenidad al relato, sino que lo hace especialmente atractivo por la vívida sensación de estar leyendo la detallada crónica de una aventura real.

En el epílogo de este excelente libro, primorosamente editado por Media Vaca, dice la escritora Belén Gopegui, hija del autor y madre de dos de los aspirantes a astronautas: "Una de las cosas que me ha enseñado mi padre sobre la ciencia es a encontrar relaciones de semejanza entre los hechos que se producen en un universo prodigioso –a distancias casi inimaginables, con más de cien mil millones de estrellas sólo en nuestra galaxia– y los otros hechos más comunes, las cosas normales de la vida corriente".

Y esa es la clave del cambio de paradigma pedagógico de cuya urgente necesidad tuve ocasión de hablar hace unos meses con el premio Nobel mexicano Mario Molina (cf. Revolución pedagógica, 30-10-2011): mostrar a los más jóvenes (pero también a los adultos) que la aventura de la ciencia no es algo ajeno y abstruso, sino un juego apasionante al que todos y todas podemos y debemos jugar.

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