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Sardinas contra explosiones

He visto en Madrid una película (proyectada por Emisióncero) sobre el modo en que la sobrepesca afecta a parcelas de nuestra existencia que no podríamos imaginar. Les cuento una de las historias, tras leer algunos artículos de sus protagonistas.

 Brownen Currie es bióloga marina. Una noche, en un rincón costero de Namibia, percibió un pestilente olor a huevos podridos. Luego vio que la playa estaba cubierta de peces muertos. Le dijeron que ocurría de vez en cuando, y que entonces el mar se veía amarillento, o blanco. Además, encontró viejas crónicas de hechos similares, aunque raros. Decidió investigarlo. Pensó que el olor debía proceder de emanaciones sulfurosas marinas y buscó su origen en los fondos. Consiguió muestras de sedimentos y, efectivamente, estaban llenos de sulfuro de hidrógeno y también de metano. Con el oceanógrafo Andrew Bakun llegó a la conclusión de que estos compuestos procedían de la descomposición del plancton acumulado en el lecho del mar. El Atlántico en Namibia es uno de los mares más productivos del mundo y la abundancia de nutrientes daba lugar a grandes acúmulos de plancton. Dieron un paso adelante, asociándose a la experta en teledetección Scarla Weeks, con la pretensión de identificar en imágenes de satélite los cambios de color del océano. La sorpresa fue mayúscula. No era un fenómeno local. En época de lluvias, la baja presión atmosférica repercutía en el fondo del mar y los gases escapaban. En algún punto se producía una especie de explosión submarina (como si se destaparan millones de botellas de champán, dijeron) con afluencia de gas a la superficie, pero esa explosión desencadenaba otras, y otras más, cubriendo centenares o miles de kilómetros cuadrados. La cantidad de metano (un gas con efecto invernadero mucho más activo que el CO2) liberado en estas explosiones, que matan los peces, es tal que debe influir en el clima global. 

 ¿Por qué se amontonaban tantos restos de plancton? Bakun lo explica: Millones de toneladas de sardinas comían hace unos años ese plancton, que no llegaba al fondo. Flotas internacionales han explotado en exceso los caladeros de Namibia y hoy las sardinas faltan. Eran nuestros mejores artificieros, tal vez las únicas capaces de evitar las explosiones de sulfuro y metano en el mar, pero nos las hemos comido. Y por eso, entre otras razones, en la otra punta del mundo se deshace el hielo y mueren los osos polares.  

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