Raquel Armendáriz
Ya hace nueve años que la primavera árabe se extendió por todo el Oriente Medio y en Bahréin sigue sin llegar. Desde entonces, miles de activistas continúan protestando y defendiendo los ideales de la democracia. Destaca el papel de las figuras que se han convertido en la imagen de la lucha, activistas políticos y religiosos que sufren graves represalias por defender una vida digna. Es el caso de Sayed Alwadaei, miembro de la sociedad civil y fundador de una organización que defiende los derechos humanos, que actualmente reside en Londres. Él y su familia fueron objetivos de las autoridades, siendo forzados a exiliarse.
No son los únicos. Cuando tu vida está en riesgo te ves empujado a marcharte de tu país. Muchos han tenido que buscar asilo político en países como Reino Unido, Dinamarca o Líbano. Desde varios parlamentos europeos e incluso desde la Unión Europea y las Naciones Unidas se ha llamado la atención sobre este régimen. Sin embargo, el gobierno de Bahréin no es ajeno a estas prácticas: es algo que lleva haciendo décadas. En los años 80, Abdulhadi Al-Khawaja, activista bahreiní reconocido internacionalmente, tuvo que marcharse debido a la represión que sufrió por ser parte de un movimiento social. De este modo, cualquier ciudadano que se atreva a ejercer sus derechos se queda con la única opción de ser arrestado, exiliado y desnaturalizado o condenado a muerte.
Y aun así, salir a del país a defender sus ideales también es un peligro. Atender un evento como es el Consejo de Derechos Humanos te convierte en objetivo del Gobierno. Nos lleva a pensar que una vez que sales de Bahréin es mejor no regresar si crees en los derechos humanos, pero quedarse tampoco es una solución. Estar exiliado en un país extranjero no es la solución ni garantiza seguridad completa. El acoso sigue siendo constante: los activistas sufren ciberataques, están en riesgo de que el Gobierno les vigile y sufren otras formas de represalia. Además, conlleva varias consecuencias para los familiares que siguen en su país natal. La incapacidad de cargar contra los activistas directamente hace que los que no se han visto forzados o no han podido exiliarse sufran las represalias. Un arma de las autoridades para seguir con el régimen de terror.
Porque a pesar de la atención internacional, la situación en Bahréin sigue sin mejorar. Es muy difícil solucionar algo si no le prestamos la atención necesaria. Pasarán los años y más y más gente seguirá viéndose forzada a dejar su país, algo nada atípico en la región del Oriente Medio. Tal vez sea hora de actuar y luchar por defender los derechos humanos, porque menos gente sufra represalias por ser activista y porque ninguna persona se vea obligada a dejar su país por los peligros que puede llevar quedarse. Hasta entonces, los activistas seguirán siendo obligados a exiliarse, el pasaporte será lo primero que se pierda, pero la esperanza nunca.
Raquel Armendáriz forma parte de Americans for Democracy & Human Rights in Bahrain (ADHRB)
Comentarios
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