Vivan las raritas

Yolandi Visser, antante de Die Antwoord
Yolandi Visser, antante de Die Antwoord

Vanesa Martín (@Van_Martn)

  • La percepción que llegamos a tener de determinados grupos de personas es a la vez causa y efecto del discurso que se forma en torno a ellas. Y los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad

Raritas somos todas, solo depende de quién nos mire. Un día bailando en casa de una amiga sonó la canción de Diane Antwoord titulada: I fink u freeky and i like you a lot. Este tema, a parte de provocar el baile, abrió un interesante debate sobre "la diferencia". ¿Qué percepción tenemos sobre lo diferente? ¿Por qué hay una diferencia que deseamos y otra que tememos?

Esta canción nos habla de una "diferencia" irreverente, rebelde y sinvergüenza. Diferencia que ha sido impregnada de excentricidad y que, pese a poder ser vista con suspicacia por algunas, es envidiada y admirada por otras. No hay más que mirar cómo algunos términos que describen esta diferencia pueden ser tremendamente positivos o absolutamente demoledores. Tomemos como ejemplo la palabra "bohemia". Según el diccionario de Oxford las personas bohemias son "especialmente artistas, escritoras o actrices que llevan una vida irregular o libre de ataduras, medio vagabundas y que desprecian los convencionalismos". Fuimos muchas las que tras leer En el Camino de Kerouac quisimos ser viajeras y parte de la generación Beat o personificar a una de las poetisas infrarrealistas de Los Detectives Salvajes de Bolaño.

El término bohemia surge en París en torno al 1850 y se utiliza de manera peyorativa para referirse a poblaciones gitanas que provenían de la zona francesa de La Bohemia, a las que se acusaba de llevar un estilo de vida desordenado y poco común. Tras el enorme éxito de la obra de teatro de Henry Murger "Escenas de la vida bohemia" el término adquiere nuevos significados, ya que el autor recupera la palabra y la relaciona con una vida pobre, artista y aventurera.

Esta percepción que llegamos a tener de determinados grupos de personas es a la vez causa y efecto del discurso que se forma en torno a ellas. Por supuesto que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad, pero todo ámbito donde se crea conocimiento tiene un papel relevante, y la cultura tiene mucho que decir a este respecto. He elegido el concepto de bohemia porque, tanto el origen como la re-conceptualización que sufre el término resulta muy interesante a la hora de mostrar la capacidad de la palabra, la cultura y la imagen que se asocia a determinados colectivos.

Esta re-conceptualización también se lleva a cabo a la inversa. Han sido y son muchos los recursos que se utilizan para la construcción de un enemigo, un opuesto, algo o alguien en quien personalizar el odio a través del miedo. Este último constituye una herramienta de control potentísima. El miedo se recrea y el sujeto del odio va cambiando. En este momento las personas migrantes se están llevando la peor parte. Se ha hecho especial hincapié en la construcción de una narrativa que nos define como diferentes, competidores, casi antagónicos. Lejos de mostrar curiosidad ante las novedades que siempre trae el forastero, blindamos las fronteras con enormes murallas, grandes flotas de vigilancia y ejércitos de frontera.

Una obra de teatro fue el revulsivo para que la percepción de la bohemia cambiará por completo. Frente a la hostilidad nos queda escribir nuestra propia obra en un escenario donde aparezca el amor como motor de cambio en nuestros entornos más cercanos. En este trámite la música y su lenguaje universal nos puede ayudar a escabullirnos a través de los orificios de este colador que es la cultura. Solo hay que estar abierto a escuchar, ya lo dice la canción de Diane Antwoord: Soy rarita, le gusto a la gente que se atrevió a entrar en mi mundo y ver el paraíso.