Llegamos a Chile el 13 de mayo. El país está sufriendo un proceso de colonización por parte de la franquicia antimigración, cinco años más tarde que España. Esta franquicia organizada, que comparte conocimiento y estrategias de comunicación y disrupción social a nivel internacional, ha llegado a Chile de la mano del Partido Republicano chileno y previos encuentros de líderes más o menos exitosos como los de Vox en España. Mismas estrategias, mismos discursos, que se pueden reconocer en Francia, Italia, Holanda, Brasil o Estados Unidos con ideólogos como Steve Bannon.
Entiendo que resulta increíble que esta gente sea tan sumamente mediocre pero funcione tan sumamente bien. Lo hemos vivido en nuestras carnes. Este discurso –que combustiona con una rapidez inusitada– contamina todos los espacios del debate público y convierte en mierda todo lo que toca. Para prueba, un botón. Al poco de llegar se puso en contacto con nosotros una organización de migrantes del norte del país, AMPRO, Asamblea Abierta de Migrantes y Promigrantes, de Arica (norte de Chile). Querían intercambiar conocimientos. Hay procesos incipientes en territorio chileno que hemos vivido en España durante años. El pasado sábado, uno de los representantes, nos escribió alarmado.
Un grupo de marines ha asesinado a golpes de muleta a un señor colombiano. Se trataba de un discapacitado, Milton Domínguez, que todo el mundo conocía en la ciudad y que llevaba viviendo en condiciones de indigencia un año. En Chile perdió un pierna (no tenía papeles, tuvo miedo, no fue al médico a tiempo), y las muletas que usaron para asesinarle, eran suyas. Un crimen racista y aporofóbico. Las organizaciones de derechos humanos de la región, desesperadas, emitieron un par de comunicados, a los que los medios del país han hecho caso omiso. Sin embargo, este martes por la mañana oí en la radio la noticia: "Cuatro agresores que mataron a un indigente". La discapacidad y la nacionalidad de la víctima no aparecían en la información. Esta noche en el telediario nacional la noticia ya había mutado y el discapacitado era criminalizado como "autor intelectual del robo de un celular".
En Colombia hubo un proceso que se denominó los "falsos positivos". Aquel fue un escándalo que implicó el asesinato de miles de personas y que salió a la luz cuando el Ejército colombiano intentó hacer pasar por un guerrillero de las FARC a un joven que resultó ser discapacitado, al que atribuyeron capacidades que él no podía tener. El excepcional Ander Izaguirre contó esta historia de forma magistral hace ya casi 10 años. Y este caso es similar. Es físicamente imposible que Milton fuera el actor intelectual del ataque que se le atribuye.
La franquicia antimigración ha puesto en el imaginario público que "los migrantes" son criminales, son bestias y no son personas. Los medios de comunicación, muy pendientes del clicbait –como si esa fuera la solución a sus problemas– les bailan el agua y las noticias sobre carabineros que mueren en manos de migrantes ocupan espacios largos y tendidos. El problema es que en ese marco se justifica que unos marinos maten a un migrante. Así se olvida que todas las vidas valen y deben valer lo mismo. Ninguna muerte violenta debe quedar impune. Si algunos crímenes se permiten, entonces todas las personas están en peligro de ser consideradas dignas de ser matadas. Y si hablamos de migrantes, que aquella persona que no migró o que no proviene de una familia que hizo lo propio, tire la primera piedra. La historia no deja lugar a dudas: migrantes somos todas en algún grado.
Chile tiene que decidir qué quiere ser. Puede ser la Colombia de los falsos positivos, puede ser la España de la vallas genocidas, o puede ser el país de la esperanza, la democracia y el equilibrio. Todavía está a tiempo de ser esto último, pero eso pasa por no dejar que Milton sea un falso positivo.
Comentarios
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