Este fin de año está siendo terrorífico, en todos los niveles de la existencia. Es como si la maldición del post-covid estuviera cumpliéndose y la distopía prometida hubiera llegado imparable a devastarnos definitivamente. Las guerras, malditas, que no queremos y no nos representan, aderezadas con las irrefutables evidencias de que la crisis climática ha llegado para quedarse, mandan un mensaje de muerte y destrucción al que es imposible ser inmune. A eso se suman cosas mundanas entre las que están las muertes de personas jóvenes de forma inesperada, como Itziar Castro o Hematocrítico, que eran gente de los círculos de mis círculos, como dice Guillermo, el director de Revista Salvaje, en su exquisita editorial de diciembre. Todo se suma y la vida parece a ratos un peso más que un privilegio. Y no se trata de un caso aislado, los datos de salud mental son horribles. El último Barómetro Juvenil de la Fundación Mutua Madrileña habla de problemas mentales en el 60% de los jóvenes entrevistados.
Ayer hablaba de esto con mi querida amiga la periodista Eileen Truax, y finalmente llegamos a la conclusión de que a las personas buenas nos está matando la sensación de que no podemos hacer nada para cambiar las cosas inaceptables que están sucediendo. Ver tanto sufrimiento y tanta impunidad y sentir que todo escapa a tu capacidad de acción es destructivo. Sin embargo, en todo este panorama espantoso, yo sigo teniendo la convicción de que somos muchas más las que queremos "el bien", lo que pasa es que estamos cohibidas, cansadas y arrinconadas. ¿Qué podemos hacer para salir de este bucle? Bueno, lanzo algunas ideas, recuperadas de los estudios antropológicos, sociológicos e históricos que se usaron para la redacción del manual de Narrativas del amor, lectura ciertamente recomendada en todos los casos.
En primer lugar, buscar cosas pequeñas que nos hagan sentir útiles. Aquí manifestarse es indispensable. Recordemos que Gandhi lideró los movimientos de descolonización de la India con resistencia pacífica, y las movilizaciones de los hippies en los 60 fueron indispensables para parar la guerra de Vietnam. Unirse con gente para reclamar algo que estimamos justo y necesario es como tomar un chute de esperanza, y da energía para seguir luchando. Pero además, cultivar pequeños gestos que animen a movilizaciones caseras también ayuda. Las microacciones son extremadamente útiles, sobre todo si se desarrollan en espacios de impacto colectivo como las redes sociales. Yo, por ejemplo, cada vez que veo el Instagram de mi amiga Sunera, vuelvo a creer en la humanidad, porque está lleno de pequeñas acciones que derrochan fuerza, lucha y perseverancia.
Otra cosa extremadamente importante es ser activista del amor. Creo que actualmente no hay ninguna acción más antisistema que esa. De hecho, basta hablar de amor en cualquier espacio para que afloren miles de haters enrabietados que te insultan llamándote buenista o comeflores. Te acusan de no ser realista si hablas de amor. Pero la realidad es que las sociedades más avanzadas se han construido sobre fundaciones de amor cooperativo, ese amor que es un acto político y que permite salirse de este sistema tan decadente que intentan vendernos desde hace más de un siglo. Sin ir más lejos, estudios recientes relacionan la covid persistente con la falta de serotonina. Esa es también una de las posibles razones del incremento de los problemas de salud mental que está habiendo. El amor, a través de sus herramientas como la música, el baile, la risa, los abrazos, el compartir, provoca la generación de sustancias que compensan esa bajada de serotonina.
En definitiva, hay muchas cosas que hay que cambiar, pero no podemos dejar que eso nos desborde y nos haga sentir incapaces y minoritarias. Somos muchas más, y tenemos herramientas legítimas que podemos usar. No tengamos prisa, pero no tengamos pausa. Que no nos vendan su mierda, que podemos crear lo que queramos a través de nuestra comunidad bella y radiante. Que el amor es un arma de construcción masiva, que no nos lo pueden arrebatar, al igual que tampoco nos pueden abandonar las ganas de vivir y de luchar. Hemos ganado muchas batallas con esta fórmula, podemos ganar muchas más.
Comentarios
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