Finalmente se aprobó el nuevo pacto migratorio europeo, oficialmente denominado Pacto de Migración y Asilo (PMA), que llevaba desde 2020 dando vueltas. Es un pacto que pretende enmarcar tres ejes de las políticas europeas, las relaciones con los países terceros, el control de las fronteras externas, y las normas internas de solidaridad. El PMA aprobado hoy se centra sobre todo en el segundo punto, en el que ya existía un modus operandis generalizado a través de las acciones de Frontex, que es de facto la terrorífica agencia europea de control de fronteras.
En realidad este PMA no resuelve mucho, pero deja constancia de la tendencia europea a dejarse llevar por los discursos populistas de la "franquicia antimigratoria". Pero todo lo propuesto es difícilmente desarrollarlo en un mundo de derecho. Por ejemplo, la capacidad real que tiene la UE de ejecutar su voluntad de impermeabilizar la frontera, sin cometer crímenes de lesa humanidad, es casi nula. ¿Cómo se consigue evitar que un grupo de personas atraviese una barrera inerte sin usar la fuerza física? La masacre de Melilla de 2022 es una ejemplificación de esto. La solución propuesta es retornar a la gente. Pero resulta ingenuo pensar que sí se incrementan las devoluciones los flujos van a disminuir. Existen experiencia previas, por ejemplo una en España en los 2000, cuando se aplicó la ley de devoluciones de los menores extranjeros no acompañados, y empezaron a retornarlos a sus familias, y el flujo de menores en lugar de disminuir se incrementó. Porque los jóvenes que volvían animaban a otros jóvenes a intentar volver a pasar la frontera con ellos. De hecho es difícil encontrar a migrantes que hayan entrado por vías irregulares a nuestros países a la primera. La mayoría llevan varios intentos a sus espaldas.
El Pacto también pretende abordar una política común con los países terceros obviando que pocas acciones son más importante para el desarrollo como las remesas que generan las personas migradas. La cooperación de los 80 murió hace tiempo, la mayoría de las agencias han aceptado, hace rato, que parte de su labor es evitar los flujos migratorios. De nuevo, resulta imposible evitar los movimiento humanos sin recurrir a la violencia y las agencias de cooperación están muy a su pesar metidas en espacios oscuros de gestión de recursos que se están usando directa o indirectamente en la violación de derechos.
Pero saliéndonos de lo que dice el Pacto, es muy importante comprobar de lo que no habla, que es de la realidad migratoria de nuestro territorio. Porque la mayoría de la gente que accede a nuestros países lo hace por vías legales, principalmente por el aeropuerto. Y la mayoría de estas personas se queda en los países de la UE porque encuentran rápidamente trabajo. Hablando de España, llevamos todo el año con noticias relacionadas con la tasa de paro, la mayor de Europa, que se combina con una preocupante escasez de trabajadores para algunos sectores tan importantes como la hostelería, la construcción, los cuidados o la agricultura. Da igual como se mire, necesitamos mano de obra joven que quiera cualificarse en este tipo de trabajos, y por lo general, suelen ser personas migrantes las que acaban cubriendo estos espacios. Sobre este tema, que es generalizable a toda Europa, hasta el punto de que Meloni ha regularizado a más gente que nunca en Italia durante su mandato, el Pacto no dice ni mu. Al final todo quedará en manos de hábiles técnicos ministeriales que desarrollen, casi encubierto, como hizo el equipo de Escrivá, sistemas para cubrir esas necesidades laborales y demográficas que van a ir creciendo de forma exponencial.
En definitiva el PMA abre la puerta la incumplimiento de las leyes de derecho internacionales, da cabida a la ejecución insensata de un discurso que permite maltratar a ciertas personas, que apoya el incremento del gasto en la industria del control migratorio, que facilita que vuelvan a tener lugar situaciones como la masacre de Melilla. Todo esto alejado completamente de las necesidades reales de una Europa envejecida, que, a través de su falta de definición política y de contundencia ética, está consiguiendo perder el apoyo de las poblaciones bien pensantes que fueron en su día mayoritarias. Es impensable mantener el desarrollo económico y social sin diversidad y derechos. Ahora quizás sorprendidas las masas críticas estamos un poco desconcertadas y aletargadas, pero en algún momento se tendrá que dar vuelta la tortilla y saldremos a las calles a recuperar lo que es nuestro, el gobierno con humanidad y dignidad. No cabe otra.
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