Gracias a la vida

Un dibujo con la palabra 'love'.- Miram Cano
Un dibujo con la palabra 'love'.- Miriam Cano

Hay pocas cosas que me duelan tanto como la pérdida de un ser querido. Me destroza esa sensación de padecimiento pasivo, en la que no puedo hacer nada más que sufrir por algo que no tiene solución. Sin embargo, con el tiempo, he aprendido a construir sobre las pérdidas y a aprender de los procesos de duelo. Y creo que todas las grandes pérdidas que he tenido me han aportado algo; una nueva visión de la vida, una nueva forma de vivir mi espiritualidad o una nueva amistad que durará eternamente. Igualmente siento que carezco de la herramientas necesarias para enfrentar las grandes pérdidas y envidio a aquellas personas que poseen la fe o la cultura que les permite superar este trance con agilidad. 

Una de las cosas que las pérdidas me han aportado ha sido la certeza de que hay que agradecer la vida. La vida puede ser una carga o un regalo y yo hace tiempo que me decidí por lo segundo. La experiencia de vivir no es lineal, más bien lo contrario, es un conjunto de "susto o muerte" que se van alternando con momentos de plenitud. Es como un buen videojuego en el que vas pasando pantallas que te van sorprendiendo y que si tienes la paciencia y el tesón adecuados acabas dominando para superarlas y volver a empezar de nuevo con cada subida de nivel.

Otra de las certezas que me han dejado las personas que se han ido es que es mucho más gratificante vivir cuando se hace a través del amor. Hablo aquí de amor en términos políticos, entendido no como el amor romántico, si no como un acto consciente que se elige sobre otras opciones. En todo lo que vivimos casi siempre existe la posibilidad de elegir cómo queremos transitarlo, si con enfado y decepción o con alegría y agradecimiento. El amor político y como forma de vida es la argamasa que genera comunidades fuertes y sostenibles. La empatía no solo nos permite entender a quienes nos rodean sino crecer a su lado sin miedo. Frente a esto el odio es una forma de generación de comunidad a través de la aversión compartida a una tercera persona. Las comunidades construidas sobre el odio no son durables y no son sostenibles y están llenas de tristeza y frustración.

El amor es uno de los actos más revolucionarios que existen y una fuerza de movilización y construcción social sin igual. Por eso seguramente ha estado tan denostado. Pero, nuestras sociedades están ya cansadas de tanto odio. Los índices de suicidio no han hecho más que subir en los últimos años, la gente joven ha estado inmovilizada como padeciendo el legado que le dejamos, y las personas mayores cada vez más asustadas por monstruos creados para manipularas y cada vez más solas renegando de todo lo que las rodea; esto es lo que hemos vivido pero ya no lo queremos. Frente a ello está habiendo un resurgir de una nueva espiritualidad y voluntad colectiva. Se siente en las manifestaciones, que son de nuevo ilusionantes. Se vive en las asociaciones y colectivos que están volviendo a brotar como champiñones en los barrios de las ciudades. Se consolida en discursos políticos más del amor que del odio, cómo el que se está viviendo en la campaña de Kamala en las elecciones de EEUU. El amor, no para luchar contra, sino para sustituir el odio.

Ser capaz de dar gracias a la vida es muy importante porque es libertad. Sentir que, pese a todo lo malo, vivir es un privilegio y una aventura es lo que nos permite mejorar. Tener un sentimiento consciente de amor colectivo, es el cimiento de los cambios que tienen que tener lugar para construir un mundo para todas. Porque, aunque se empeñen en decirnos lo contrario, el mundo, será para todas o no será.