Ay, Bertín, Bertín, truhán, tú sí que sabes. Lo primero, las tradiciones, que hay cosas que deben ser como siempre han sido. No sé, dejarle caer a la madre que no sabes si el hijo es tuyo; nombrar la prueba de paternidad en cuanto nace, así, a modo de enhorabuena para la madre; proponer la posibilidad del aborto aunque te hayas declarado públicamente contrario a tal derecho; o, llámame loca, esa costumbre tan nuestra, ¿verdad, Bertín?, de follar sin condón. Esas cositas de toda la vida de dios. Y decir públicamente que tú "ayudarás" a la madre. Con pasta.
Bertín Osborne se permitido toda una portada de la principal revista del corazón para declarar que él no va a ser padre. "Simplemente, he decidido que no voy a ser padre. Que no quiero ejercer de padre". Hombre, Bertín, si se me permite, padre ya eres. Y no solo eso. El crío sabrá que tú eres su padre. Sabrá que todo el mundo lo sabe. Y también sabrá, aquí viene lo que de verdad resulta feroz, que dijiste en su momento que no era "ni deseado ni buscado". Y después, que no vas a darle ni atención, ni amparo, ni cariño, ni cuidados ni nada que se le suponga a la figura paterna. Que rechazas explícitamente hacerlo.
Porque esa y no otra es la decisión del empresario Bertín Osborne. No va a negarle a la criatura, y así lo declara a los cuatro vientos, el dinero. Lo que va a hurtarle es cualquier atención afectiva y cualquier relación familiar.
Pero, en fin, eso es algo que sucede a menudo, no nos engañemos. En el mundo en el que se mueve Bertín Osborne debe de resultar tan habitual que él se permite no solo no esconderlo, sino publicarlo poniendo su cuerpo serrano a toda página en la portada de la revista Hola. Ahí está, creo yo, la diferencia, el meollo de la cuestión. Los hombres cuyos privilegios no conocen límites han sembrado de hijos sus alrededores y después, en el mejor de los casos, han pagado su manutención de forma llamémoslo discreta como práctica habitual. La diferencia es que este señor lo anuncia, y en ese anunciarlo sienta un precedente que crea ejemplo y quién sabe si tendencia.
Hace nada, en el entorno del presidente argentino Javier Milei se hablaba de un supuesto "derecho" de los hombres a renunciar a la paternidad de sus hijos. La candidata Lilia Lemoine declaró que esa sería su primera iniciativa, porque no ve justo "que un hombre deba hacerse cargo económicamente de una criatura cuando no la quiso tener". A algunos les pareció una idiotez, como tantas otras medidas cuya aplicación vamos padeciendo tras haber creído imposibles.
Pues bien, ya tenemos aquí nuestro primer paso. El empresario Bertín Osborne publica que ha decidido no ser padre justo al día siguiente de nacer su hijo. Que renuncia a esa paternidad. Es sin duda el uso de un privilegio macho que esta sociedad, dinero mediante, le permite. Algunos dirán que está en su derecho, y que todo es correcto mientras pague. Sin embargo, en esta sociedad quien se encuentra en el centro de todo este sarao no son Bertín ni la madre, sino la criatura. Aquí los derechos son del menor, alguien que desde luego no parece quitarle el sueño al empresario. Un menor que sabrá con todo detalle que su padre anunció a bombo y platillo su rechazo. En el centro se encuentra el interés superior del menor, y entre sus derechos no está solo el dinero.
Mientras estas prácticas se han llevado a cabo digamos que a escondidas, parecía quedar un resto de respeto por tales principios. Me refiero a que la diferencia está entre la intimidad y lo público. Cuando ese gesto pasa a publicitarse, queda en evidencia que no va destinado a la criatura y la madre, sino a sus iguales, a los semejantes del hombre. Desde el momento en el que Bertín Osborne lo anuncia ufano, se publica en portada y se difunde como gran noticia, algo muy serio ha saltado por los aires. Es un paso. Los siguientes están cantados.
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