Posibilidad de un nido

La "denuncia falsa" de Errejón

Iñigo Errejón, en su escaño durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, en una imagen de archivo. EUROPA PRESS/A. Pérez Meca
Iñigo Errejón, en su escaño durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados, en una imagen de archivo. EUROPA PRESS/A. Pérez Meca

Las palabras se eligen. No es lo mismo decir tetas que pechos, testículos que pelotas. Cargamos con una vida entera, cada una la suya, repleta de palabras que a veces parecen sinónimos y nunca lo son. Son historia, tradición, territorio, familia, educación, economía. Las palabras que elegimos retratan nuestra intimidad, también la que había en la casa de nuestra infancia, y la que más tarde elegimos cuando partimos de allí. Nuestras palabras son armas y escudos, ropajes y desnudez, caricia y zarpazo. Después está la pericia que cada persona tenga a la hora de usarlas, la intención o lo contrario. La dejadez en el lenguaje tiene frutos sintácticamente pochos, y sin embargo cada palabra, incluso en caso de pereza o negligencia, cumple su función.

Hace ya casi dos semanas que Íñigo Errejón usó las palabras "denuncia" y "falsa". Desde entonces no he dejado de darle vueltas a sus razones. Parto de la base de que no hubo torpeza. La suma de Errejón más la abogada que lo asiste invalida tal posibilidad. A dos cabezas pensantes no se les escapa un "denuncia falsa", de ninguna manera. Un hombre que se erigió como defensor del feminismo, arquetipo de una "nueva" izquierda "comprometida" con valores humanos como la salud mental y las condiciones de vida, la calidad de nuestro tiempo y similares; un hombre que llegó a afirmar públicamente con rotundidad que las denuncias falsas "no existen"; ese tipo de hombre no comete errores en su primera declaración pública después de ser acusado de agresión sexual por una actriz. Todo está medido, todo calculado, nada es fruto de un arrebato en caliente.

Por eso le doy vueltas. ¿Qué hace Errejón utilizando las palabras "denuncia falsa"? Él y su letrada saben perfectamente lo que ese paso va a provocar. Saben que, usando esas palabras, el Errejón de ahora le da un puñetazo en toda la jeta al Errejón de entonces. Se convierte en la cruz de esa cara. Se ofrece, además, como carne de meme, befa, monumento a la incoherencia. Pero lo hace a sabiendas. Imagino al político y a su abogada redactando la nota que comunicarán a la opinión pública, discutiendo qué decir, cómo y cuándo hacerlo. Y resulta que, después de mucho pensar, toman la decisión de proclamar a los cuatro vientos dos palabras: "denuncia falsa".

Podrían, desde luego, haber utilizado otros términos que significaran lo mismo pero que no lo metieran de lleno en el barro de los negacionistas de la violencia machista. Incluso siendo esa su línea de defensa, que la acusadora miente, no tenían por qué utilizar "denuncia falsa". "Denuncia falsa" es como la medalla en el pecho del señoro, la boina del machirulo ignorante, la gomina de un tertuliano torpe. Ah, pero es exactamente eso lo que decide hacer Errejón, situarse, eligiendo claramente las armas, en el extremo más burdo del machismo patrio. Hum.

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