La misma noche electoral, cuando se supo que la extrema derecha de Vox había conseguido 11 diputados en el Parlament catalán, publiqué en las redes sociales el siguiente comentario:
Los miles y miles y miles de ciudadanos que han votado a la ultraderecha de VOX son catalanes. Han votado más personas al fascismo que a la CUP. Han votado más personas al fascismo que a EnComu Podem. Ya no es "el feixisme espanyol". Ojo.
Los miles y miles y miles de ciudadanos que han votado a la ultraderecha de VOX son catalanes.
Han votado más personas al fascismo que a la CUP @cupnacional.
Han votado más personas al fascismo que a @EnComu_Podem.
Ya no es "el feixisme espanyol".
Ojo. https://t.co/zGc2qlJAmS— Cristina Fallarás (@LaFallaras) February 14, 2021
En ningún momento imaginé el aluvión de insultos, comentarios ofensivos y demás que tal idea me supuso, me está suponiendo. Y mira que era simple el asunto: Hasta ahora, la ultraderecha no había tenido apoyos en Cataluña y la derecha del PP, francamente pocos. Ahora ya los tiene. Era a la vez advertencia y evidencia. Ya no son unos mastuerzos que llegan de Madrid vestidos de vikingos al grito de "a por ellos" y vuelven a marcharse. O sea, el fascismo tiene ya representación, y no poca, en el Parlament.
Al primero que me contestó "no son catalanes, son colonos" obviamente no me lo tomé en serio. Al quinto, le respondí, sorprendida. A partir del décimo, me lancé a preguntar por ahí.
Resulta que un grupo, a la vista no poco nutrido de población, decide que aquellos catalanes y catalanas no nacionalistas o nacionalistas españoles dejan inmediatamente de "pertenecer" a Catalunya. Y pasan a ser "colonos". A mí el nacionalismo no me gusta, ni el catalán ni el español ni ningún otro, pero oye, ahí están quienes piensan así y no se me ocurriría pensar que no son mis conciudadanos, mis conciudadanas. Hasta ahí podíamos llegar, y mira que yo no soy tibia.
Pese a que algo había leído del asunto, lo he ligado en general a núcleos de la Guardia Civil, al enfrentamiento con ellos en algunos pueblos. No se trata de eso. Ni siquiera se trata, por lo que voy leyendo, de que ser o no "colono" esté ligado a que tus padres o abuelos procedan de Murcia, como la antigua idea del charnego. Es más, no tiene que ver con el hecho de hablar o no en catalán. "No se es colono por origen, sino por actitud", leo. Hum, actitud.
La idea de que en Catalunya conviven "catalanes y españoles" no es nueva, ese asunto de la pertenencia. Recuerdo los años en los que hablaban de "Literatura catalana" frente a "Literatura en catalán", en que se afirmaba que Juan Marsé no era un escritor catalán y asunto semejantes. También recuerdo aquella máxima pujolista de que "es catalán todo aquel que trabaja y reside en Catalunya". Pues hay quien cree que no.
Hasta el punto ha llegado la idea del "colono", que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, llegó a afirmar en el acto central de campaña de Santa Coloma de Gramenet: "No somos colonos, somos vecinos de una Cataluña abierta, plural, mestiza y orgullosamente diversa y nos reivindicamos como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho". Cualquiera comprende el calado del asunto cuando una política lo utiliza en un mitin central, a qué punto ha llegado.
Estas elecciones catalanas (¿debería decir elecciones "en Catalunya"?, y no hay sorna en mi pregunta) se podían plantear desde el eje clásico izquierda/derecha o desde el eje nacionalista. Ha vuelto a imponerse el segundo. Todos los análisis, incluidos los de fuera del territorio catalán, han incidido en que "ha ganado el independentismo". Digamos que el eje "España" estaría constituido por PSC, En Comú, Ciudadanos, PP y VOX. El catalán, por ERC, Junts per Cat, la CUP y PDeCAT.
Me permito preguntarme por qué. Por qué el eje nacionalista pesa más que el de izquierda/derecha a la hora de analizar los resultados electorales. Por qué no resulta más relevante que Catalunya sea la nación probablemente en toda Europa con mayor representación de la izquierda.
La idea del colono transforma la clásica pertenencia ligada a lo territorial, o sea una tradición que puede gustarme más o menos pero va cosida a la Historia, no solo de Catalunya por supuesto. De repente, la pertenencia es a lo-que-a-mí-me-da-la-gana, sin dejar, eso sí, de agarrarse al territorio. O sea, reduce hasta un extremo grotesco y preocupante la cosa de la identidad. Por lo tanto, eriza la agresividad contra "el otro". Digamos que crea una xenofobia caprichosamente ¿ideológica?, un supremacismo muy básico.
El núcleo de dicha concepción está arraigado en el partido fundado por Carles Puigdemont, Junts per Cat, aunque tiene también partidarios en la CUP y en menor medida en ERC. La idea del colono (aquel que no es catalán, pese a haber nacido en Catalunya, expresarse en catalán, etc porque no piensa exactamente como yo) es radicalmente contraria a la idea tradicional de la izquierda. No solo opone la identidad a la lucha social, sino que reduce hasta un punto seriamente preocupante qué derechos consideran que tienen los ciudadanos y las ciudadanas. ¿Puede permitirse Esquerra dicha pareja de baile, siquiera un coqueteo?
A los 18 años me trasladé a Catalunya a estudiar en la Universitat Autònoma (UAB). Me instalé en Barcelona y allí nacieron mi hijo y mi hija, hace respectivamente 18 y 12 años. He vivido en Barcelona durante tres décadas. Jamás pensé que mis hijos fueran charnegos por tener una madre de Zaragoza, era una idea que se había quedado vieja ya en los noventa del siglo pasado. ¿Debo suponer que ahora, si vuelvo, seremos colonos?
La agresividad que exuda tal posibilidad, la idea misma, me lleva a cuestionarme de nuevo quién puede pactar con ella. ¿Puede alguna fuerza considerada "de izquierdas" jugar con aquellos que hablan de "colonos"? Ninguna construcción identitaria surge como una seta, por la humedad, ni es inocente. No sé qué puede significar levantar una sociedad de la mano de aquellos que la defienden, pero desde luego algo de miedo da.
Por ejemplo, qué barbaridad, miedo me da también la de improperios y vetos que me puede causar el simple hecho de haber escrito esto. O sea, de haber dado mi opinión.
Comentarios
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