José Antonio Pérez Tapias
Miembro del Comité Federal del PSOE
Retomando el título de una de las obras del filósofo Slavoj Zizek, diré que si hay que salir "en defensa de causas perdidas" es porque no las damos por totalmente perdidas. Es decir, se puede resistir y se puede transformar -¡se debe!- presentando alternativas frente a las realidades de hecho que tenemos delante. Nada, por tanto, de darnos por derrotados ante injusticias, pérdida de derechos, recorte de libertades, procesos de empobrecimiento e incremento de desigualdades, que es lo que estamos viendo que ocurre a nuestro alrededor. Es cierto, sin embargo, que ante tal panorama, respecto al cual algunos diseñaron una estrategia de shock para anular toda capacidad de respuesta, la batalla a dar es titánica y requiere las mejores dosis de inteligencia política y de organización social, indispensables para encauzar toda la fuerza de una ciudadanía participativa hacia objetivos de solidaridad y emancipación que han de llegar a ser "causas ganadas". Para que sea así es a todas luces necesario que entre quienes pretenden tales objetivos se abra paso la convicción acerca de la necesidad de alcanzar acuerdos entre las fuerzas políticas dispuestas a tal tarea. Todo parece indicar que ninguna puede tener éxito pretendiéndolo en solitario. Es decir, frente a posiciones conservadoras y apalancadas en la ortodoxia neoliberal -hasta el punto de resistirse a hacer concesión alguna a Grecia para que, con el nuevo gobierno de Syriza, pueda salir del pozo de deuda-, es responsabilidad de las fuerzas políticas que se pretenden alternativas hacer posible, mediante pactos entre ellas, que la alternativa a la derecha y sus políticas sea real y efectiva. Esto supone, por tanto, apostar en serio por pactos de izquierda.
Al hablar de "pactos de izquierda" hay que subrayar que los acuerdos en ese sentido han de ser logrados no sólo entre fuerzas que por sus hechos sean reconocibles en el espacio político de la izquierda, sino que además dichos acuerdos han de tener un contenido que a su vez responda a lo que es de esperar como política de izquierda. Así, por ejemplo, si el PSOE se afirma enfáticamente como partido de izquierda, y es lo que corresponde a su memoria e identidad, malamente puede presentar, como consonante con lo que la izquierda debe sostener, un pacto como el firmado con el PP para presentarlo como nuevo "pacto antiterrorista". Sus formas, deudoras de una visión bipartidista de la política española que los acontecimientos han rebasado, no corresponden a lo que desde una posición de izquierda se hubiera esperado en cuanto a pacto suscrito por un amplio espectro de fuerzas parlamentarias para poder ser en verdad pacto de Estado. Su contenido encierra para el Partido Socialista la tremenda contradicción de suscribir, por una parte, un pacto que establece la máxima pena para determinados delitos de terrorismo, habida cuenta de que esa pena va a ser la de "prisión permanente revisable" -eufemismo para hablar de cadena perpetua-, cuando, por otra, se ha opuesto en el parlamento a la reforma del código penal con la que el PP ha introducido tal posible condena en el derecho penal español, aunque con visos de que ello sea inconstitucional. La contradicción en tal cuestión de principios no se salva ni diciendo que se trata de un pacto necesario por otros conceptos, ni apelando a que la ciudadanía lo acoge bien, ni invocando que en el futuro, cuando se gobierne, se volverá a modificar el código penal para sacar del mismo esa condena de cadena perpetua que para nada se compadece con la misma visión del derecho penal a la que desde la Constitución estamos obligados.
Tenemos, pues, un pacto recién firmado que no puede considerarse un pacto de izquierda, lo cual queda como ejemplo palmario de lo que no ha de hacerse -es asunto que el Comité Federal del PSOE debe debatir-. Bien podía haberse tenido en cuenta que pertenece a la tradición de la izquierda abogar por más Estado social y no tanto código penal, lo cual no es, como dicen algunos, declaración demagógica que no impide acciones terroristas, sino principio orientador de lo que ha de ser política también antiterrorista de largo recorrido, máxime sabiendo cómo y por qué se incuba el "yihadismo" que pueda estar presente en ciertos intersticios de la sociedad española. Ésta, por lo demás, ya hizo frente con los recursos del Estado de derecho a los atentados terroristas del 11M. Y ello de forma eficaz y digna.
Una vez considerado el ejemplo de lo que por su contenido nos lleva a pensar, a contrario, lo que deben encerrar pactos de izquierda para de verdad serlo, si atendemos a que sean de izquierda por quienes los suscriben -desde socialistas hasta ecologistas, desde quienes vienen de la tradición comunista hasta quienes llegan desde los movimientos sociales surgidos al calor del 15M-, hay que subrayar desde esa perspectiva que lo imprescindible es tejerlos a partir de la pluralidad que se da en el campo de la izquierda. Los pactos no se alcanzan ni pretendiendo absorción a priori, ni buscando aliados a posteriori, esto es, ni tratando de asimilar sin más a la propia posición a quienes se propone consensuar, ni llevándoles ya empaquetado algo que se quiere que suscriban. Quienes pactan deben ser todos protagonistas del acuerdo, lo cual implica haber trabajado anticipadamente las condiciones para que los mismos debates previos sean viables. Igualmente hay que suponer que la lealtad al pacto factible empieza por el hecho de que ninguna de las partes intente presentarlo ventajistamente a su favor en detrimento de los demás firmantes del acuerdo. Todo ello es lo que conlleva la "cultura de pacto" que tan imprescindible nos es de cara no sólo a alternativas de gobierno, sino a políticas alternativas.
Desde tales premisas, va de suyo que en pactos de izquierda para objetivos bien aquilatados, planteados de forma transparente y puestos al servicio de la ciudadanía que en ellos se involucra, no se trata de que nadie pierda su especificidad ni abjure de su identidad política. La cuestión es pactar entre diferentes que son próximos, para una acción política en común que propicie un reformismo consecuente... Por la izquierda, es decir, por ese lado del espectro político en el que el poder a desempeñar sólo se entiende en función de la soberanía de ciudadanas y ciudadanos cuyo potencial de decisión y de transformación se enfoca, desde una política en la que se han erradicado las prácticas corruptas, hacia metas de radicalización de la democracia, de ecología solidaria, de economía social, de libertades para todas y todos, de igualdad social y de género, de justicia real, en suma. Y todo ello de verdad, sin medias tintas ni claudicaciones.
Comentarios
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