Nacho Murgui
Número 2 en la candidatura de Manuela Carmena (Ahora Madrid) al Ayuntamiento
No es usual escuchar a un candidato, en este caso es una candidata, decir este tipo de cosas: "queremos que nuestra ciudad sea la ciudad del abrazo". Tampoco es muy corriente que quien aspira a la alcaldía de la capital del reino diga que hay que gobernar escuchando y haga de esa máxima uno de los ejes de su campaña. Hay, en esta campaña electoral, unas cuantas cosas que pueden resultar chocantes. Y si llama la atención lo que dice Manuela Carmena y la actitud con la que lo dice, tampoco pasa desapercibido lo que se escucha entre sus posibles votantes: "tengo ganas de que lleguen las elecciones para ir a votar"... Parece, y eso sí es extrarodinario, que la tradicional pinza en la nariz con la que solíamos acudir a las urnas, está siendo sustituida por una amplia sonrisa.
Esto tiene una explicación o más bien, tiene muchas explicaciones. Como en la ciudad de Ersilia del relato de Italo Calvino, multitud de hilos se han ido tendiendo entre los vecinos y vecinas de Madrid a lo largo de estos años. Hilos que conectaban sueños, anhelos y proyectos. Expectativas que han ido chocando con el sólido muro de una administración que se mostraba solícita para con un reducido núcleo de poderosos grupos económicos (FCC, SACYR, Ferrovial, OHL,...) pero inaccesible a las aspiraciones de las mayorías sociales.
Hilos que se cruzaron formando redes y transformando el paisaje urbano, el espacio común. Un entramado de ilusiones que ha dejado de por si obsoleto el modelo de gobierno sordo que ha venido rigiendo los destinos de nuestra ciudad durante más de 25 años.
Madrid se ha convertido, a pesar de quienes la han gobernado, en una ciudad poblada de iniciativas y de diversidad. En el escenario del impulso democrático expresado de manera ininterrumpida durante décadas por una sociedad civil ejemplar e inasequible al desaliento. Una sociedad con una enorme vitalidad que se ha expresado en sus movimientos vecinales y sociales, revivido y multiplicado por el 15 M, y que ha habitado también en una miríada de pequeños proyectos salpicados por todos los rincones de la ciudad: grupos deportivos, ampas, cooperativas y pequeñas y medianas iniciativas empresariales que resistieron a la crisis excluidas del capitalismo de amiguetes, huertos comunitarios, grupos de consumo... también y sobre todo, en el civismo y la decencia de los millones de personas que día a día hacen que esta ciudad funcione.
Toda esta energía ha generado también la oportunidad de cambiar las cosas y mejorarlas, pero debe liberarse de la losa que representa un gobierno local sin proyecto, sin impulso político ni iniciativa.
Durante estos últimos cuatro años, hemos asistido a un rápido declinamiento de la acción de gobierno. El ayuntamiento de Madrid ha carecido de motor, de timonel, de proyecto. La parálisis política ha sido absoluta y el argumento de la crisis y la supuesta falta de recursos apenas ha conseguido camuflar el agotamiento del modelo de gobierno local que hemos sufrido estas últimas décadas.
Algunos síntomas particularmente sangrantes de esta falta de impulso han sido presentados como éxitos por la alcaldesa en funciones: el cierre del ejercicio presupuestario con un "superávit" de alrededor de cuatrocientos millones de euros, en una ciudad en la que más de un millón de sus vecinos sufre la pobreza severa y en la que los servicios públicos han sufrido recortes y un deterioro sin precedentes, es un claro indicador de hasta dónde ha llegado el deterioro y la falta de compromiso social de quienes están al frente del consistorio.
Hemos de incluir en nuestra mirada, si queremos tener una panorámica de la situación, el acelerado proceso de privatización (y las condiciones en las que ésta se ha producido) de la gestión de los principales servicios municipales. Con las consecuencias que esto ha tenido en el estado de nuestras calles (alumbrado, limpieza, recogida de basuras,...) o en ámbitos tan sensibles como las escuelas infantiles.
Para rematar el cuadro, el partido que gobierna Madrid desde hace más de 25 años, la opción que representa la continuidad del modelo, propone para la alcaldía nada más y nada menos que a quien ha sido la jefa indiscutible en Madrid del partido más corrupto de España. Quien escogió como mano derecha nada más y nada menos que al ahora reo Granados, quien dirige en la Comunidad al partido que ha protagonizado los mayores escándalos y corruptelas de la historia de la democracia, quiere ahora ser alcaldesa.
Aún recordamos el robo a la soberanía popular que supuso el tamayazo, la oscura maniobra que hizo posible que doña Esperanza Aguirre, la candidata, asumiera la presidencia de la CM y que posteriormente, desde ese puesto, legislara a medida de las promotoras inmobiliarias utilizando la ley de acompañamiento presupuestario para modificar la ley del suelo y haciendo posible, entre otras cosas, la venta a los fondos buitre de nuestro parque de vivienda pública. Sirva para muestra ese botón.
Quien presume de querer ser la "dama de hierro" española, dice no saber lo que hacía su mano derecha y evidentemente no está dispuesta a asumir la responsabilidad política que le corresponde, ya por complicidad con los corruptos o por incompetencia al elegir a éstos para ocupar puestos de la máxima responsabilidad en su gobierno.
Esto es lo que decidiremos en las elecciones del 24 de Mayo. La continuidad a un modelo agotado de la mano de su exponente más extremista, o dar paso a un nuevo tiempo para nuestra ciudad.
Ahora Madrid es una de esas anomalías que ha conseguido hacer que las próximas elecciones municipales escapen a la escala de grises a la que, desgraciadamente, estábamos más que acostumbrados, resignados.
Manuela Carmena suele decir que no podemos permitirnos ser pesimistas. Ciertamente, las oportunidades de mejora de la vida cotidiana que brinda la política municipal son tantas que la posibilidad de que entre aire fresco en el gobierno local es motivo más que suficiente para ir a las urnas con una sonrisa en la cara.
Podemos mejorar, entre otras cosas, la limpieza de nuestras calles, el estado de nuestros parques, la calidad de la enseñanza en las escuelas infantiles, los equipamientos culturales y los servicios sociales; y tenemos que combatir la pobreza, los desahucios, la corrupción...
Sonriamos entonces y dejemos atrás la crispación, la ineficiencia y la parálisis.
Vamos a abrazar nuestra ciudad, a mejorar la vida.
Comentarios
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