José Antonio Pérez Tapias
Miembro del Comité Federal del PSOE
La dinámica de los hechos tiene su lógica. En verdad, también, a veces, su ilógica. Y es lo más frecuente que esos dos cabos se vean entreverados, pues la realidad es ambigua y el trigo y la cizaña crecen juntos. Tampoco hay que tomar eso como una maldición, por más que la literatura bíblica lo recordara, dado que basta observar cómo influyen también las decisiones humanas en que crezca mejor el trigo o aumente la proporción de la cizaña. No quiero decir con ello que en el caso de la proclamación del ciudadano Pedro Sánchez, compañero socialista, como candidato a la presidencia del gobierno de España, escasee el trigo o haya una insoportable cantidad de cizaña, pero sí podremos coincidir muchos en que la cosecha del primero podía haberse empezado a preparar de forma más limpia, disminuyendo la presencia de malas hierbas que, de hecho, se hacen notar en demasía.
Pertenece a la aludida lógica de los hechos que el secretario general del PSOE, legitimado desde que fue elegido por el voto de la militancia socialista y ratificado en congreso extraordinario, se presente para llegar a ostentar, mediando la obtención de la mayoría parlamentaria suficiente, la presidencia del ejecutivo español. Que su candidatura se vea apoyada por el conjunto del partido socialista a unos meses de las elecciones generales entra dentro de lo razonable; cualquier otro compañero o compañera tendría difícil, si no imposible, darse a conocer como candidato ante un proceso electoral poco menos que casi ya convocado. Los acontecimientos que podrían haber incidido en que Pedro Sánchez fuera un candidato sin la aquiescencia del partido no se han producido, al menos no al modo en que hubiera sido necesario para que se viera menoscabada la ilusionada fuerza con que él mismo se ha presentado. Los resultados electorales últimos, aun perdiendo votos, no han sido catastróficos, sino que, por el contrario, abriéndose a pactos posibles han permitido al PSOE acceder al gobierno de muchos ayuntamientos y diversas comunidades autónomas. Y otras posibles candidaturas que se han visto alentadas desde el rumrum de pasillos mediáticos y cabildeos de partido, al final, no han comparecido.
Si ésa es la parte lógica -que haya un incuestionable candidato socialista-, su desarrollo hasta el punto al que ha llegado no disminuye un ápice lo ilógico de la otra parte del proceso. De hecho ha ocurrido, pero, salvo que a uno le dé un ataque de hegelianismo para proclamar sin más que "lo real es racional", hay muchos motivos para disentir de la racionalidad acerca del cómo se ha llegado a la consolidación de la candidatura de Pedro Sánchez. En una palabra: las primarias que se convocaron para la elección de candidatura a la presidencia del gobierno han vuelto a ser un fiasco en cuanto a su credibilidad como procedimiento. Han sido otro caso más de primarias diseñadas para que, de hecho, no hubiera tales primarias, lo cual se añade a situaciones anteriores, como las que se dieron para la designación del candidato Gabilondo a la presidencia de la comunidad de Madrid, en las cuales ni siquiera se cubrió el expediente de convocarlas. Tampoco se llegó a efectuar la elección cuando concurrió Susana Díaz para presentarse por primera vez como candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía. Todos esos casos dan a entender a la ciudadanía, además de a la militancia, que el compromiso del PSOE con el procedimiento de primarias no es tan serio y fuerte como se quiere hacer creer. Si así fuera, no se hubiera actuado como ahora se ha hecho: con un plazo mínimo para recoger un número muy alto de avales, sin tiempo para darse a conocer otros candidatos, con la actividad del partido volcada hacia la constitución de ayuntamientos y parlamentos autonómicos, y con el "aparato" tan claramente alineado con el secretario general, a la sazón candidato, que todo atisbo de neutralidad era ficción...
No se oculta a nadie que el procedimiento de primarias presenta lagunas y dificultades, y que no es fácil actuar conforme a él en un partido que viene de funcionar con estructuras donde los modos para conformar candidaturas han sido otros. Tampoco se escapa que nuestro sistema democrático es parlamentario y no presidencialista, lo cual exige modular las primarias con especiales criterios. Y, además, todos podemos recordar que hace un año volvimos a llevar a cabo en el Partido Socialista un proceso de elección directa por la militancia del secretario general, en el que participé como candidato concurriendo fraternalmente frente a Pedro Sánchez y Eduardo Madina. Nuestro actual secretario general ganó ampliamente y eso mismo debería haber sido acicate para acometer las primarias para el más alto puesto institucional al que en el Estado español se accede por elección, en la forma y momento más adecuados, no de manera tal que a la postre no resultan creíbles. Precisamente en la campaña para la secretaría general del partido podíamos escuchar como un clamor que las primarias no podían verse reducidas a algo totalmente secundario.
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