"Yo no voy a hablar de personas, voy a hablar de España, a mí me importa más España que las personas". Esta frase de Albert Rivera me produjo cuando la escuché, hace un par de semanas, una profunda desazón. En buena medida porque implica una postura diametralmente opuesta sobre la patria y el patriotismo a la que tengo y que he defendido siempre. ¿Se puede hablar de España sin hablar de las personas que la habitan? ¿A qué nos referimos cuando decimos España, sino es a la gente, con sus anhelos, ilusiones, problemas, necesidades y derechos?
Coincidiendo con mis 70 años, habiendo dedicado medio siglo al servicio público, pasando por la jefatura del Estado Mayor de la Defensa entre 2008 y 2011 y desde diciembre en la secretaría general de Podemos en la ciudad de Madrid, he publicado un libro ("Mi patria es la gente", ediciones Península) en el que hablo de mi experiencia y todo lo aprendido a lo largo de mi trayectoria vital. Y le pongo este título desde la profunda convicción de que no sólo no es posible disociar el concepto de patria de la gente que forma el conjunto del país, sino que lo patriótico tiene que ser una herramienta útil para mejorar la vida de la ciudadanía, y para construir una comunidad que nos ayude a cuidar los unos de los otros. En línea con la comprensión de patriotismo del filósofo alemán, Jürgen Habermas, hay que dejar atrás un concepto de patria que se referencie únicamente en hitos históricos del pasado, y construir un patriotismo que permita a la gente hacer suyos los valores solidarios y democráticos de nuestro presente. Para este, el patriotismo se identifica con procedimientos democráticos, con una comprensión ética de todos los grupos culturales que nutren una comunidad política, construida sobre la base sustantiva de derechos sociales y de bienestar. Esos tres pilares los traduzco a nuestra coyuntura política por democracia, derechos y plurinacionalidad; cada uno de los cuales ha estado secuestrado por la corrupción, los recortes y la excepcionalidad del 155 a la que nos ha sometido el Partido Popular.
¿Ha sido útil la moción de censura que ha sacado a Rajoy y al partido de la trama Gürtel (y otras) del Gobierno de España? Sacarles del Gobierno era una cuestión de urgencia, dignidad e higiene democrática, y la moción ha respondido a una demanda social de la que están siendo protagonistas las mujeres que salieron a las calles en un 8M histórico, y los y las pensionistas que continúan defendiendo pensiones dignas tras una vida de trabajo. Claro que ha sido útil la moción de censura, que no hubiera sido posible sin lo que supuso la presentada por Unidos Podemos en 2017, y sin la enorme generosidad de los inscritos e inscritas en Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, comprometiendo el apoyo del grupo confederal a la moción sin condiciones. Ha sido esto, y no otra cosa, lo que ha contribuído a que el resto de grupos viera en esta moción una posibilidad real de desalojar al PP del Gobierno.
A todo esto, Albert Rivera mira alrededor y sólo ve españoles, mientras que su partido se dedica a proteger a un partido condenado por corrupción, y ahora asiste enrabietado al aislamiento por haber votado, una vez más, para sostener al PP y a Rajoy. Lo que hace el partido naranja es patrioterismo barato, porque el patriotismo no es gritar más fuerte ni agitar una bandera más grande mientras defiendes a los que se llevan el dinero a Suiza. Ricardo Costa, condenado a 4 años en la Audiencia Nacional por la financiación ilegal del PP en Valencia, mostraba en la muñeca una bandera de España durante el juicio. Eso es deshonrar los símbolos nacionales y el mismo patrioterismo que practican los de Rivera. Para patriotismo, el de nuestros pensionistas, el de las mujeres en un 8M histórico, y el de una moción de censura que ha sacado a Rajoy del Gobierno, por dignidad.
El trabajo que nos toca ahora es seguir siendo útiles a la gente, en el sentido más patriótico de la palabra, y eso pasa por vigilar y exigir a este Gobierno que tome medidas concretas que mejoren la vida de los ciudadanos. Como por ejemplo, los permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles, o la inmediata vinculación de la subida de las pensiones al IPC. El Gobierno de Sánchez debe ser consciente de la oportunidad que supone el éxito de esta moción, en lo que se refiere a cambiar la vida de la gente hoy, y no a recuperar sus posiciones de cara al siguiente ciclo electoral, ni a enviar mensajes de tranquilidad a quienes no se han presentado a las elecciones en sus despachos en consejos de administración.
Tengo muy presente que el cambio que viene, se ha venido gestando desde abajo. En lo social, desde todos los movimientos, mareas, tejido asociativo y en general la sociedad civil organizada. En lo institucional, protagonizado por nuestra primera experiencia de gobierno: los Ayuntamientos del cambio. Es una explicación lógica, porque son los Ayuntamientos la administración más cercana y pegada a la realidad de la gente, a su día a día, y por tanto es natural que cuando vecinos y vecinas exijan soluciones institucionales, miren primero a su Ayuntamiento. No es casual que el Gobierno del PP haya retorcido la ley para asfixiar económicamente a los Ayuntamientos, sino parte de una estrategia. Los Ayuntamientos en los que gobierna Podemos junto a fuerzas políticas hermanas demuestran que sí hay alternativa, que pasa por no robar, y por gestionar lo público con eficiencia, transparencia y un proyecto de cambio que ponga a la gente en el centro de las políticas públicas.
Este 13 de junio se cumplen tres años desde que Manuela Carmena es alcaldesa de Madrid. Hemos podido ser útiles a la gente de Madrid con muchas medidas a lo largo de estos tres años, como la renovación de la flota de EMT, la recuperación y mejora del servicio de BiciMAD, la transformación del río Manzanares en un corredor ecológico, el aumento de la inversión social o las más de 1.000 actuaciones destinadas a mejorar la ciudad que haremos este año con el superávit del año pasado. Un superávit que podemos usar en mejorar la vida de madrileños y madrileñas gracias al empuje de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), al trabajo impecable de Ayuntamientos como Madrid, y a la iniciativa de Unidos Podemos en el Congreso para modificar la asfixiante Regla de Gasto de Montoro. Podíamos haber hecho más, de no haber tenido a Montoro cerrando el paso durante los tres primeros años de legislatura. Nuestro papel clave en la moción, que ha servido para desalojar las trabas de Montoro del Gobierno de España, debe tener como contrapartida la ampliación del margen de maniobra para la inversión social de los Ayuntamientos que hacemos los deberes. Hay que aprovechar el nuevo ciclo que se abre de aquí a 2019, y exigir al Gobierno que ponga los medios necesarios para que Ayuntamientos como Madrid podamos traducir los resultados de una gestión económica ejemplar en mejoras para la ciudadanía.
Estamos aquí para cambiar la vida de la gente, tenemos un proyecto de ciudad y lo estamos demostrando, pero 24 años de saqueo del PP no se arreglan en una legislatura. Tenemos que revalidar el Gobierno municipal en 2019 para continuar haciendo de Madrid una ciudad más sostenible, más democrática y más capaz de garantizar derechos fundamentales de madrileños y madrileñas.
En definitiva, una ciudad que cuide de su gente, y que haga suya una idea de patria que sea útil. Hay quienes dicen que lo que toca ahora a un año de las elecciones es hacer borrón y cuenta nueva, y repetir paso a paso lo mismo que ocurrió en 2015, porque con ello conseguiremos el mismo resultado que entonces. Nos guste o no, ya no estamos en 2015, y hacer que la palanca de cambio que es Podemos mantenga la puerta abierta requiere de una estrategia distinta. Lo que toca ahora para seguir siendo útiles a la gente, lo explica muy bien Manuela Carmena: centrarnos en gobernar y hacerlo muy bien durante el año que queda. Es lo que gente nos pidió que hiciéramos en 2015, y nuestra responsabilidad si queremos profundizar el cambio y extenderlo a otros municipios, Comunidades Autónomas y al país.
Tiene razón Pablo Iglesias cuando dice que no es posible ganar un país sin reivindicar el concepto de patria. Y no hay mejor manera de hacerlo que siendo útiles para dar soluciones a los problemas de la gente, haciendo comunidad en los barrios y en los municipios, defendiendo unos servicios públicos de calidad que no dejen a nadie fuera, y apoyando a quienes más lo necesitan. Patriotismo sí, y no patrioterismo, porque la patria es la gente.
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