Pocos microrrelatos habrán servido a más historias como esta de Augusto Monterroso. En el caso de este artículo, me sirve para subrayar que la recuperación económica, aun habiendo sido importante y haber permitido corregir los peores estragos de la crisis del euro en Catalunya, no ha resuelto sus principales desajustes sociales ni aún menos disipado las motivaciones objetivas del independentismo; es decir, de un republicanismo que considera agotado el modelo territorial que se adoptó con la restauración borbónica y, en todo caso agotado, el encaje de Catalunya en España.
Vayamos por partes y empecemos con la recuperación económica, iniciada en 2014 y mantenida durante el 2015, 2016, 2017 y 2018, con un crecimiento del PIB por encima de la media del Estado y muy por encima de la media europea, a pesar de quienes auguraban que con el referéndum del 1 de octubre 2017 habrían de caer sobre Catalunya poco menos que las diez plagas de Egipto. En realidad, ni una. De hecho, el año 2018 cerró habiendo pulverizado algunas cifras ya récord en ejercicios anteriores, como es el caso de las exportaciones, el tráfico portuario y el aeroportuario. O lo que es lo mismo, con el grado de apertura al mundo de la economía catalana y, por tanto, con un aumento de nuestra independencia económica; puesto que hoy en día dependemos poco, o en todo caso menos, de ningún mercado en concreto.
El "conflicto" catalán no es ni se resolverá solo con dinero. Tiene que ver con la voluntad de ser y de poder: de ser quienes somos, diversos y plurales, y de poder decidir día a día nuestro destino
Ese alto grado de apertura al mundo ha hecho posible, de hecho, que la economía catalana haya podido resistir un ataque como nunca antes visto, un "a por ellos económico" con el traslado de sedes empresariales promovida por el Estado mediante decreto ley y con una supuesta e ignominiosa fuga de depósitos bancarios que podía haber provocado el pánico bancario previo a todo ‘corralito’. ¡Y no solo en Catalunya sino en todo el estado español! Al Antes se partirá Catalunya que España, hoy podemos añadir el Antes hundida que rota. O, si se prefiere, España una o ninguna; cualquier cosa antes que reconocer unas naciones que incluso la Constitución de 1978 reconocía.
Pues a pesar de todo eso, la economía catalana sigue creciendo. Y si por economía entendemos competitividad y PIB, incluso podríamos concluir que vamos estupendamente. Unas exportaciones de récord evidencian una alta competitividad y un PIB creciendo al 3% es algo insólito en economías maduras como la nuestra. Sin embargo, junto al todavía insuficiente aumento del empleo, también ha crecido el porcentaje de trabajadores pobres y en precario; además, los salarios apenas han aumentado, cuando no disminuido, y en todo caso ha bajado la participación salarial en la distribución de la renta; y como resultado, la población en riesgo de pobreza, aunque menor que durante la crisis, sigue siendo a todas luces excesiva y aún incluye a un 22% de conciudadanos.
Los presos llevan un año largo en prisión preventiva y que están ahí por cumplir lo que estaba descrito en un programa electoral
Una cifra no muy diferente a la media del Estado, es cierto, pero que resulta incomprensible si tenemos en cuenta el muy superior porcentaje de trabajadores ocupados que hay en Catalunya; la comunidad con menor capacidad para reducir la pobreza mediante transferencias fiscales, pese a tener una presión y una recaudación fiscal muy por encima de la media.
¿Acaso malgastamos? No creemos que ese sea el problema, por mucho que podamos aceptar que siempre se puede gastar mejor y que todo presupuesto es perfectible. A nuestro entender el problema es la diferencia entre lo que se recauda y lo que se recibe en Catalunya, ya sea por cuenta del Estado, la Seguridad Social o la propia Generalitat. Una diferencia o déficit fiscal excesivo, en una banda entre el 5 y el 8% del PIB según el método de cálculo; es decir, casi una cuarta parte de lo que se recauda en Cataluña, incluyendo las cotizaciones sociales, y equivalente a los recursos que harían falta para erradicar la pobreza y poder dedicar a educación y sanidad un porcentaje del PIB similar a la media del Estado. Y digo similar, puesto que hoy es significativamente inferior.
El problema autonómico es estructural y se deriva tanto del modelo de financiación como del balance de competencias Estado/autonomías
Y lo que es peor, los recursos que no podemos destinar a garantizar la igualdad de oportunidades de los ciudadanos de Cataluña, tampoco están sirviendo para reducir la desigualdad entre comunidades; ya que tras cuarenta años de transferencias fiscales, la disparidad regional en PIB per cápita no ha disminuido, sino que ha aumentado, y hoy ya son diez las comunidades autónomas que se sitúan por debajo de la media cuando en 1980 eran siete.
¿Acaso entonces malgastan las comunidades que tienen superávit fiscal? Como decía antes, siempre se puede mejorar el gasto público a todos los niveles; pero a mi entender el problema es estructural y se deriva tanto del modelo de financiación como del balance de competencias Estado/autonomías. Las comunidades autónomas, concebidas como centros de gasto, a cargo de los servicios básicos del estado del bienestar, con ingresos en función de su coste y con independencia de cuánto recauden, no tienen los recursos, ni los incentivos, ni las competencias para transformar su modelo económico.
Tenemos la plasmación de un modelo territorial, social y económico fracasado o, cuando menos, agotado
Por contra, el Estado, librado de servir a los ciudadanos y disponiendo de competencias y recursos más que suficientes, ni sabe qué conviene en cada territorio para poder impulsarlo ni parece interesado en nada que no sea añadir, a la concentración de poder, una concentración económica similar. Como mejor prueba, el crecimiento espectacular de renta de Madrid, kilómetro cero de todas las infraestructuras, que ha ido dejando atrás o muy atrás al resto de comunidades. La plasmación del más estrepitoso fracaso de la política de convergencia regional, del Quien parte y reparte se lleva la mejor parte. Y si a eso le sumamos el altísimo paro estructural de algunas comunidades, la pobreza y la desigualdad social generalizada, y una deuda pública estatal y exterior insostenible, entonces tenemos la plasmación de un modelo territorial, social y económico fracasado o, cuando menos, agotado.
Paradójicamente, donde mejor se ha resistido la succión del agujero negro central ha sido en Catalunya; allí donde la voluntad de la ciudadanía es más fuerte y no se quebranta por unos cuantos millones de euros de más o de menos. Al fin y al cabo, el desarrollo de una nación no depende de cuánto dinero tenga o reciba sino de lo que pueda y decida hacer con él. Por eso mismo, que nadie se llame a engaño. El "conflicto" catalán no es ni se resolverá solo con dinero. Ni aún menos es una cuestión de insolidaridad. En la UE, nosotros defendemos una política de cohesión generosa orientada a la convergencia regional europea, y, de disponer de los recursos que generamos, una mayoría de catalanes estaría de acuerdo en participar en un fondo de inversión para fomentar el desarrollo de aquellas regiones españolas y europeas que, por menos desarrolladas, tienen mayor potencial de crecimiento.
El desarrollo de una nación no depende de cuánto dinero tenga o reciba sino de lo que pueda y decida hacer con él
El conflicto tiene que ver con la voluntad de ser y de poder: de ser quienes somos, diversos y plurales, y de poder decidir día a día nuestro destino. Algo que obviamente choca con la idea de la España una y grande que, acaso ingenuamente, creíamos superada. De ahí nuestra sorpresa ante la sentencia del TC, el 2010, y nuestra estupefacción ante la reacción represiva del Estado por la celebración el Uno de Octubre de un referéndum que no constituye delito ninguno según el propio Código Penal español... Y, espero que esto no sorprenda a nadie, será muy difícil de entender, aquí y en el resto de Europa, una sentencia condenatoria para el juicio que está por llegar a los presos políticos. Que recuerdo que llevan un año largo en prisión preventiva y que están ahí por cumplir lo que estaba descrito en un programa electoral.
En definitiva, la coyuntura económica en Cataluña va bien y a mejor, mucho mejor de lo que algunos predijeron y quizás deseaban, pero los problemas estructurales se mantienen y más pronto que tarde habrá que encontrar la manera de resolverlos. Por nuestra parte no dejaremos de estar dispuestos al diálogo, ni renunciaremos a pensar que una mayoría de españoles es profundamente demócrata y que por tanto sabremos encontrar una solución democrática al conflicto, empezando por la liberación de los presos políticos y el retorno en libertad de los exiliados.
Comentarios
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