SUSANNE GRATIUS
La crisis del euro parece sacar a la luz algunos de los peores sentimientos nacionalistas que pensábamos enterrados bajo el paraguas común europeo. No hay más que mirar a la opinión pública alemana y española. En Alemania, se ha desatado un debate sobre la utilidad de los paquetes de rescate, el futuro del euro y del propio proyecto de integración europea. Como heredera de Helmut Kohl, Angela Merkel sigue siendo europeísta, pero representa también un nuevo espíritu europeo, más cercano a los intereses nacionales y con un mayor papel para los estados grandes. Mientras tanto, en España no se ve con buenos ojos este cambio. La ministra de Economía, Elena Salgado, ha dejado entrever que la posición alemana podría haber influido sobre la especulación contra España. Y, anticipando un posible paquete de rescate o escenarios aún más dramáticos, parte de la opinión pública española empieza a culpar a Alemania de haber provocado la crisis.
La primera pregunta que surge es: ¿por qué Alemania tendría interés en que a España le fuera mal si es el principal beneficiario de un euro que funciona? Cabe recordar que el euro se basó en la fuerte moneda alemana, que fue, y sigue siendo, el motor de las economías europeas. Además, Alemania ha sido uno de los artífices del fondo de rescate, pretende institucionalizarlo y es su principal contribuyente. Y no menos importante: contrario a la retórica común sobre el peso de China en la economía alemana, cabe señalar que un 63% de las exportaciones de Alemania va destinado a estados miembros y un 71% de sus importaciones proviene de ellos.
Sin duda, no ha sido Alemania la que ha causado los problemas de España. Los sucesivos gobiernos españoles han tenido algo que ver. En primer lugar, por las altas tasas inmobiliarias. En la última década, el Estado español ha sido el principal beneficiario del boom del ladrillo y, pese a ello, no ha llevado a cabo las reformas estructurales necesarias con vistas a preparar la economía española para encontrar otros nichos más allá de la construcción y el turismo. Segundo, la especulación contra la economía española es también el resultado de una crisis de liderazgo y de credibilidad política originada en Madrid. Tercero, el Gobierno alemán no se beneficiará de un posible paquete de rescate para España, sino que tendrá que pagarlo (en parte) y justificarlo ante una opinión pública alemana que también se ha contagiado de sentimientos nacionalistas y está recelosa de seguir asumiendo su tradicional papel de paymaster. Para gran parte de la opinión pública alemana, la crisis actual evoca el fantasma de Weimar y la hiperinflación seguida por la deflación.
El verdadero debate es otro. Lo que Alemania plantea es por qué el Estado tiene que rescatar un sector bancario ineficiente y especulativo. En el fondo, lo que estamos viendo en Europa es una lucha de poder entre quién puede más: el Gobierno o la banca. Es poco ético que los contribuyentes europeos tengan que ayudar a sanear un sector que ahora amenaza con hundir a economías enteras. Relegar el debate a un conflicto entre estados o gobiernos no refleja el verdadero problema, sino que manipula a la opinión pública buscando enemigos claramente identificables. No hace más que alimentar esta histeria colectiva que han provocado los ataques especulativos contra determinadas economías de la zona euro.
Esta crisis no debería alejarnos, sino unirnos más para realizar la necesaria tarea de construir una verdadera unión económica. Alemania sabe que no puede salirse con la suya. Su destino está ligado al de los demás estados miembros, incluido España. La crisis del euro no es sólo la consecuencia, sino también el resultado del resurgimiento de los peores sentimientos nacionalistas que amenazan el proyecto europeo y merman su credibilidad. Debemos cuidar de que no se cumplan los escenarios catastróficos diseñados en los medios de comunicación y hacer lo posible para que se imponga la racionalidad y la solidaridad que han caracterizado a un proyecto europeo que sigue siendo único en el mundo. Esta crisis abre también la posibilidad de seguir con la tarea pendiente de profundizar en la integración europea incluyendo una mayor coordinación macroeconómica. Rescatar el proyecto europeo para el futuro requiere dejar de lado los nacionalismos y seguir construyendo esta Europa que, pese a todas las dificultades, ya es una marca en el mundo.
Susanne Gratius es anvestigadora senior de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE)
Ilustración de Javier Olivares
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