"El debate sobre estatutos de autonomía de nacionalidades históricas nos abrió varias vías de agua debajo de la línea de flotación, pero lo que de verdad nos hizo daño fue el debate sobre el Estatuto de Autonomía de Andalucía". Así se pronunciaba Margallo recientemente en una entrevista de la tv pública andaluza. Cuenta en su libro cómo para el movimiento nacional españolista el proceso autonómico andaluz fue un verdadero infierno. Un infierno que provocó cambios trascendentales incluso en la constitución del 78. Contrastan las confesiones del ex ministro del PP con la banderita blanca y verde contrahecha que luce Moreno Bonilla en la solapa por estos días.
Hoy la extrema derecha hace el paseíllo por los corredores del hospital de las 5 llagas mangoneando los presupuestos de una Junta que quiere hacer desaparecer y poniendo en gravísimo riesgo la escuela, la sanidad pública y los derechos sociales que Susana Díaz no quiso blindar cuando aún estaba a tiempo. Hoy llora el PSOE por las esquinas como el rey moro la pérdida de "su" joya más preciada.
Después de 40 años, el PIB per cápita de un andaluz solo es el 74% de un español, o el 56% de un ciudadano europeo; y desde 2006 nuestro PIB solo ha crecido un 5%, frente al 10% de la media española, o al 21% de la UE. Cuesta trabajo entender que una comunidad tan rica en recursos como la andaluza, y con generaciones nuevas bien formadas no salga de tan pertinaces estadísticas.
Además de las políticas social-liberales del turnismo democrático, el mal andaluz se inició con un gobierno que usurpó la blanca y verde confundiendo autonomía con partido: Andalucía por PSOE. A pesar de las incuestionables mejoras que los primeros gobiernos de la Junta implementaron, el seguidismo a Madrid fue y ha sido la tónica dominante. Mientras desde el gobierno central, fuera el que fuera, se negociaba el concierto vasco, o el IRPF para Cataluña, nunca vimos una mesa bilateral que sentara al presidente/a de la Junta con Madrid para hablar de Andalucía de tú a tú. Hoy todo sigue igual para nosotras. Se ha investido al presidente Sánchez después de que vascos, catalanes, gallegos, canarios y hasta Teruel, hayan tenido su espacio de representación y defensa de los intereses de sus respectivos pueblos. Por poner solo un ejemplo: no habrá reforma de la política fiscal sin el visto bueno de los vascos. ¿Dónde estaba Andalucía? ¿Quién en nombre del 18% de la población total del estado español dijo algo en favor de nuestros intereses a cambio del voto andaluz? ¿Acaso no tiene entidad Andalucía para ser escuchada como la que más en este país de países? Justo estos días salía una noticia que decía que el 70% de los andaluces creen que Andalucía está mal representada en el Congreso.
Mientras, el gobierno de Moreno Bonilla se declara andalucista a la vez que su gobierno vende nuestra tierra a precio de saldo. Mientras el PP malversa la bandera andaluza para hacer política partidaria, los partidos nacionales se tiran los trastos a la cabeza por el IVA y el PSOE deja en la estacada una vez más a Andalucía, a pesar del acento andaluz de la Ministra Montero. Y mientras, en Andalucía, rige la ley de la selva, la del capital privado, nacional o extranjero. Qué si no, es el decreto ley que amplía los supuestos de declaración estratégica de proyectos para captar inversiones sin garantizarse ni siquiera la estabilidad en el empleo o un modelo productivo sostenible que haga frente a la situación de emergencia climática. Qué si no es bajar los impuestos a los más ricos y facilitar el negocio a quienes tributan en Madrid o en Liechtenstein a costa de nuestros recursos ¿Para qué agilizar y simplificar los planes de ordenación urbana de nuestras ciudades y pueblos si no es para alentar la especulación y la burbuja? ¿Apostar por las 35 H de refinerías de inversores de Abu Dabi en vez de apostar por la transición energética sostenible es defender Andalucía y su modelo productivo? ¿Es eso ser andaluz? Dónde estaban esos andaluces cuando la ministra socialista Ribera abrió la puerta a Gas Natural en Doñana, para almacenar su gas y su codicia a costa de la heredad andaluza. En qué lugar quedó Andalucía cuando la Junta del PSOE y C,S apoyaban las importaciones de aceite a Túnez hiriendo de muerte al sector olivarero andaluz, hoy bajo la amenaza de los fondos de inversión que se quedan con nuestros olivos.
Envolverse en la bandera blanca y verde haciendo estas políticas desleales con Andalucía es solo una impostura. El PP que se autoproclama ahora como el gobierno más andalucista de la historia, son los herederos de los que el 28 de febrero de 1980 gritaban aquello de: "Andaluz, este no es tu referéndum". Si hay carrera por el podio del andalucismo entre los partidos de Madrid es porque saben que llega el tiempo de una Andalucía nueva. Una Andalucía que no sea de nadie, tan solo de los andaluces. Destellan ya en el horizonte esos nuevos andaluces y andaluzas en las artes, en la ciencia, en el trabajo, en la vida. Nos toca ocupar nuestro sitio en el mundo, y ese no puede seguir siendo el furgón de cola. Ojalá que este 28 de febrero sea el año cero de la Andalucía Libre y Viva.
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