"No duermo desde que nos enteramos que nos iban a mandar al IFEMA. Todos tenemos mucha ansiedad con dejar el Centro de Salud y vernos de un día para otro trabajando allí. Yo, la verdad, tengo temores".
"Tener que decir a una persona que no se puede despedir del familiar que acaba de morir, y contenerla cuando tú estás que no puedes más".
"Los entierros son en soledad. Es muy duro...".
"Lo único que sigue igual: el sol que sale y se pone todos los días...".
"Esto parece una peli", "estoy como en una nebulosa", "la intranquilidad es un peso que abruma".
¿Qué pasa con todas estas cosas que se expresan en la cotidianidad y que no son recogidas por demanda alguna, porque pasan a engrosar aquellos malestares que se sufren, pero que no se analizan ni cuestionan, porque se consideran normales?
Estamos viviendo una realidad excepcional para todos y todas. Nos cuesta salir del impacto emocional que supone. Tenemos las energías puestas en los cambios que se suceden y que, a su vez, se modifican por momentos. Todo esto nos requiere cierta lucidez para intentar comprender y actuar.
La situación exige un proceso de adaptación. Pero ¿cómo hacerlo? Frente a tanto dolor sin abrazos, con palabras que no alcanzan, se hace muy difícil tramitar las angustias personales, familiares, colectivas. Encontramos padres y madres desorientados e intentando reubicarse y, a veces, sin elementos para explicar a sus niños y niñas por qué no se puede salir. Les es difícil decir que no se puede salir a quien está en edad de salir o al anciano que se empeña en ir a la plaza, donde se encuentra cada día con sus amigos. Aparece un punto de pseudo-transgresión e irreverencia ¿y hasta dónde esto obtura el poder pensar la situación?: "Yo aquí no me quedo, me voy al pueblo, pero ya". Se suma a la dificultad tanto el desconocimiento como el exceso de información que generan más inseguridad, miedo y bloqueos. La incertidumbre económica, las prisas y las urgencias complican cualquier proceso de elaboración.
Pero pongamos nombres. ¿Qué es una emergencia social?
Las situaciones de emergencia social suponen alteración de normas y de marcos de referencia de las relaciones sociales; perturban la vida cotidiana, sus ritmos; generan situaciones de amenaza que provocan alto grado de incertidumbre y sentimientos de indefensión.
Al psiquismo le corresponde realizar un trabajo penoso de elaboración, que es lento, paulatino, y cargado de dudas y ambivalencias. Hablamos de proceso y tiempo. Hablamos de elaborar duelos, que es el proceso de transformación que permite al ser humano la adaptación al cambio.
El proceso de duelo es un trabajo interno con diferentes fases. Al principio haciendo intentos desesperados de negar lo que pasa y esperar que todo vuelva a ser como antes. Un segundo momento es el de la depresión o desorganización, con sentimientos muy encontrados. Implica pérdida de fines en el mundo externo, con vivencias de desorientación y apatía. Pero este momento cumple una función adaptativa necesaria para pasar a la tercera fase, la de reorganización.
En esta situación de emergencia social nos parece de suma importancia la comprensión del duelo como un hecho social.
Sin embargo, en nuestra sociedad hay desconocimiento y negación de los mecanismos del duelo. Todo lo que duele es fácil evitarlo, taparlo: "no queremos penas", "hay que mirar lo positivo", "venga, hay que tirar adelante...". Frente a un dolor interno, evitamos compartirlo por la idea de no entristecer a seres queridos. Cuántas veces, en la consulta, médicos y médicas escuchan: "no le he dicho nada a mi hija por no preocuparla...".
Este desconocimiento nos deja un tanto inermes frente al dolor intenso. Igual que nos faltaron mascarillas, nos falta el escudo protector de algunos recursos de un psiquismo más saludable. Nos falta fortalecer la capacidad de cooperar para enfrentar la nueva realidad.
Tengamos en cuenta que:
- Todo cambio conlleva pérdida y reorganización, pero lo primero es que duele.
- Para sostener este proceso es fundamental el reconocimiento de lo que está pasando.
- Se congregan sentimientos diversos y a veces contradictorios.
- Surgen sentires y vivencias dolorosas que necesitan ser expresadas, escuchadas, contenidas, evitando tanto la catarsis como el silenciamiento.
- Esta elaboración y reparación sólo puede hacerse con otros; somos seres sociales y esa es la fuente de nuestra esencia y nuestra esperanza.
- Es necesaria una elaboración social que repercutirá significativamente en la salud mental comunitaria.
Estamos ante una epidemia. Implica una situación de emergencia social. Requiere de una participación social activa que sirva de soporte para la elaboración personal y social.
Comentarios
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