Dominio público

Adolescente busca audiencia: crecer en la era YouTube

Marina Pibernat Vila

Antropóloga

'Youtubers'
'Youtubers'

En estado de alarma por la crisis del Coronavirus, la población en edad escolar fue la primera en verse afectada al cerrarse los centros educativos. Con la cuarentena, ha sido confinada en casa, sirviéndose de la amplia oferta audiovisual y las herramientas digitales para pasar el tiempo. Sus nuevos ídolos juveniles, los y las youtubers, también han sido confinados, y siguen interactuando con sus audiencias durante la pandemia. En este contexto excepcional, en el que Internet se ha convertido más que nunca en la ventana al mundo exterior y una de las principales fuentes de ocio, merece la pena pararnos a reflexionar sobre cómo es crecer en la era YouTube.

"¿Te imaginas cómo habría sido nuestra adolescencia si hubiésemos tenido Instagram, Twitter, YouTube...?", preguntó una vez un amigo mientras hablábamos del tema de mi tesis doctoral, titulada Género y adolescencia en la era digital. Antropología de la socialización audiovisual. Desde luego habría sido muy distinta. El ejercicio de imaginación que proponía con su pregunta me pareció especialmente pertinente en tanto que ayuda a comprender que el tránsito de la infancia a la edad adulta, como experiencia vital de gran importancia, está sujeto al contexto en el que nos toque realizarlo.

El mismo concepto de "adolescencia" es producto de los cambios socio-económicos de finales del siglo XIX en Occidente, relacionados con la industrialización, la expulsión de la juventud del mercado laboral y la proliferación de las instituciones educativas. Así, empezó a considerarse una etapa vital caracterizada por su indefinición, en la que se ha dejado ya de ser una criatura, pero todavía no se es una persona adulta. Las legislaciones se adaptaron a esta nueva concepción de la juventud, y chicos y chicas vieron cómo se prolongaba su dependencia económica de la familia. Si esto no representaba un problema para jóvenes de clase alta, sí lo era para jóvenes de clase trabajadora. A principios del siglo XX, la entonces llamada Gran Guerra afianzó no sólo el sentimiento de pertenencia a una nación, sino también a una generación, a una misma "quinta" de hombres que era mandada al frente. Después, el fascismo utilizó a la juventud como ariete para penetrar en la sociedad, presentándola como la portadora de sus más altos valores ideológicos. Insistió en su educación en el ideal fascista, con una marcada segregación de género. Los chicos eran educados para ser soldados y las chicas, sus abnegadas esposas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, emergió un mercado y un consumo específicamente juveniles estrechamente relacionados con el ocio. Nacieron los primeros referentes masivos de la juventud, ídolos cinematográficos y musicales de su misma edad. Empezaba la era de las modas, del fenómeno fan, de la indumentaria como reivindicación de la pertenencia a un grupo definido por el consumo de un determinado estilo musical, a menudo tratando de diferenciarse de la generación anterior. Las sucesivas crisis económicas y de valores dejaron su impronta en los movimientos juveniles del siglo pasado, como fue el caso de la cultura punk y la crisis del petróleo de 1973.

Precisamente, en la década de los 70 del siglo XX se inició la revolución digital, el nacimiento de Internet como hecho social total, es decir, con implicaciones a todos los niveles de la vida y las relaciones sociales. Ante las posibilidades que ofrecían las nuevas tecnologías comunicativas, el optimismo se impuso, esgrimiendo que habíamos entrado en una nueva era, la de la información y la sociedad-red. Internet modificaría por completo nuestras relaciones sociales y productivas, dejando atrás las viejas distinciones de clase de la era industrial, e incluso las atávicas discriminaciones de género. Al fin y al cabo, en la red no importa si una es una o uno, si es rica o pobre. Cualquiera puede hacer uso de las nuevas herramientas, y si es lo suficientemente inteligente, hábil, tiene talento y se esfuerza, el éxito estará poco menos que asegurado.

Este tipo de discursos de corte meritocrático, que ciertamente no son nuevos, están presentes en el nuevo fenómeno fan de los y las youtubers, que arrastra grandes multitudes de adolescentes a nivel internacional. Se trata de jóvenes que han conseguido una gran fama y fortuna gracias a crear y difundir contenido audiovisual a través de la plataforma YouTube, algo que (aparentemente) puede hacer cualquiera. Evidentemente, resulta un proyecto de vida muy atractivo para adolescentes, ya que estos nuevos ídolos se encuentran en la cúspide de la pirámide de lo que se ha llamado la juventud "prosumidora", que produce y consume contenidos audiovisuales en Internet. Las redes sociales han empezado a competir con los videojuegos como puerta de entrada a la esfera digital, y tanto chicas como chicos las usan desde su tierna adolescencia. Los y las youtubers son jóvenes que han transformado esta actividad cotidiana y generalizada en un oficio, convirtiéndose en modelos y referentes para la juventud actual.

¿Cuál es el modelo que transmiten las grandes figuras del fenómeno youtuber? Para empezar, son adolescentes y jóvenes como quienes integran sus audiencias, utilizan un lenguaje juvenil muy expresivo y espontáneo, se sirven del humor y las bromas para compartir sus aficiones y captar audiencia. En muchas ocasiones realizan sus vídeos en su habitación, donde las chicas y chicos tienen su ordenador y llevan a cabo la mayor parte de su consumo audiovisual en soledad. Así se crea una estrecha relación entre el o la youtuber y su audiencia, relación que se construye en una interacción constante entre las dos partes. De este modo han conseguido reunir enormes audiencias,  millones de personas de todo el mundo que siguen sus publicaciones. Y si bien pueden monetizar sus videos y generar sus propios productos y merchandising, la mayor parte del negocio de ser youtuber está en la relación que establecen con las marcas, que no han tardado en hincarle el diente a estas enormes audiencias juveniles. Chicos y chicas suelen confiar en que sus youtubers favoritos son más honestos que la publicidad tradicional, y que realmente publicitan aquellos productos que les gustan. Las marcas de cualquier producto dirigido a adolescentes y jóvenes consiguen anunciarse de forma mucho más efectiva que hasta ahora.

Así pues, la audiencia granjeada es la moneda de cambio en Internet, un capital social digital que puede convertirse fácilmente en capital económico. En ese sentido, no parece que estemos ante una nueva era, sino que más bien las relaciones de producción capitalistas ahora se expresan de nuevas formas acorde con la tecnología que el mismo sistema ha desarrollado. En un contexto marcado por la crisis económica y la precariedad, chicas y chicos adolescentes entienden perfectamente el funcionamiento de esto y la importancia de conseguir audiencia en la esfera digital, empezando a forjarla tan pronto como sus familias les permiten hacer uso de las redes sociales virtuales para exponerse en Internet. Y con esto en mente, inician su tránsito de la infancia a la edad adulta, dejando de ser niñas y niños para convertirse en mujeres y hombres.

En el uso de las redes sociales virtuales hay importantes disparidades de género que se trasladan al fenómeno youtuber. En términos cuantitativos, los chicos youtubers son mucho más seguidos que las chicas youtubers, por lo que se trata de un fenómeno altamente masculinizado, cuya hegemonía la ostentan hombres jóvenes. Entrando en las temáticas tratadas, los youtubers hacen un contenido basado muchas veces en los videojuegos y el humor, a menudo un humor sexista. Las youtubers, a diferencia de ellos, exponen en mayor medida su vida personal, su pareja o su orientación sexual. Y las más seguidas se dedican a temas de moda, belleza y estilismo. Los clásicos estereotipos de género son muy visibles en el fenómeno youtuber, donde los y las adolescentes encuentran sus referentes de feminidad y masculinidad.

Resulta que el género sí es importante en la esfera digital, y es más, los estereotipos de género se reproducen en ella incluso de forma más nítida entre personas más jóvenes. El fenómeno youtuber da cuenta de ello, y es la máxima expresión de una nueva forma de hacerse mayor en el actual contexto mediático y audiovisual. Adolescentes y jóvenes, viendo las dificultades para entrar en el mercado laboral e incluso el aumento de las tasas universitarias, perciben como un posible futuro profesional la creación de una audiencia alrededor de su persona. Y en ese sentido, se han dado cuenta de que los chicos la atraen haciendo "cosas de chicos" (videojuegos, bromas, humor sexista). Y las chicas haciendo "cosas de chicas" (exposición de la imagen y la vida privada, moda y maquillaje). A riesgo de parecer carcas, mi amigo y yo nos alegrábamos de no ser adolescentes en el nuevo contexto mediático, tan marcado por la segregación de género como por el uso que el mercado hace de los estereotipos de género para fomentar el consumo juvenil. Parece que, a pesar de todo, nuestra juventud sigue también confinada en los ya conocidos roles y estereotipos de género, tan funcionales a las relaciones de producción capitalista en la era digital.

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