Dominio público

La llave que abrió los debates

Manuel Campo Vidal

MANUEL CAMPO VIDAL

02-28dominio.jpgAbrir la puerta de los debates electorales Cara a Cara ha sido muy difícil, pero se ha logrado. Era un portalón pesado, cerrado durante quince años, y con varias cerraduras. No bastaba con abrir una y después otra. Existía una combinación de todas para franquear el paso. Pero, además, faltaba mover el portalón.

Una sola persona no puede lograr eso. Injustamente se me ha atribuido el mérito en exclusiva. A dos personas –y va por Fernando Navarrete, co-negociador y co-director después de los debates, además de excelente realizador– tampoco. Además de abrir las cerraduras, hay que mover el portalón sobre goznes oxidados. Para ello ha sido necesaria la energía de muchas personas. Citaré algunas: ayudó la perseverancia de Gloria Lomana y Maurizio Carlotti de Antena 3  para conseguir esos debates. Se llevaron en exclusiva el Solbes-Pizarro con Matías Prats como moderador, felicidades, pero contribuyeron en buena medida a los debates Zapatero-Rajoy. También ayudó el empeño de Daniel Gavela de Cuatro, los buenos oficios de José Miguel Contreras de La Sexta, o de Pedro Piqueras de Telecinco y tantos otros que empujaron ese portalón.

Y no hay que olvidar la contribución de TVE. Con el magnífico programa Tengo una pregunta para usted, que presentó Lorenzo Milá, divisamos una señal esperanzadora sobre los debates. Si el presidente Zapatero se atrevía a inaugurar en directo un programa con un formato no experimentado en España y si Mariano Rajoy también aceptaba, podía deducirse que los Cara a Cara no eran solo un sueño.

Pero todo eso no bastaba: había que negociarlos, y ahí surgió la dificultad principal aportada por el propio mapa actual de la comunicación. En 1993 había dos debates disponibles –lógico, porque la campaña electoral española es muy corta– y solo dos cadenas privadas en abierto, Antena 3 y Telecinco. La batalla fue entonces conseguir el primero y además pactar las condiciones con los partidos sin referencia anterior alguna. Ahora había cinco posibilidades razonables: las dos de 1993, más Cuatro, La Sexta y, sin duda, TVE, cuyo presidente Luis Fernández, fue votado por unanimidad por los consejeros de los partidos políticos en el nuevo Estatuto de RTVE. Dos debates para cinco cadenas. Difícil de repartir.

La Academia había hecho una propuesta discreta que decía ésto: "Es tiempo de que cadenas y partidos negocien. Si no se llegara a un acuerdo, sepan de nuestra disponibilidad a organizar una señal neutral para acceso de todos los que lo deseen".

Es lo que terminó sucediendo, como saben. La negociación fue relativamente sencilla con los partidos y algo más complicada en la búsqueda de moderadores que no estuvieran en este momento identificados con una sola cadena. Podían conducirlo magníficamente docenas y docenas de profesionales y nadie ponía en duda su equilibrio en una convocatoria de esta naturaleza. Pero con Ana Blanco veríamos desde la señal común a TVE, con Matías Prats a Antena 3, con Angels Barceló a la Ser, con Carlos Herrera a Onda Cero, con Juan Ramón Lucas a RNE y así sucesivamente. Pero lo mismo sucedía, interpretaron los partidos, con personas vinculadas a puestos de dirección de grandes medios.

Al final quedó una lista, que por lo visto ya se conoce hasta en Cuba, con muy pocas personas, entre las que estaban Fernando Onega, Fernando González Urbaneja, que tenía el plus de ser el presidente de los periodistas españoles, Luis Mariñas, que moderó el González-Aznar en Telecinco magistralmente, Olga Viza y alguno más.

Ya conocen el resultado. Y también cómo se desarrolló el primer Cara a Cara. Quienes dudaban de la eficacia de un debate con intervenciones medidas en el tiempo comprobaron que, si los candidatos lo deseaban, el debate se produciría igual y con ritmo garantizado, además. ¡Y vaya si hubo debate! Caben otros formatos, pero no podían comenzar a discutirse a diez días del primero de ellos, cuando los partidos los encargaron definitivamente a la Academia. Tiempo habrá para discutir formatos. El reto era organizarlo en diez días y la excelencia profesional de dos docenas de académicos y académicas lo hizo posible.

La audiencia ha sido espectacular. Los trece millones de personas que lo siguieron como media –hasta veinte entraron en algún momento– suponen más de la mitad de la población que veía televisión esa noche y lo siguió hasta el final. Pero hay emisoras locales, de TDT y otras señales que lo transmitieron y cuya audiencia no se mide. Súmenlos. Más los oyentes de radio. Y los que ven los canales internacionales de TVE en Europa y América, o el Canal Internacional de Antena 3. O los internautas de todo el mundo. Este es el primer debate español del siglo XXI, en plena Sociedad de la Información. Casi todo el debate está colgado en YouTube. No hay país del que no tengamos noticia de que se siguiera, incluso en grupo. En Portugal, Argentina, Venezuela, Chile y México, apasionó. Hay constancia de ello.

La televisión y el resto de medios, los periodistas y la Academia de Televisión debemos un reconocimiento a Zapatero y a Rajoy. Sin su aceptación personal, los Cara a Cara no hubieran llegado. Y los negociadores agradecemos a Pío García Escudero y a José Blanco, dos personas educadas, respetuosas, que nos dieran su confianza. Puede argumentarse que el debate interesaba a sus líderes, pero otros tuvieron la oportunidad de concederlos en su momento y prefirieron no correr riesgos.

Y créanme: por más que los asesores pacten todos los detalles imaginables, cuando el debate comienza, no valen documentos, ni matices. Es una propuesta política contra otra, expresada con toda la fuerza y eficacia con que se pueda. Es lo que vimos la noche del 25 de febrero de 2008 y sin duda veremos el 3 de marzo.

Manuel Campo Vidal es periodista y sociólogo

Ilustración de Iván Solbes 

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