El movimiento del actual vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, sacude el tablero político madrileño tras unos días de auténtico vértigo. Hasta este lunes la formación morada había guardado silencio ante la convocatoria electoral llevada a cabo por Isabel Díaz Ayuso, la cual estuvo acompañada por las discrepancias jurídicas entre la Mesa de la Asamblea y el Ejecutivo autonómico a cuenta de las mociones de censura presentadas por PSOE y Más Madrid.
Unidas Podemos se encontraba ante un horizonte electoral que les situaba al borde del 5% en estimación de voto y, por lo tanto, con un importante riesgo de convertirse en una fuerza extraparlamentaria en la comunidad madrileña. La decisión tomada de colocar como candidato al actual líder del partido transforma sus expectativas, así como las posibilidades de que el bloque de la izquierda alcance el gobierno.
Las formaciones de izquierdas caminaban con apatía hacia una campaña electoral centrada en Ayuso y su gestión. Su relato sobre las motivaciones para disolver el Parlamento fue rápidamente asumido por la mayoría de votantes pertenecientes a su espacio ideológico, frente a quienes, como Ignacio Aguado, sostenían que dicha convocatoria en plena pandemia obedecía a un interés particular para deshacerse de sus socios de gobierno aprovechándose de la situación desencadenada en Murcia.
En este escenario, el PP busca intentar captar votantes de Ciudadanos —mientras esta formación entra en proceso de descomposición— e imponerse ampliamente en su particular disputa frente a Vox por el espacio de la derecha. El objetivo fijado es claro, conservar el gobierno y ser determinante dentro del PP frente a un Casado cuyo liderazgo sigue sin consolidarse, mientras el bloque de la derecha se reconfigura en la plaza madrileña. Para esto, la actual presidenta autonómica diseñó un marco ganador al establecer la falsa dicotomía entre "socialismo o libertad", en un territorio en el que el PP lleva gobernando 25 años y ha desplegado durante este tiempo una lógica neoliberal que se ha hecho hegemónica. Se suma que el Ejecutivo de la propia Ayuso se ha convertido en una suerte de referente de oposición a Pedro Sánchez y su Gobierno, así como a sus medidas restrictivas dirigidas a combatir el Covid.
Este escenario ya se ha transformado. Ayuso ya ha dejado de ser el centro del debate político. La propia presidenta se ha visto obligada a poner el foco en Iglesias al que ha llegado a acusar de tener vínculos con el entorno de ETA. Se podría pensar que la presencia del líder de Podemos en la contienda electoral madrileña favorece a la presidenta popular, por contribuir a la movilización de los electores de la derecha. Lo cierto es que Madrid es un territorio en el que la derecha siempre parte con mayor movilización de sus votantes que la izquierda. Por lo tanto, de mantenerse esta línea marcada por los populares, no es que Iglesias le vaya a hacer la campaña a Ayuso, es que esta ya ha comenzado a hacérsela al todavía vicepresidente.
La presencia de Iglesias también es un órdago para Más Madrid, quien ahora tiene que dar salida a una propuesta de confluencia con alguien que amenaza sus expectativas electorales. Los errejonistas, que habían solventado la renovación de su liderazgo gracias a la figura de Mónica García, se encuentran con la incógnita de su competitividad respecto a la candidatura de Iglesias, en una contienda que será muy diferente a 2019. La eterna disputa argumentativa respecto a si es más beneficioso para ambos espacios políticos ir bajo la misma candidatura o por separado, choca aquí con el factor de impulso e ilusión que podría suponer para el espectro de la izquierda madrileña una única papeleta con la presencia de Iglesias tras años de fragmentaciones y disputas internas de índole personal.
La operación también tiene sus riesgos. Un fracaso electoral sería el fin de la figura política de Iglesias y dejaría en una situación muy delicada a Podemos y su participación en el ejecutivo nacional. Ahora bien, la audacia de la maniobra también busca evitar precisamente esto. Una debacle en Madrid con otra persona al frente de la candidatura y con Más Madrid ocupando ese espacio hubiese podido suponer la reconfiguración definitiva del actual espacio político de Podemos.
Lo que ya parece claro es que el liderazgo nacional de Iglesias al frente de Podemos termina aquí. Su salida hacia la política madrileña supone dar el relevo a Yolanda Díaz. La actual ministra de trabajo goza de valoraciones muy positivas —7,33 sobre 10 para los votantes de Unidas Podemos y 6,05 entre el electorado socialista, mientras que Iglesias logra, respectivamente, unas valoraciones de 6,10 y 3,91— que han sido determinantes en la decisión, además, cuenta con una gestión institucional solvente. Será vicepresidenta, en lugar del propio Iglesias, y tendrá todo de cara para ser la candidata a la presidencia del gobierno cuando se celebren las elecciones.
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