MIGUEL ÁNGEL REVILLA ROIZ
Llevo años señalando que el fin de ETA pasa por el PNV. Llevo años denunciando la ambigüedad de este partido.
El PNV es un partido formalmente democrático y condena la violencia terrorista. Pero, al mismo tiempo, cada vez que los tribunales de justicia ilegalizan los apéndices políticos de ETA (HB-ANV), clama contra las sentencias. Cuando la Guardia Civil detiene a dos asesinos etarras con violencia, porque huyen, lanza la sospecha de tortura.
El PNV condena la violencia, pero su discurso político coincide plenamente con los postulados etarras: la independencia de Euskadi.
Y ayer, en su calculada ambigüedad, ha dado un paso más, ha cometido la mayor de las ignominias. Ayer, en Mondragón, el PNV ha impedido relegar del cargo de alcalde a la cómplice del asesinato de Elías Carrasco en vísperas de las elecciones generales.
Todas las personas de bien de este país estamos perplejas ante tan repugnante decisión. El PNV se ha quitado la careta y ha confirmado con hechos la falsedad de su discurso. Ni siquiera ha aceptado la Alcaldía que se le ofrecía. Y no lo ha hecho por cobardía.
Digamos las cosas claras. En el País Vasco, los que defienden la Constitución, y por lo tanto la libertad y la unidad de España, tienen que sobrevivir escoltados y mirando de reojo. Ésos son los militantes del PSOE y el PP. Los que no necesitan escoltas son los nacionalistas; es decir, los del PNV y HB. Esos no corren ningún riesgo.
He dicho muchas veces que los mayores héroes de la actualidad son aquéllos que se presentan a las elecciones en el País Vasco en las listas de partidos no nacionalistas.
Si en el resto de España ya es un problema animar a gente de valía a presentarse en candidaturas regionales y municipales, imaginemos este escenario: un padre de familia honesto de Arrasate, por ejemplo, que ante el panorama que se vive en su territorio tiene un arrebato de conciencia y siente la necesidad de arrimar el hombro, decide presentarse a las elecciones en las listas de ese Ayuntamiento, bajo las siglas del PSOE o el PP. Llega a casa por la noche y reúne a la familia para decirles que ha tomado esa decisión trascendental como un deber cívico. Ahora bien, a partir de ese momento unos señores altos y armados acompañarán las vidas de los suyos, revisarán con minuciosidad su correo y sospecharán de cualquier bulto que esté en su entorno. La familia tendrá que acostumbrarse a agacharse a mirar los bajos del coche... y aun así, deberán estar preparados para lo peor.
En este escenario, no es de extrañar que hasta yo mismo haya sido candidato a las elecciones municipales en Llodio, pueblo natal del lehendakari Ibarretxe y lugar que no he visitado nunca, por uno de los partidos constitucionalistas. En todas las elecciones mi partido envía al País Vasco más de 200 carnés de identidad cántabros para rellenar listas.
Incluso alguna vez he tenido la oportunidad de espetarle al lehendakari que así se las ponían a Fernando VI. Con rivales escoltados, está claro que lo del País Vasco es un caso de falta de libertad único en Europa. Si eso me ocurriera a mí en Cantabria y mis rivales tuvieran que llevar escolta, yo renunciaría a ser candidato de manera fulminante.
Y desalojar de la Alcaldía de Mondragón a ANV, apéndice de ETA según sentencia, habría significado mojarse y dar un paso que habría supuesto entrar en el punto de mira de las pistolas etarras. ¡Sois unos cobardes! Las gentes de bien os repudian.
No sé que hará José Luis Rodríguez Zapatero, pero yo en su caso no querría esos votos para la investidura ni regalados. Ése sería un gesto agradecido por todos los españoles, sobre todo los familiares de las mil víctimas de los sicópatas etarras y, muy especialmente, la madre, la mujer y las hijas de Isaías Carrasco, a las que abracé en Mondragón el día del entierro.
Si no hay una rectificación fulminante, por favor, presidente, no aceptes los votos de los cobardes... Están contaminados.
Miguel Ángel Revilla Roiz es presidente de Cantabria
Ilustración de Iván Solbes
Comentarios
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