Dominio público

Que se ponga la Unión Europea

Ana Pardo de Vera

"Disuasión" militar no suena, como apreció el diputado Jon Iñarritu (EH Bildu), muy convincente, sino bastante paradójico; una advertencia bastante amenazante que aleja cualquier estrategia de la diplomacia y el diálogo que defendió con insistencia el ministro José Manuel Albares en su comparecencia este martes en el Congreso para informar sobre la crisis de Ucrania. El titular de Asuntos Exteriores se esforzó en la Cámara Baja por enfriar las entusiastas palabras de su compañera del Consejo de Ministros, la titular de Defensa, Margarita Robles, hablando de envíos militares al este de Europa como si fueran aceite de oliva de Jaén.

Si quiere llevar la diplomacia por bandera, frente a las pretensiones armamentísticas de EE.UU. (ay, el negocio...), el Gobierno debe poner al jefe de la misma como portavoz único de este asunto y no dar la sensación, no solo de que la coalición PSOE-Unidas Podemos mantiene posiciones diferentes (lo anormal sería lo contrario), pero conciliables, sino de que el Ejecutivo no coordina un mensaje tan trascendental como el de la posición de España en un conflicto que no nos es ajeno, ni mucho menos.

Europa se ha convertido en campo de batalla de un conflicto entre EE.UU. y Rusia y los europeos y europeas tenemos derecho a que nuestros gobiernos defiendan nuestros intereses, no los de Joe Biden, que no son los mismos. El ministro Albares fue claro en los primeros momentos de su intervención: "No se puede decidir nada sobre Europa sin los europeos", pero los hechos no le están dando la razón y la sensación que queda es que la Unión Europea carece de autonomía para tomar decisiones en este conflicto. Y eso preocupa; en un momento de reorganización del espacio internacional, inquieta el hecho de sabernos miembros de un espacio supranacional que va dando palos de ciego y, lo que es peor, asumiendo todos y cada uno de los postulados de EE.UU. sin titubear.

El Gobierno debe ser meridianamente claro en su posición europea, primero, y si quiere -y le conviene-, atlantista después. Ucrania es un país soberano y el respeto a la legalidad internacional es una línea roja, con Rusia en Ucrania, Arabia Saudí en Yemen y EE.UU. en Irak. La precipitada huida de Biden de Afganistán, bendiciendo la decisión de Trump, está muy reciente en el imaginario europeo y español, muy consciente de las violaciones de derechos humanos que están ejecutando los talibán que iban a ser derrotados por USA y sus aliados (España entre ellos) para que dejasen de violar los derechos humanos. Así también se escribe la historia de EE.UU. y no estaría de más una voz autónoma en la UE que le recordase sobre todo a Putin, pero también a Biden, que esto no va de buenos y malos ni de blancos y negros, sino de convivencia, democracia y respeto a los derechos más elementales.


La "firmeza" del mensaje de la OTAN frente a Rusia de la que habló Albares está muy bien (si la Alianza Atlántica no fuera un organismo cuestionable y quizás obsoleto, una herramienta más de EE.UU., como todo el que se deja), pero para todos, incluidos sus integrantes. El problema es que la voz de Europa no se está escuchando en primer término, como voz principal, solo haciendo los coros de Biden. Es verdad que al PP y a Vox les encanta ser más norteamericanos que nadie, unos de Bush Jr. y otros de Trump, pero el PSOE no debe dejarse acomplejar por los discípulos de Steve Bannon, sino por la falta de autonomía de Europa en este reconfiguración del mundo. Una intervención militar en Ucrania sería un desastre, sobre todo para la UE, y eso hay que decirlo en primer lugar. Y hacerse valer un poco.

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