El ascenso meteórico de Vox en las elecciones del pasado domingo en Castilla y León ha supuesto un impacto de dimensiones difícilmente calculables todavía, y por mucho que algunos partidos se esfuercen en circunscribir esa rotunda victoria de la ultraderecha en el ámbito autonómico, para los partidos nacionales supone un quebradero de cabeza que les ha obligado a repensar precipitadamente su relato frente a esta pésima noticia.
En el PP, por ahora, se esfuerzan en reivindicar que Alfonso Fernández Mañueco podrá seguir gobernando su comunidad en solitario, con los apoyos puntuales de las formaciones de la plataforma España Vaciada e incluso, aventuran en la calle Génova, del escaño de Ciudadanos. El PP cuenta con que Vox también pueda abstenerse y hacer presidente al exalcalde de Salamanca. El día a día, argumentan los de Pablo Casado, es muy distinto a la épica caliente de un discurso nacional. Los números, no obstante, siguen sin dar ni siquiera para la investidura.
Tras el desastre del adelanto electoral al 13-F, que solo ha conseguido inflar a la extrema derecha, Pablo Casado se está esforzando en distanciarse de Vox por activa y por pasiva, en tratar de demostrarnos una inocencia más falsa que Judas en toda esta barahúnda antidemocrática. Lo único que ha conseguido, sin embargo, es que Santiago Abascal se aferre a sus dos opciones: "sí" al PP bajo las condiciones de Vox, incluida la coalición, o "no" sin medias tintas (abstención) a la Presidencia de Mañueco. Además, la ultraderecha cuenta con una aliada de excepción en la jefa del Ejecutivo madrileño. Isabel Díaz Ayuso ya ha dicho que nada de "complejos" frente a la izquierda socialcomunista, que el PP leonés y castellano debe gobernar con Vox para derrocar a ese enemigo de mil cabezas satánicas que es la coalición de PSOE y Unidas Podemos.
Ayuso, además, ha aprovechado que Casado está en uno de sus momentos de mayor debilidad (y van...) para pedir que se celebre cuanto antes el congreso regional del PP de Madrid, sobre el que la presidenta madrileña aspira a tener todo el control y cerrar el círculo en su batalla por la presidencia nacional del PP después de 2023, si Casado no logra gobernar.
Ante el panorama que se le presenta al Partido Popular, Pedro Sánchez ha actuado con pericia este martes, pese al error de principiantes de Ferraz en un primer momento, cuando se trató de silenciar en tromba la opinión "personal" del alcalde de Valladolid, Óscar Puente, que propuso una abstención del PSOE en Castilla y León para armar de una vez el cacareado cordón sanitario de los partidos demócratas contra la antidemocracia de Vox. El presidente del Gobierno ha invitado a Mañueco a pedir la abstención de los procuradores del PSOE en las Cortes autonómicas y ha garantizado que se la darán, claro y por coherencia, si el PP rompe todos sus pactos con la ultraderecha en parlamentos autonómicos, ayuntamientos y otras administraciones. Sánchez vino a decir que la abstención socialista en Castilla y León sin una ruptura completa en el resto de España no sería un cordón sanitario sino el hilo dental que alivia la molestia de un diente aprisionado, el PP, que por su campaña idéntica a la de la ultraderecha no merece más que cocerse en su propio jugo de irresponsabilidad.
Con la oferta del PSOE, al PP le quedan pocas opciones: aceptar la coalición con Vox y dejarse de complejos izquierdosos, como pide Ayuso; conseguir apoyos para gobernar en solitario y lograr la investidura; asumir que es tiempo de caminar solo haciendo frente a una ultraderecha venida arriba, actuando en consonancia con sus colegas europarlamentarios del PPE y aceptando las condiciones del PSOE, o convocando elecciones de nuevo y vuelta a empezar.
Hace poco tiempo, como en la fábula, todos se divertían utilizando al tonto Vox, fuera para para su estrategia electoral el PSOE -cómo olvidar la campaña de Madrid o el interés de incorporar a la ultraderecha a los debates electorales- o como muleta de gobernabilidad el PP para desbancar al partido más votado donde el PSOE hubiera ganado -en Murcia o Madrid en 2019, sin ir más lejos-. Pero quien juega con fuego tarde o temprano se acaba quemando y ahora Vox pide lo suyo, con la legitimidad de los votos y la ruindad de sus condiciones contra las mujeres víctimas, la igualdad y la memoria histórica. Pierden el PP y el PSOE, lo sufrirán los y las ciudadanas. Como siempre.
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