Gaspar Llamazares
Diputado de Izquierda Unida por Asturias
Ilustración de Miguel Ordóñez
Ante el resultado electoral del 20-N, mi sensación es agridulce. Dulce porque IU, coaligada con ICV, EUiA y la CHA, entre otras fuerzas, recupera once diputados y grupo parlamentario propio. Amarga, porque la recuperación se da en un contexto de golpe de mercado y giro a la derecha, con una mayoría absoluta del PP y una dura derrota del PSOE. Dulce también porque, con la pérdida de 20 escaños y 3,6 millones de votos del tándem PP-PSOE se debilita y se agrieta el arrollador bipartidismo imperfecto con su lógica maniquea, recuperándose la representación plural de una sociedad tan diversa como la española.
El 20-N marca el fin de una década de bipolarización que ha impuesto la crispación política y el bloqueo de instituciones esenciales para el control del Estado como el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Defensor del Pueblo, el Tribunal de Cuentas o RTVE, mermando su credibilidad ante la ciudadanía y abundando en el descrédito de la política. Los resultados evidencian la crisis del bipartidismo, que pierde tres millones de votos y provoca un goteo imparable de desafección del sistema político con casi un tercio de abstenciones o votos en blanco o nulos.
Sensación amarga también porque se acentúan los efectos perversos de un sistema electoral que distorsiona la representación hasta la caricatura y la sacrifica en pro de la gobernabilidad mal entendida como estabilidad. De hecho, de hacerse las elecciones con un sistema proporcional, como señalan la Constitución y el detallado informe del Consejo de Estado, el resultado hubiera dado tan sólo una mayoría relativa al PP y 25 diputados al conjunto de IU, ICV, EUiA y CHA. Este sistema explica también que, pese a una escasa ganancia de votos, el PP crece abrumadoramente en escaños, en contraste con el fuerte incremento de votos de IU y su menor subida de diputados. El factor determinante ha sido el desplome del PSOE, que se desangra en beneficio del PP, IU, UPyD y la abstención, con una intensidad variable que merecerá análisis posteriores.
Lo más duro para la mayoría de ciudadanos es el contexto de ajuste y el golpe a la economía productiva, al pobre Estado del medioestar y a la propia democracia. Con las políticas conservadoras de ajuste presupuestario, recortes sociales y laborales, retrógradas reformas y privatizaciones, sin cumplir por ello los objetivos dogmáticos de déficit y deuda, no sólo no saldremos de la crisis sino que caeremos en el pozo de una nueva recesión con más paro, más desigualdades y menos recaudación fiscal.
Mientras la derecha pretende cortar de raíz el árbol del bienestar, el llamado centroizquierda se conforma con podar sólo las ramas sobre las que estaba mal asentado. Si ayer Zapatero obedeció sin rechistar el dictado del Banco Central Europeo para emprender recortes y darse el autogolpe del 10 de mayo de 2010, Rajoy obedecerá al diktat de Angela Merkel para acelerar drásticas "reformas" en una Blietzkrieg corta y fulminante, cual sumiso subdelegado del Gobierno alemán en Madrid.
Los ciudadanos se equivocarían si, como ocurrió con la vuelta de Fernando VII, pensaran que al grito de "¡Vivan las caenas!" El Deseado Rajoy va a hacer algo de lo que ellos desean; todo lo contrario, con la prolongación de la crisis y los ajustes provocará nuevas olas de indignación que socavarán su escaso crédito y, lo que es peor, el del conjunto del sistema político.
Para la aplicación de estos ajustes es para lo que parece destinada la mayoría absoluta del PP. Sin embargo, la respuesta de los mercados no ha sido complaciente ni le ha dado un respiro, como si la estabilidad política estuviese descontada y sólo esperasen con impaciencia las medidas de ajuste, siempre vistas como insuficientes y tardías.
Mientras, la situación económica empeora y la sociedad se radicaliza en su desconfianza al poder político. El Movimiento 15-M y las movilizaciones contra los recortes sociales continúan y se acentúan. Una primera consecuencia de la impugnación política del 15-M ha sido la quiebra del hasta ahora sólido régimen del bipartidismo.
Es en este contexto que la subida de IU y su grupo resultan estratégicos para resistir a los golpes de Estado financieros, como los que han colocado al frente de Grecia e Italia a dos ex altos cargos del gigante bancario estadounidense Goldman Sachs, y para representar la movilización de la ciudadanía. Porque, por apabullantes que parezcan, las mayorías absolutas no son inexpugnables y siempre es útil un Caballo de Troya en la ciudadela amurallada.
Llegarán los tiempos en que el desarrollo de la economía real, con un modelo sostenible, nos saque de la crisis, y en que un nuevo proceso constituyente recupere la democracia y la participación ciudadana en toda su plenitud. Entre tanto, resistencia a los recortes, representación de la movilización ciudadana y pedagogía de la rebeldía.
Otra tarea ineludible es contribuir a la reconstrucción de la izquierda española y europea. Si algo hemos aprendido en esta crisis es que la refundación de la izquierda es imprescindible para plantar cara al asalto de los mercados. No basta con "más Europa". Es necesaria "otra Europa", con un nuevo diseño institucional, económico y social, que avance hacia un federalismo político, presupuestario y fiscal, donde el BCE sirva para crear empleo, hacer que el crédito fluya y respaldar a las economías nacionales.
Para organizar una resistencia eficaz y la rebelión desde la calle, y para ofrecer cuanto antes una verdadera alternativa de izquierdas, se debe construir un amplio frente social, sindical, ecologista, federal y político de fuerzas antineoliberales, pero también establecer alianzas con sectores y grupos democráticos de la producción, el trabajo, la comunicación y la cultura, marginados hoy por el modelo de especulación parasitaria. El grupo parlamentario debe ir más allá de IU, ICV-EUiA y CHA para convertirse en un polo de atracción de la izquierda federalista.
Ni la izquierda estaba muerta, ni ha resucitado. La izquierda es débil y sus modelos organizativos y simbólicos necesitan una revolución. Porque siguiendo a Camus en Combat, la revolución empieza por la propia izquierda.
Comentarios
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