Dominio público

El PSOE, en su laberinto

Ana Pardo de Vera

Una vez más, el presidente del Gobierno ha logrado salvar los muebles en la votación parlamentaria sobre las medidas urgentes para paliar los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania sobre el bolsillo de los españoles. De todos y, sobre todo, de los más perjudicados; no se me ocurre una definición mayor de justicia social que este plan anticrisis, de socialdemocracia, de política de izquierdas, pese a faltarnos a muchas la cacareada reforma fiscal profunda que permita una política redistributiva real de los impuestos.

Pedro Sánchez puede estar satisfecho y, pese a lo que pueda pensar, no cargar demasiado la responsabilidad sobre el "no" de ERC, un partido que gobierna en Catalunya -no así EH Bildu, aunque tiene cada vez más posibilidades de hacerlo- y cuyo presidente, Pere Aragonès, habría sido espiado con el sistema Pegasus -previsto contra el terrorismo y el crimen organizado- junto, entre otros, a otros tres expresidentes de la Generalitat. Es imposible justificar esto último, particularmente esto que representa la voluntad popular, por mucho que Margarita Robles diga que el fin (acabar con el independentismo, no nos andemos con chiquitas) justifica los medios (utilizar la parte más sensible del Estado, sus servicios de inteligencia, bajo la responsabilidad del Ministerio de Defensa) Cada vez hay más convencidos en el Ejecutivo (PSOE y Unidas Podemos) de que Robles caerá, más pronto que tarde, aunque se defienda como gato panza arriba al más puro estilo PP, Ciudadanos o Vox, mientras éstos y los medios que son afines a sus postulados, la mayoría, la aplauden con entusiasmo.

Es difícil envidiar la situación de Sánchez en estos momentos por muy presidente del Gobierno que sea y por mucho que vaya resolviendo in extremis desafío tras desafío, además, ahora con la presión de Alberto Núñez Feijóo, un líder del PP mucho más consistente que el anterior, Pablo Casado, y aunque ayer el gallego tuviera muy difícil justificar su no al decreto del Gobierno. Feijóo no pudo ejecutar su plan perfecto: salvar él, pero él solo, con la abstención de los diputados/as del PP el plan anticrisis del Ejecutivo. El grupo no supo hasta el final lo que tenía que votar, porque dependía de lo que hicieran el resto; cuando el presidente de la Xunta hasta este viernes conoció que el decreto estaba salvado por Bildu, ordenó el "no". Solo Feijóo puede salvar al Ejecutivo; si es uno más que lo hace, sin honor ni gloria, lo rechazará. Lo que contenga el plan es lo de menos para el PP, que tiene el suyo y coincide exactamente con lo que organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), bolivariano de pro, le dice que no haga. 

Sánchez tiene un problema que consiste esencialmente en lo de siempre: las dos almas del PSOE, la que le hizo secretario general del partido la última vez y, por ende, presidente del Gobierno, y la que representa la ministra Robles, en un giro lento pero sustancial de la otrora "juez progresista", como le recordó con acierto Aitor Esteban, portavoz parlamentario del PNV. Pero la amiga de Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias, la socialista cómplice de Unidas Podemos, ya no existe; se desconoce si es efecto del Ministerio que dirige o el del poder los que la han transformado, o si realmente, siempre ha sido así, cosa que no me consta en absoluto, al revés.


El jefe del Ejecutivo se debate entre quienes aplauden a Robles en su partido (los menos y en línea con la derecha) y los que la rechazan (los más numerosos y que representan particularmente a las bases y, ojo, al alma del PSC, ganador de las elecciones en Catalunya) El Parlamento Europeo va a debatir sobre las escuchas con Pegasus; va a debatir, a instancias de Los Verdes, sobre la chirriante utilización de un sistema al que son muy asiduos países muy cuestionados democráticamente, precisamente, por la agresividad invasiva de este sistema israelí. Y ahí tenemos ahora también a España, para sonrojo de muchas: no se espía a los adversarios ideológicos, lo dice la Constitución y, mucho menos, si estos espiados te hacen presidente del Gobierno y, por extensión, ministra de Defensa. Porque entonces, además de inconstitucional, eres muy torpe.

Me temo que nunca conoceremos a fondo las entrañas del caso Pegasus; nos lo evitarán a toda costa. Por eso precisamente, Sánchez debe ser especialmente escrupuloso y quirúrgico en su respuesta a ERC para restaurar sus relaciones, al menos, lo que sea posible, porque el poso de la desconfianza quedará ahí por largo tiempo. Hablando en plata, el espionaje ha jodido, pero bien, una relación delicada per se y en la que, no hay duda posible, Aragonès ha volcado todas sus mejores intenciones, sintiéndose ahora mucho más que traicionado. ¿Quién no en su lugar?

Las dos almas del PSOE no pueden interferir en una verdad incuestionable: si Sánchez vuelve a ser presidente del Gobierno en 2023, lo será gracias a ERC, a Unidas Podemos y su ampliación, a Bildu... De la misma forma que Feijóo lo será gracias a Vox sí o sí. Después de tres años de Gobierno, de tantos errores cometidos en los coqueteos con la derecha, parece mentira que los dirigentes del PSOE no se hayan rendido a la evidencia y a la que es, en definitiva, su teoría programática: la plurinacionalidad de España y la socialdemocracia radical. Ellos verán.


 

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