Vaya debacle de las izquierdas en las elecciones andaluzas. El PSOE empeora con creces su peor resultado, el de 2018 con Susana Díaz al frente. Mientras, la izquierda alternativa saca siete diputados (o pierde 10) dividida en dos listas, Por Andalucía (5) y Adelante Andalucía(2). El suelo histórico en el Parlamento Andaluz de las opciones a la izquierda del PSOE fue de seis escaños (en el 2000, 2004 y 2008), en esta ocasión solo quedan uno por delante.
La recta final de la legislatura se les agría a los dos componentes del Gobierno de coalición del Estado, la derecha demuestra una fortaleza que sorprende, cuando hace algo más de tres meses el PP estaba en pleno proceso de autodestrucción. Defenestrado Pablo Casado, Alberto Núñez Feijóo no podría haber empezado con mejor pie. Las encuestas muestran un PP en alza y, sobre todo, su partido obtiene una mayoría absolutísima en la región más poblada de España. El gallego se ve ya en Moncloa.
En el PSOE, la preocupación es enorme, se afanan en intentar romper cualquier relación entre la catástrofe andaluza con lo que pudiera pasar en las próximas elecciones generales, las cuales están previstas para finales del próximo año 2023. Las salas de máquinas de Ferraz y Moncloa intentarán pasar página cuanto antes de la pesadilla del 19J, el guion está escrito para los próximos días: hablar de la Cumbre de la OTAN, hablar de la Cumbre de la OTAN, hablar de la Cumbre de la OTAN... Este evento internacional es prioritario para Pedro Sánchez. Pero por mucho que los socialistas intenten cambiar de tercio cuanto antes, la realidad es cruel: Andalucía ha pasado de ser feudo histórico socialsita a principal bastión del PP.
El Gobierno de coalición gobierna, y se ha enfrentado a las situaciones más inverosímiles y difíciles de gestionar (pandemia, guerra...) pero no convence. Y, en democracia, para vencer hay que convencer. Lejos está aquel Pedro Sánchez épico que convertía en gesta cualquier acción política, aquel político que seducía a la ciudadanía y levantaba pasiones.
La crisis de Gobierno y los cambios en los ministerios socialistas del mes de julio del año pasado se presuponía que se llevaba a cabo para desarrollar una acción de gobierno más politizada y en comunión con el partido. En el plano internacional, la socialdemocracia parecía volver a estar de moda y los fondos europeos llegarían para impulsar la economía española tras la pandemia. Nada de esto ha ocurrido, la situación económica es cada vez más delicada por las consecuencias de la guerra de Ucrania y el significante ‘socialdemocracia’ no tiene la fuerza que se le presumió, visto lo visto en Andalucía.
En Ferraz se toman las elecciones municipales del año que viene como la verdadera prueba de fuego previa a las generales. Los movimientos de banquillo socialista empiezan a preverse en el horizonte y se especula con un desembarco del Consejo de Ministros a candidaturas de las principales ciudades. Pero más allá de esto, la verdadera esperanza en el PSOE está en que se empiecen a notar los efectos de los fondos europeos en la economía real y cotidiana y que las medidas desarrolladas para bajar la factura energética (como la isla junto a Portugal) sirvan para que no se disparen los gastos de las familias en la próxima temporada otoño-invierno.
Y, sin embargo, lo que no parece que se tiene en cuenta ni en Moncloa ni en Ferraz es que existe un verdadero problema de comunicación de la acción de gobierno. El Ejecutivo ha venido consiguiendo logros políticos y sociales que no son percibidos como tales por la sociedad. La izquierda tiene un problema gordo de relato si no es capaz de ilusionar con sus avances a sus bases y votantes.
Los resultados de Por Andalucía son también un jarro de agua fría para todas las formaciones que estaban involucradas en la candidatura. La campaña ha logrado generar un buen ambiente, pese a las broncas que precedieron los inicios del proyecto, e ilusión entre sus militancias. Pero parece que solo se ha quedado en eso y que no han conseguido sumar a gente más allá de los convencidos. No será de extrañar que el reparto de culpas depare en prontas batallas entre las izquierdas.
A pesar de que Yolanda Díaz ha querido, desde el primer momento, dejar claro que esta candidatura no tiene nada que ver con su futuro proyecto ‘Sumar’, que inicia su camino el próximo 8 de julio en Madrid, la vicepresidenta se ha involucrado en la campaña y ha participado hasta en tres grandes actos (Córdoba, Málaga y Dos Hermanas). Si en algún momento pareció que la presencia de la gallega reactivaba las opciones de Por Andalucía, los datos extraídos de las urnas niegan la mayor.
De lo acontecido este 19J, las izquierdas alternativas pueden sacar la conclusión de que las peleas internas a plena luz del día y de la sociedad no benefician a la izquierda, ni generan ilusión, ni movilizan a su electorado. Durante la campaña de Por Andalucía ha cundido la sensación de que la unidad era posible y que desde las diferencias se podía crear un proyecto unitario. Aunque los resultados no han sido buenos, sí que se ha vislumbrado por dónde puede ir el camino de la reconstrucción de un espacio que está hecho trizas. Para ello, las cuchilladas no deberían empezar de nuevo entre las distintas formaciones de izquierdas en los próximos días.
Los peores presagios para Pedro Sánchez y Yolanda Díaz se han cumplido. Ambos ven cómo los logros en su gestión no se ven reconocidos por la sociedad. En los resultados andaluces han operado muchos y diversos factores, pero uno de ellos es que la ciudadanía no ha aprobado la labor del Gobierno de coalición. Las izquierdas tienen algo más de un año, si no se precipita todo, para darle la vuelta a una inercia política que podría retornar a la derecha a la Moncloa en un abrir y cerrar de ojos. Y tienen muchas preguntas que responder: cómo frenar la escalada de precios, qué hacer con la pobreza ascendente, cómo ilusionar a la gente con la política, qué avances se pueden dar en la crisis territorial... La cuenta atrás ha comenzado y la izquierda está tocada, casi hundida.
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