Dominio público

Licencia para acosar

Diana López Varela

Una adolescente camina tranquilamente por la calle un caluroso día de verano. Viste pantalón corto y top, lleva el pelo teñido de rosa. Va sola, no molesta a nadie. Un joven de unos 30 años va en bici el mismo caluroso día de verano. Ve a la adolescente y se pone a su altura, la mira de arriba abajo, quién sabe lo que está pensando. La adolescente sigue su camino, el joven se piensa mejor el suyo y decide cambiar de trayectoria. Sigue a la adolescente y la empieza a acribillar a miradas y a comentarios. La intimida, la asusta. La adolescente acelera el paso, pero él no deja de seguirla. Corrijo, de perseguirla. Mientras, el resto de los conductores y viandantes observan la escena. No intervienen, aunque el acoso se intuye perfectamente. La incomodidad de la joven, también.

La escena la hemos vivido todas decenas de veces: solas en medio de la multitud, escondiendo la carne pecadora y el bochorno palpitante. La chica y el hombre se paran, discuten, ahora ya es evidente que no se conocen de nada, es evidente que ella tiene miedo, y es evidente que él se cree con el derecho de perturbar la vida de una desconocida solo por ser mujer. Insiste. Porque existiendo ya los provocamos. Una conductora, también mujer, se baja de su furgón y decide intervenir, encararse, insultar al depredador a voz en grito: "Soy capaz de atropellarlo con la furgoneta". La escena acaba con la joven llorando en un banco siendo consolada por la conductora. Lo cuenta la segunda en su cuenta de TikTok. "Qué cojones os pasa en la cabeza a estos que os dedicáis a ajustarle el paso a los demás de esta manera".

La Nueva Ley de Libertad Sexual considerará autor de un delito leve a quienes "se dirijan a otra persona con expresiones, comportamientos o proposiciones de carácter sexual que creen a la víctima una situación objetivamente humillante, hostil o intimidatoria, sin llegar a constituir otros delitos de mayor gravedad". Con esta norma, se penalizarán los piropos y las vejaciones callejeras. Así leído suena muy bien, pero sin perspectiva feminista la ley cojea, necesitamos normas que recojan el agravante de sexo.

La última vez que un grupo de hombres me ajustaron el paso fue en una situación tan clásica y arrabalera que bien podría haberse dado en cualquier peli de Pajares y Esteso: cometí el delito de pasar por debajo de su andamio. Fue hace dos años, era verano también, supongo que llevaba escote, puede que minifalda. Pero yo tenía 34 años y estaba embarazada. Cuando unos se creen con licencia para acosar da igual la ropa, la edad, el alcohol y la situación gestacional. Y, aunque estábamos a plena luz de día en una zona concurrida de playa, con ellos encima de mi cabeza y enfrente, jugando a torearme, de repente, volví a sentir aquel pánico adolescente. ¿Y si ahora a estos tipos se les da por agarrarme y meterme dentro del edificio? Los testigos cómplices de la terraza de al lado miraban la escena, bien calladitos. Supongo que nadie vio maldad. Solo era una broma, halagos a mi belleza, por supuesto. Quizá la culpa había sido mía por pasar por debajo, qué me costaba cambiarme de acera.

De casualidad estos días encuentro un diario de cuando era adolescente. En 3ºESO, con 14 años, yo también tenía el pelo rosa. Escribo un día de finales del año 2000, 14 años, recién aterrizada en el instituto: "Hoy he llevado tanga por primera vez al instituto. J. me tocó todo el culo cuando me agaché. Es un asqueroso". Abril de 2001, 14 años también. "El domingo pasado me enrollé con F. y me arrepentí un huevo, casi echo la pota. Es el tío más asqueroso que vi en mi vida, lo pasé fatal, no me lo daba sacado de encima. No me dejaba irme y me decía todo el rato: Déjame acabar. Era un baboso". Verano de 2002, 16 años ya. "E. fue un error, estaba a punto de enrollarse con mi amiga A. y yo fui a acompañarlo a su casa, pero cuando llegamos allí ella no estaba y vinimos de vuelta al pub, pero por el camino me obligó a enrollarme con él".


La ley de Libertad Sexual dice claramente que "solo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona".

No sé qué quería decir exactamente con "me obligó a enrollarme con él", pero supongo que me empujó contra un muro de la calle, reteniéndome entre su cuerpo y la pared, y yo abrí la boca y dejé que sus asquerosas babas se mezclasen con las mías. Estoy segura también de que le dije que no quería pero no me la jugué, y que, como tantas otras veces, me sentí responsable de la situación. Él se quería enrollar con mi amiga y ella no estaba disponible, así que mala suerte la mía por haberlo acompañado. Por puta.

Leo a mi yo adolescente y se me encoge el corazón. Respiro. Solo fue un beso. Qué suerte que no me violó. Y qué fácil es consentir sin desear. ¿Cuántas chicas seguirán consintiendo por miedo, por culpa, o porque es lo que te ha tocado por "provocar". ¿Qué pasaría si la conductora de la furgoneta no se hubiese bajado para espantar al acosador? Ojalá alguien le hubiese dado una buena hostia al que me robó aquel beso.

Un domingo por la mañana me pongo en la ventana de la cocina. Veo la típica escena, chico borracho dándole la brasa a chica. Se paran y se ponen a hablar. Él la besa varias veces, y ella permanece inmóvil con sus brazos como escudo. Cada vez que se despiden, él la vuelve a atraer hacia así y la vuelve a besar. Pasan un buen rato así, el agobio de la chica empieza a sulfurarme. Quiero gritarle al tipo pero estamos muy lejos y ella sola con él en la calle. Le digo a mi pareja: "Si esta mamón tarda un minuto más en irse, bajamos". La chica coge el móvil, como llamando a alguien, consigue zafarse y da media vuelta. Él titubea pero finalmente va en sentido contrario. Corro a la otra ventana para comprobar que el acosador no cambia de idea.

Ha empezado el curso escolar. En todos los colegios, institutos y centros educativos de España de hoy hay niñas siendo acosadas por niños. Niñas que reciben tocamientos indeseados, empujones, pellizcos, comentarios lascivos, besos de babas que asquean. Niñas a las que les cuesta un mundo decir "no", poner límites o pedir ayuda. Que todavía escuchan que las niñas tienen que ser buenas, que qué les cuesta aguantar a ese compañerito pesado. Solo son cosas de niños. Mañana, estos niños tendrán 16, 20, 30 años e irán con sus bicis persiguiendo a chicas, se subirán en los andamios y las empujarán contra las paredes de las calles de pubs para comerles las bocas sin que ellas quieran. Y ellas, consentirán porque es lo único que saben hacer. Y darán las gracias porque no las hayan violado. Todos los adultos al cuidado de niños varones son responsables de que se sigan expidiendo licencias para acosar.

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