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Sánchez y el 23J, entre lo malo y lo peor

Virginia Pérez Alonso

Directora de 'Público'

Sánchez y el 23J, entre lo malo y lo peor
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña de las elecciones del 28M que los socialistas celebran esta tarde en Barcelona. EFE/Enric Fontcuberta

Ni 24 horas ha esperado Pedro Sánchez para digerir los catastróficos resultados del domingo. El adelantamiento de las elecciones generales no modifica la lectura del 28M, pero sí añade algunos matices interesantes. Y demuestra, una vez más, que Pedro Sánchez es una bestia política y que maneja los tiempos como nadie.

La melancolía no gana elecciones, escribía yo misma hace unas horas. Sánchez no puede tenerlo más claro. Siete meses para que la izquierda se lamiera las heridas es toda una vida en política. Más aún cuando tus socios de Gobierno andan a la gresca.

Con la convocatoria electoral, Sánchez arrambla de un plumazo con la disputa a su izquierda. Puñetazo sobre la mesa. U os ponéis de acuerdo u os ponéis de acuerdo. No hay más vuelta de hoja.

Ahora, Sumar y Podemos, Podemos y Sumar, tienen apenas diez días para formar una coalición 'presentable', y nunca mejor dicho. Está por ver que puedan salvar los pocos muebles que les quedan. El 28M ha sido un castigo sin paliativos para los progresistas minoritarios, aunque en especial para los morados. Sólo hay que mirar los resultados de Podemos en tres Comunidades Autónomas en las que se enfrentaron en las urnas a otras izquierdas alternativas:

- Madrid: Más Madrid crece en la Comunidad y baja en el Ayuntamiento, pero los morados pierden 160.000 votos en la Comunidad y se quedan fuera de ambas instituciones.


- València: Compromís se deja dos escaños y 90.000 votos; Podemos, pierde ocho diputados, 130.000 papeletas y no llega al 5% de votos.

- Asturias: Podemos pierde tres diputados y 40.000 votos; IU logra tres, uno más, pero baja en 20.000 papeletas.

Sin embargo, la recomposición de esa izquierda alternativa a la socialdemocracia del PSOE no solo pasa por la unidad —que también—, sino sobre todo por un cambio radical de estrategia. Y no es más que un efecto colateral del anuncio de Pedro Sánchez.

Con el adelantamiento electoral, el primer impacto está conseguido: romperle la cintura al PP, que apenas ha tenido 12 horas para saborear su triunfo. Y, con el primer café de la mañana, arrebatarle todo el protagonismo a Feijóo.

Los populares han tachado de "ilegítimo" al Gobierno de coalición desde la misma investidura. Por eso plantearon el 28M en clave nacional, para acabar con el "sanchismo", y sorprendentemente el PSOE compró de lleno el marco del debate. También la masa de votantes. El resultado de este domingo hay que leerlo en esos términos y Sánchez es consciente de ello. Al igual que sabe que los resortes del voto en unas generales suelen ser distintos a los que movilizan al electorado en unas autonómicas y municipales.

A esta ecuación hay que añadirle aún un par de variables más para poder ver la foto completa. Para empezar, que la diferencia en votos entre PSOE y PP no ha sido tan amplia como para que los azules puedan dar nada por sentado, Vox mediante. Hablamos de unos 760.000 votos y hay que tener en cuenta que los de Feijóo han capitalizado prácticamente la totalidad de los restos mortales de Cs, 1.800.000 votos. Es decir, que en un muy mal escenario para los socialistas, los populares han necesitado del votante de Cs para imponerse.

Y no es cosa menor, que diría Rajoy. Porque esta circunstancia nos lleva a otra variable aún más relevante: el fulgurante ascenso de Vox, que ha logrado multiplicar por dos el número de votos, ha ganado más concejales que los que ha perdido el PSOE, ha pasado de 47 diputados regionales a 119 y se coloca como pieza clave para la gobernabilidad del PP en numerosas plazas.

Ya antes del 28M algún pope del PP vaticinaba en privado una victoria de Feijóo en las generales de diciembre y colocaba a Vox ni más ni menos que en la vicepresidencia del Gobierno.

Llegadas a este punto, recordemos las palabras pronunciadas por Abascal la noche del domingo sobre su avance electoral: "Y esto con el mensaje de un partido que pone en tela de juicio la deriva del Estado autonómico como un Estado que enfrenta a los españoles, que nos hace desiguales, que nos resta libertades y que además lastra el proyecto común de España que es lo que verdaderamente importa a Vox".

Es decir, que Vox aspira a gobernar con el PP para desmantelar el Estado de las autonomías, además de todas las medidas sociales aprobadas por el Gobierno de coalición.

Por eso el movimiento de Sánchez es todavía más audaz. Entre lo malo y lo peor, ha escogido lo primero: el riesgo de perder unas elecciones antes que la certeza de que se le escurran entre los dedos.

Y, en ese camino, logra enfrentar dos proyectos de país: uno vacío de contenido, que solo juega a la contra, que no presenta ni una sola medida que no sea combatir el "sanchismo" y que tendrá que empezar a retratarse en las próximas semanas en cuanto a sus pactos con Vox. Y el suyo, en plena presidencia de la UE, con unos resultados económicos que tumban cualquier prejuicio neoliberal contra la gestión del "socialcomunismo" y con un abanico de medidas ya adoptadas que han evitado una mayor marginación de la clase trabajadora.

Los 54 días de campaña electoral ya han comenzado.

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