Dominio público

La batalla del Evros

Henk van Houtum

Xavier Ferrer-Gallardo
Investigador, Nijmegen Centre for Border Research, Radboud Universiteit Nijmegen y Universitat Autònoma de Barcelona

Henk van Houtum
Investigador, Nijmegen Centre for Border Research, Radboud Universiteit Nijmegen y Universidad de Bergamo

Ebro. Evros. No se escriben igual pero suenan parecido. Hete aquí dos paisajes fluviales sobre los que discurren, o han discurrido, líneas territoriales de separación violenta entre seres humanos.

Empecemos con el Ebro. A finales de julio de 1938 se iniciaba allí la más cruenta de las batallas de la Guerra Civil Española. Lo ocurrido en el Ebro marcaría el rumbo final de un sangriento enfrentamiento entre vecinos. Iba a trazar casi cuatro décadas de meandros fascistas en la península Ibérica, acompañados de, cuando no reforzados por, la indiferencia de un buen número de democracias occidentales.

Con un intervalo de algo más de siete décadas, hoy, en el otro extremo del Mediterráneo, el río Evros se erige también en una arbitraria y agresiva línea de separación entre personas. Lo que allí ocurre –y sobre todo el eco político de lo que allí ocurre- puede también condicionar el fluir del renacer fascista que en la actualidad se cierne sobre Grecia. Y también sobre el resto de Europa.

La primera semana de Agosto, en plena canícula, el Gobierno griego lanzó la operación 'Zeus Xenios'. En el contexto de la misma fueron detenidos más de 7.500 inmigrantes que se hallaban en el país de forma irregular. El ministro heleno de orden público, Nikos Dendias, aseguró que el objetivo de la maniobra era luchar contra lo que calificó de "invasión histórica". Amnistía Internacional denunció la dimensión racista del operativo.

La acción, por un lado, y el discurso gubernamental justificativo en torno a la misma, por otro, son punzantes. Atestiguan el ímpetu con el que la sobredosis xenófoba recién inyectada por Aurora Dorada fluye ya por las venas de la política griega. Dieciocho escaños de fascismo en el nuevo parlamento condicionan, y mucho, la práctica y el talante del Gobierno de Atenas.

Pero igual que sucede con la crisis financiera, el desenfreno xenófobo por el que atraviesa Grecia no puede ser atribuido a la mala práctica económica de un único Estado miembro. La crisis política y económica que atraviesa la UE no puede ser entendida de forma fragmentada. Lo mismo sucede con la tendencia a la gestión exclusionaria de fronteras y flujos migratorios que de ella deriva.

La expansión de la pobreza no explica por sí misma el fenómeno de la xenofobia. Para que éste cuaje, antes debe haberse creado un clima que permita la discriminación del forastero. El actual régimen de gestión de la frontera exterior de la UE arroja luz sobre este particular.

Bajo un manto de prácticas y discursos militarizantes, las fronteras en la UE están siendo utilizadas de manera creciente como armas arrojadizas entre vecinos, como líneas territoriales de exclusión entre iguales/hermanos.

Desde hace unas décadas, y sobre todo tras la apertura de las fronteras interiores de la UE, los veintisiete se baten en una batalla desigual contra los viajeros indocumentados que desean entrar en la UE a través de sus frontera exteriores. Pero ninguna frontera parece ser suficientemente alta para detener a quienes pretenden venir a trabajar a la UE. Los inmigrantes siguen llegando. Y lo hacen mediante caminos, ríos y mares cada vez más peligrosos. En un esfuerzo constante por burlar los controles fronterizos de la UE, durante los últimos años el foco de tensión ha ido desplazándose hacia el Este. La agitación empezó en las costas de Andalucía, Ceuta y Melilla y las Islas Canarias. Tras la fortificación de dichos segmentos fronterizos, se desplazó hacia Italia. Más tarde, el grueso de la lucha fronteriza contra la inmigración irregular se instaló en Grecia, hallando su epicentro en el río Evros.

Al margen de su sorprendente inefectividad, esta batalla fronteriza en movimiento provoca y legitima un clima de xenofobia. Lo que estamos viendo hoy en Grecia constituye la amalgama tóxica de una política económica fallida y de la legitimación de la discriminación contra los extranjeros más pobres.

La proliferación de prácticas y ataques racistas en las calles de Grecia, así como la entrada y normalización de la xenofobia en la retórica de su ejecutivo, no pueden ser reducidos a un problema interno de un país atenazado por las dificultades financieras. Se está allanando el terreno a un preocupante resurgir del autoritarismo en Europa.

Parece oportuno recordar la frase incluida en uno de los más célebres carteles propagandísticos impresos por el gobierno español republicano, y musicada décadas más tarde por la banda de rock galesa Manic Street Preachers: "If you tollerate this your children will be next".

Ebro. Evros. Dos nombres de fluviales batallas fronterizas. Su reflejo es inquietante: nos muestra el pasado y el presente de la democracia y del fascismo en Europa.

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