Dominio público

Sánchez, Sumar y la España de mañana por la mañana

Guillermo Zapata

Hay quien se inquieta cuando todo el mundo está contento. Yo soy una de esas personas. Así que hoy, mientras 12 millones de españoles y españolas respiran aliviados y felices por haber construido una mayoría que ha logrado algo absolutamente impensable dos meses antes de la convocatoria electoral anticipada por parte de Pedro Sánchez, este servidor estaba mordiéndose la uñas angustiado pensando... ¿Y ahora qué?

Mis fuentes de preocupación son variadas. Voy a intentar describirlas.

La convocatoria anticipada de elecciones se realizó tras una fracaso sin paliativos del bloque que ha conformado esta investidura en las elecciones municipales y autonómicas previas a las generales. El Partido Popular y Vox alcanzaron gobiernos autonómicos y consolidaron mayorías absolutas en plazas tan importantes como las de Madrid. La convocatoria del 28M era una prueba de esfuerzo al gobierno PSOE–UP, pero fue fundamentalmente un plebiscito contra Sánchez "y el sanchismo".

Primera inquietud. Existe Sánchez, no existe el Sanchismo. Sólo cuando el propio Sánchez se activa como sujeto político activo y asume en primera persona los desafíos, se produce la sensación de potencia necesaria para activar el voto.

Segunda inquietud. El pueblo de la investidura opera también en claves plebiscitarias. De un momento de cambio que empezaba por los municipios se ha pasado a uno en el que todo lo que no sean las elecciones generales se ve como un asunto menor. Pero no se puede transformar el país sin comunidades autónomas y municipios y la mayor presión al Gobierno que nació el pasado jueves vendrá de esos gobiernos autonómicos y locales.

La enorme victoria de la investidura opaca, pero no cancela, esa otra realidad, que opera como la cara b de un disco al que no queremos dar la vuelta.

El golpe fue aún más duro para el espacio de Podemos, que quedó fuera de plazas clave como Madrid o València. Pensado ahora, parece imposible que Sumar levantara más de tres millones de votos viniendo de ese escenario, pero una vez ha sucedido, el enorme desafío de los próximos meses y años es que esa fuerza electoral se convierta en fuerza política y se redistribuya por el conjunto del país. El eje municipal y autonómico no puede ser un elemento anecdótico, sino precisamente eso que hace durar al acontecimiento político que inaugura esta investidura. Feijóo era un líder autonómico, lo es Ayuso, lo es Juanma Moreno. Es una prioridad absoluta para el bloque convertir esta energía electoral en movimiento.

Decir, "existe Sanchez, no existe el Sanchismo" no es un problema menor. En la ausencia del Sanchismo tenemos viejo PSOE. Un PSOE no pasado por el cedazo de la apuesta del presidente del Gobierno. Emiliano García-Page es quizás su mayor representante, pero que Collboni, precisamente una gran apuesta del propio Sánchez, esté cortando las ramas en la que se sienta (las políticas del antiguo gobierno de Ada Colau) no presagia nada bueno. Andalucía es otro escenario donde la crisis del socialismo no se ha resuelto con Sanchismo. Ese hueco no se está resolviendo. Es lo que explica las enormes dificultades del PSOE para explicar, defender y normalizar la amnistía entre sus votantes. 

Otro elemento a tener en cuenta va a ser la enorme presión del Poder Judicial sobre el Gobierno. A mi también me hizo vibrar el discurso de Sánchez cuando hablaba de la policrisis y el desafío civilizatorio, pero cuando anunció que ante ese desafío íbamos a agilizar la justicia para que fuera más accesible o que ofreceríamos más clases extraescolares para abordar la educación me quedé más inquieto. Hay un enorme desajuste entre el análisis (intachable) que desplegó Sánchez, y las políticas que sostendrán nuestro hacer en esa misma crisis civilizatoria. O se avanza en la democratización de las estructuras del Estado o se retrocede en el doble poder sobre el que operan estas estructuras, que estos días ya se han posicionado como un verdadero actor político contra la investidura.

Por último, Sumar tiene un doble desafío. En primer lugar, como decía antes, constituirse como sujeto político y superar la fase de la convocatoria electoral. Para ello tiene, al menos, dos herramientas útiles: una pata ciudadana y una alianza de organizaciones políticas que, con bastante acierto, se han puesto a cooperar en su interior. Es una experiencia nueva, y tendrá que pensarse con herramientas nuevas.

En segundo lugar, evidentemente, gobernar a favor de las mayoría sociales que sustentan el Gobierno, pero sobre todo, trabajar para aumentar esas mayorías. Esto es lo contrario a 'hacer políticas de centro'. Se trata de realizar políticas con la suficiente capacidad de transformación como para que los ejes de la discusión política cambien.

En ese sentido para mí la pregunta es la contraria a la vieja disquisición sobre "cómo relacionarse con el PSOE", sin que esa pregunta haya quedado cancelada por completo. La pregunta no es si ser más duros o más suaves, más ordenados o más díscolos, más punkis o más régimen. Esa dicotomía ya no existe –para mí ese es el principio de realidad del acontecimiento de la investidura– porque no existe una percepción absolutamente diferenciada entre el PSOE y Sumar en el interior del bloque. Los votantes dudan, se mezclan y oscilan, se profesan simpatías mutuas y preocupaciones comunes.

Ahí hay una elección. O se elige cortar en dos esa sensación compartida y distinguir entre "el pueblo de Sánchez" y "el pueblo de Sumar", o se elige entender que no es un pueblo tan diferente, o que dicho un poco a lo bruto, es el mismo pueblo. La pregunta es, por tanto, ¿cómo seguir ampliando y consolidando el bloque de investidura? Y la respuesta pasa, para mí, por dos elementos.

El primero es ampliar el sujeto "pueblo" lo más posible. En la investidura Yolanda Díaz habló del medio millón de trabajadores esenciales pendientes de una ILP para su regularización. Es un ejemplo. También lo es acercarse a las realidades del trabajo con menos poder sindical y de organización o a los jóvenes que suelen quedarse fuera del eje de la política tradicional, cuyos lenguajes e intereses son propios.

El segundo elemento es seguir dando cuerpo a la alegría que siente hoy esa mayoría de progreso. La alegría que se siente hoy, tiene que volverse más material, más fuerte, más vibrante y organizada.

Porque hoy no se ha terminado nada. Hoy empieza todo.

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