Quienes llevamos un tiempo largo siguiendo la política y costumbres de los partidos en España sabemos que cuando la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) saca un comunicado anónimo en portada con connotaciones políticas de actualidad -de tanta actualidad como el 20º aniversario de los atentados del 11 de marzo en Madrid, este lunes-, resulta que es su presidente, José María Aznar, quien escribe -o dicta- el texto, sea para criticar alguna política -de otros partidos o de líderes del suyo que no le bailan el agua, que se lo digan al díscolo Mariano Rajoy ...- o sea para justificar alguna de sus propias actuaciones o las del PP orientadas por él, que siguen siendo demasiadas.
Una no puede evitar preguntarse, a estas alturas, qué verán a Aznar en el PP después de arrastrarles a los peores momentos de la democracia de un Gobierno del Estado postfranquista junto a los GAL de Felipe González y las cloacas de Interior de Rajoy, esta causa aún en los benévolos tribunales. Tenemos dónde elegir, es cierto, pero por quedarnos con lo peor que justifique sobradamente la afirmación "¿Qué carallo ve la derecha en Aznar? ¿Es que no se informan o comulgan son sus barbaridades de autoritario trumpista refinado (un decir)?", citemos las mentiras confirmadas sobre el accidente del Yakovlev en 2003, las ídem contrastadas sobre el hundimiento en 2002 del Prestige o la gestión de los atentados del 11-M cuyo brutal recuerdo nos ha ocupado este lunes triste.
En la homilía publicada este lunes en la web de FAES, Veinte años después: Por las víctimas. Con la Constitución. Por la derrota del terrorismo, la mano astral de Aznar escribe contra aquellos y aquellas que le acusan de haber mentido sobre los atentados del 11-M para tratar de abonar la tesis de que solo ETA era la responsable, porque entendía el jefe del Ejecutivo que si se demostraba que el yihadismo estaba detrás, el PP podría perder votos por haber llevado a España a la guerra ilegal de Irak. Una idea que, si se alumbró primero y por perversa o lógica que parezca -ése es otro debate-, fue en La Moncloa de entonces, con Aznar de inquilino principal. El expresidente del Gobierno llama "profesionales del embuste" en su pieza de FAES a quienes desde el 11 al 14 de marzo, primero, y durante años, después, desmontaron la estrategia de la conspiración hurdida por el PP y varios medios de comunicación cómplices; ninguno ha pedido disculpas ni se ha retractado jamás de las mentiras que inventaron, del dolor y hasta la muerte que causaron. Nunca.
Lo peor de todo, no obstante, y aun incluyéndome orgullosa entre quienes Aznar llama "profesionales del embuste", está en la torpeza de una plática solo escrita para forofos del expresidente y sus mentiras, es decir, para gente que lo lea y lo alabe sin más, porque a poco que vaya a buscar información sobre lo que ahí se dice o se quiere decir, se le desmonta el chiringuito al líder de la (ultra)derecha. La información que de informarse resulta, valga la redundancia, es abundante, documentada, contrastada y aparece en numerosos medios de comunicación, incluido Público, tanto en hemerotecas disponibles en Internet como en los repasos que se han hecho estos días con motivo del 20º aniversario del 11-M. No hay excusas para creer objetivamente a Aznar, ninguna, salvo que se pretenda hacer un ejercicio de fe que, como mínimo, resultaría inquietante y, si me apuran, patológico.
Con tanta información, pues, es difícil enumerar y explicar las razones que tumban un editorial mesiánico, el de FAES, que carga contra el mundo entero (sic) por desmentirle en su obsesión con demostrar que ETA era la culpable del 11-M. Me quedo, pues e invitando a quien me lea a que busque tantas pruebas publicadas sobre la mentira intencionada más cruel de la historia de España en 40 años, con tres voces fundamentales y autorizadas en mi opinión: la del director del CNI en la etapa de Aznar, el diplomático Jorge Dezcallar; la del comisario general de Información de la Policía aquel 11 de marzo de 2004, Jesús de la Morena, y la del coronel-jefe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí, uno de los máximos responsables en la lucha contra ETA durante 25 años; esto es, servicios de inteligencia del Estado y responsables de Policía y Guardia Civil al más alto nivel. A ellos también los llama Aznar "profesionales del embuste".
Hay muchos testimonio de Dezcallar, y hasta un libro (Valió la pena, Península), en los que reconoce que Aznar y su equipo le presionaron para que abonase la tesis de ETA la misma noche del 11-M cuando los medios empezaban a dudar de la versión del Gobierno y los indicios empezaban a apuntar clamorosamente a los yihadistas ("Alfredo Timermans, portavoz de La Moncloa, me había llamado seis veces. Me dijo que el presidente quería que saliera en TVE para desmentir a la SER que decía que el CNI había abandonado la pista de ETA. Intolerable. Ya sabían que no era verdad" (...) "La gota que colmó el vaso fue cuando Aznar desclasificó unos papeles del CNI que, tachando ciertos párrafos, nos presentaban como responsables de que el Gobierno insistiera en la tesis de ETA"; son palabras de Dezcallar en una entrevista en El Periódico, en octubre de 2015)
Este mismo lunes de 2024, en una entrevista en TVE, el comisario general de Información de la Policía hace veinte años, Jesús de la Morena, aseguró: "La prioridad de la vía yihadista surge a lo largo de la tarde-noche del día 11 de marzo, a la vista de los análisis y los elementos que van apareciendo". Dezcallar y De la Morena coinciden: en las últimas horas de la tarde del mismo día del atentado, la vía yihadista ya era la principal para los investigadores del atentado; ETA quedaba relegada, aunque vigilada, lógicamente.
Sin embargo, el testimonio más demoledor para echar abajo la tesis de Aznar-FAES sobre los "profesionales del embuste" la dio el coronel-jefe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí, que, en el libro escrito junto a Lorenzo Silva y Gonzalo Araluce, Sangre, sudor y paz (Península), contaba con todo detalle cómo los propios etarras a los que tenían vigilados -y que no eran cualquiera- se mostraban estupefactos con los atentados de Madrid y apuntaban ya a las 9:00h de la mañana del jueves 11 de marzo a la culpabilidad de "los moros". El jefe del aparato logístico de ETA, Félix Ignacio Esparza Luri, supervisor del material militar, y su compañera de comando, Bihotz Cornago, aseguran que sin "aviso", no hay atentado: "Habrán sido de Al Qaeda". La Guardia Civil estaba recibiendo esa información de ETA en directo -como recoge el libro de Sánchez Corbí- a los pocos minutos de estallar las bombas en los trenes de Madrid y, por tanto, el Gobierno sabía. Y mentía, aunque cada vez con mayor dificultad, gracias a periodistas que estaban siendo presionados al máximo nivel, pero que apostaron por hacer su trabajo, y a una opinión pública que quiso informarse.
El Gobierno de Aznar desplegó la mayor estrategia de desinformación nunca vista en democracia; contactó con periodistas, políticos, empresarios, embajadores, ... hasta con la ONU para insistir en que figurase la autoría de ETA en su declaración de condena y solidaridad. Con los muertos, los heridos, sus familias y el país en shock por un dolor y un vacío insoportables. Les dio lo mismo entonces y ahora, veinte años después, con todos los datos y documentos sobre la mesa, con una sentencia judicial demoledora sobre los autores de los atentados, viene Aznar a llamarnos "profesionales del embuste" desde su atalaya de ruindad. Así le preocupaban sus ciudadanos/as durante el peor atentado de España, al muy patriota.
Comentarios
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